"El inventario" de Albert García Espuche

Estamos leyendo en el club de literatura El Inventario de Albert García Espuche. Y ya en el prólogo la propia novela se autodefine como inclasificable. Hoy la literatura se expresa de formas muy variadas y cada vez que le levantas la tapa a uno de los cofres que la contienen puede que te encuentres con estilos y renovaciones formales sorprendentes: el arte busca caminos, y en este caso me sedujo que el autor escogiera un recurso aparentemente sencillo: toda la novela está narrada como un acta notarial, y es precisamente esa engañosa sencillez la que convierte al ejercicio en algo muy difícil ya que Espuche no se sale en ningún momento de la herramienta elegida aunque ésta le limite porque va a marcar un tono y un ritmo constantes y por tanto arriesgados. La novela narrada en tercera persona nos habla de Françes Lentisclà, un notario barcelonés del siglo XVII que existió en la realidad, Albert García Espuche buceó en sus legajos y los transcribió con exactitud para nosotros realizando así una doble labor: la de transportarnos a ese tiempo y de paso compartir y conservar junto a nosotros uno de los legados más pormenorizados y verídicos que se puedan transmitir, intuyo que esa fue su intención: la honestidad, y lo imagino tan fascinado y respetuoso con los papeles del cuidadoso notario que a veces lo veo entre las líneas suplantando físicamente a Lentisclà de tanta empatía, de tanto situarse en su lugar. A mí me colocó de inmediato en la Calle Montcada a mediados del siglo XVII y fue como ir de escaparates, si se me permite la pequeña frivolidad, porque si algún logro tiene la novela es la hondura que adquiere y que el lector deduce tan sólo con el contraste de los datos, así al lado de las descripciones de las tiendas suntuosas en manjares, telas y abalorios se contrapone la hambruna, el esclavismo, la prostitución, la pena de muerte convertida en espectáculo, las arbitrarias condenas a galeras… el lector ve como el autor toma postura, y a mí me ha conmovido por completo la sensibilidad de su mirada, su particular enfoque y sobre todo la humildad de no dejarse ver en ningún momento y que la complicidad surta su efecto y creamos ilusamente que a las conclusiones estamos llegando nosotros solos sin que él nos lleve. La novela presenta montones de curiosidades como el negocio de la nieve, el gran gasto de velas en el que no pensamos tan acostumbrados a la electricidad y los cambios que produjo su llegada. Nos habla de la peste y de las distintas reacciones que provocaba, era tan brutal la huída que los gobernantes tenían que ofrecer collares de oro a los galenos para que se quedaran… A mí la novela me ha hecho viajar hasta ese tiempo y comprender muchos de los comportamientos catalanes actuales. En aquella época reinaba en España Felipe IV, el Rey Planeta ayudado por el Conde Duque de Olivares, Cataluña era un principado que estaba harto de tener en sus tierras tropas francesas y castellanas por la guerra de los 30 años, ese estado de cosas provocó el malestar de 500 segadores que amotinados entraron en Barcelona el jueves de Corpus Cristi más tarde se recordaría como corpus de sangre: en la revuelta muere el Virrey, Conde de Santa Coloma, habría que esperar hasta 1659 para que se firmara la Paz de Los Pirineos, el principado cedería el condado de Rosellón y la mitad del de Cerdaña… En fín podría estar detallando y pormenorizando toda la noche pero ya lo hace con maestría la novela que si algo nos revela con sus datos es el amor por el detalle, al fin y al cabo trata del arte y la ciencia de ordenar como ya han dicho otros.

En la primera sesión en la que ponemos en común cien páginas leídas en casa y en solitario muchas de mis compañeras de club se quejaron considerando la novela plana y farragosa por la profusión de nombres, son lectoras avezadas, no en vano llevamos juntas doce años desmenuzando y escudriñando libros de literatura y si alguien entiende de cata es un miembro de club de lectura, así que sus opiniones para mí son muy dignas de tener en cuenta. Una compañera dijo: <<¿Y si se desarrollara aquí, en Guadalajara, os gustaría más?>> Lo discutimos, y pensamos que tal vez nos quedaba lejos no sólo el tiempo histórico también la geografía y las costumbres, nosotras somos del interior, y quizá eso marque diferencias y distancias, las mismas que podría marcar cualquier otra comunidad y sin embargo el sentimiento con esas otras comunidades no es de rechazo ni de unos hacia otros ni de otros hacia unos, esas reflexiones nos llevaron al tiempo actual y a los resquemores y rivalidades que se han producido hacia Catalunya en los últimos tiempos, y estuvimos dilucidando si en realidad son sentimientos creados artificialmente, campañas orquestadas, o cortinas de humo que encubren otras cosas que si las viéramos nos rebelarían. Una compañera nada sospechosa porque es enormemente avanzada y progresista compartió que hacía unos días que había estado con una amiga en Barcelona, recorriendo entre otras la calle Montcada que nos describió como bellísima, y nos dijo que en un museo tuvieron un percance porque ningún rótulo estaba escrito en castellano, la persona responsable a la que se dirigieron alegó que en Francia tampoco hay carteles en castellano, (en fin sin comentarios).
Concluimos que la política verdadera no se dirime en los platós de televisión ni es cosa sólo de periodistas, en muchos casos voceros del amo que les alimenta y no intelectuales independientes que cumplen la sagrada misión de informar y hacer pensar, y añadimos que no hay que olvidar nunca que la persona que tienes enfrente primero es persona, después además puede ser un adversario nunca un enemigo, un adversario que ante un mismo problema ve una solución diferente a la que ves tú. Seguimos analizando que este era un tiempo enconado de filias y fobias y que no debemos dejarnos arrastrar por los bajos instintos y las malas emociones y nos reímos del rifi rafe que tuvo que experimentar en el museo nuestra amiga esperando que Albert García Espuche, que además de escritor e historiador es un afamado arquitecto especialista en historia moderna y contemporánea de Cataluña y Barcelona y Director del Centro de Exposiciones de cultura contemporánea de Barcelona y comisario de muchas muestras no tuviese nada que ver con esa exclusión puesto que esta novela la hemos podido leer en castellano. No podemos juzgar a toda la embajada por un solo embajador y como demócratas que somos nos alegramos de las idiosincrasias y las defendemos porque nos enriquecen no porque nos separen. Terminamos el coloquio poniendo un hermoso broche: el poema de Miguel Hernández Vientos del pueblo que se explica por sí solo.
A mí me gustó especialmente la novela tal vez porque soy de temperamento nervioso y la caricia de la mirada parsimoniosa me recordaba a uno de mis directores de cine favoritos Luccino Visconti que se recrea del mismo modo con la cámara. Pero sopesando el criterio de mis compañeras también es cierto que ser historiador no siempre te convierte en escritor de literatura y que ser lectora empedernida no exime de discernir, y la literatura es un arte en el que hay que conjugar muchas cosas, por muy vanguardista que se sea y por mucha profundidad que se ponga en las frases, hacer literatura es crear un mundo con su rotación y su traslación no sólo describirlo, es elegir una atmósfera, un ambiente, la composición que va a tener, el ritmo y el tono que va a llevar, y la trama con sus elementos sorpresa, su nudo su desenlace, y todo ello engarzado con buena prosa y un lenguaje preciso siempre al servicio de la historia que se está contando, esos son los elementos de su albañilería, elementos que tenga el estilo que tenga la novela son imprescindibles, si no están el edificio se derrumba . No es la primera vez que se hace esta crítica en el club, ya nos pasó con Los Demonios de Teresa de Beatriz Monçó, la novela era un alarde de erudición histórica mal rematado que se estancaba en el desarrollo y que no ataba sus nudos, al menos esa opinión quizá subjetiva pero sí colectiva sacó el club. Y recuerdo que con Memorias de Adriano de M. Yourcenar sucedió un poco lo mismo, en los tres casos fueron considerados documentos históricos de grandísimo valor pero no novelas con toda la grandeza que encierra esa palabra. Intentamos disfrutar y escudriñar novelas sin maldad y como a los seres que amamos aceptamos que tengan cualidades y defectos.
Hasta el próximo encuentro,
Pili Zori

"Expiación" de IAN McEWAN

En el club de literatura Armonía que se celebra todos los miércoles a las 18,30 en el salón de actos de la Biblioteca Pública de Guadalajara estamos leyendo Expiación una insólita novela del controvertido escritor Ian McEwan que pronto veremos en la gran pantalla.
Como de costumbre desde hace una docena de años mis compañeras y yo nos llevamos a casa la grata tarea de leer cien páginas durante siete días para después poner en común, cada miércoles, durante casi dos horas, todas las reflexiones que hemos ido haciendo en solitario, o para compartir las escenas que más nos han conmovido o impactado... y siguiendo un coloquio cálido y ordenado nos vamos escuchando unas a otras sesión tras sesión hasta que con nostalgia anticipada se nos acaba la estancia en ese universo del que nos adueñamos durante unas semanas, dos, tres o cuatro, según el número de páginas que tenga la novela. Si los libros escogidos son interesantes y de gran calidad literaria ya desde su adquisición no lo es menos el epílogo que se les añade con todas las aportaciones y enfoques tan variados que hacen que las novelas leídas y experimentadas en club se hagan inolvidables.

Esta vez Ian McEwan nos ha trasladado al verano de 1935. Briony la hija menor de los Tallis, (trece años) ha escrito una obra de teatro y espera con ansiedad la llegada de León, su hermano mayor, que vendrá acompañado de su amigo Marshall para ponerla en escena y lucirse ante él, su mejor público. Cecilia, la mediana, regresó de la universidad hace unos días, y deambula por la casa debatiéndose interiormente sobre las decisiones laborales y personales que ha de tomar para su futuro porque sus notas universitarias no han sido brillantes. Y por el jardín también pulula Robbie el hijo de una de las criadas al que el señor Tallis le financia los estudios, decisión que tomó cuando era casi un bebé abandonado por su padre. Robbie ha convivido desde niño con los Tallis y participado de sus costumbres de forma natural y sin sentir ninguna diferencia de clase, al contrario que Cecilia ha obtenido las máximas calificaciones y se propone matricularse en medicina para cursar su segunda carrera. El señor Tallis, para no variar está en viaje de negocios y Emily su esposa intenta mitigar otra de sus terribles migrañas, pero cuando esta ya tiene visos de remitir el lector ve como debido a ese padecimiento ha desarrollado la capacidad de reconocer cada uno de los ruidos de la casa y por ellos sabe que ocurre en cada momento. Además del revuelo natural que supone el regreso de León acompañado de su amigo se añade la llegada de los tres primos del norte, Lola de quince años, y los gemelos Jackson y Pierrot Quinci cuya estancia se anticipa indefinida porque Hermione la hermana de Emily y madre de los tres niños se ha dado a la fuga con otro hombre abandonando a su marido.
En este arranque largo pero necesario el autor nos entrega todas las claves que más adelante irá desarrollando. Nos presenta a cada uno de los personajes casi por separado y poco a poco va tejiendo el entramado que irá vinculándolos a todos alrededor de un eje: Briony. Con maestría y apenas unas pinceladas nos da el perfil físico y anímico, (este último a mucha hondura), de cada uno de los componentes de esta familia de la alta burguesía pero sin orígenes aristocráticos y ejerce un juego de sutileza que requiere la complicidad del lector porque cuenta lo anterior y posterior al hecho que no desvela y que irá desgranando con cuenta gotas para que sea el lector el que especule, conjeture y tome posiciones y partidos sobre cada personaje, y arrastre filias y fobias que probablemente tenga que desmontar más tarde para al final llegar a la conclusión de que los verdaderos protagonistas no son ni los personajes ni tampoco los hechos sino las reflexiones que dichos hechos nos han planteado, no en vano el autor fue alumno de Ray Bradbury el creador de Fahrenheit 451.
Para no desvelar el meollo de la trama pero sí despertaros el deseo de que leáis la novela diré tan sólo que Briony, en esa frontera (la pubertad) en la que se produce la perdida de la inocencia, comete un gravísimo error, (más tarde el lector dirimirá si intencionado o inconsciente), que envía a la cárcel a un hombre bueno y noble. A partir de ahí el debate está servido, ya en la primera sesión de club y en el recorrido de las cien primeras páginas se habló apasionadamente de los malentendidos y los estragos que estos pueden producir si se dan por sentados y no se aclaran, de la percepción tan distinta que las personas podemos llegar a tener de la realidad.
La novela es un juego de muñecas rusas, de literatura dentro de la literatura, porque dentro de Expiación hay otros libros: los que escribe Briony antes y después del hecho, libros de los que McEwan se sirve para que con un recurso ingeniosísimo su novela se explique a sí misma (dicho recurso reside en utilizar la respuesta que unos editores le dan a Briony tras leer su relato Dos figuras junto a una fuente. Con los análisis y el dictamen que emiten, al lector por fin le queda claro lo que Briony omite y evade dentro de su novela que es lo mismo que esconde en su vida real), y es justo al ver ese paralelismo y esa carencia cuando el lector comprende las intenciones del autor. Hasta ese momento quizá había pensado que la falta de explicaciones podría ser un fallo de construcción, ahora ve que se trata de algo buscado a propósito. Cuando el lector escucha el pensamiento de Briony, (sobre como escribir una novela moderna y que esta se diferencie de las del XIX en que ni los personajes ni la trama sean lo principal) se refuerza aún más en la idea volviendo a comprender que Ian McEwan ha buscado otra composición, otra voz, otro estilo, y para que lo entendamos presta sus palabras a la escritora de ficción, Briony “...lo que a ella le interesaba era el pensamiento, la percepción, las emociones” nos dice la figura del narrador omnisciente y así es como se nos desbarata la expectativa de la que hablaba en renglones anteriores de llegar a un desenlace clásico en el que “el bueno mata al malo y se casa con la chica”.
Durante las sesiones de club se debatieron detalles tan importantes como el propio significado de la palabra expiación y nos preguntamos ¿qué era en realidad lo que se expiaba? o ¿quien era el que expiaba? ¿culpas ajenas? ¿propias?...
Se analizó con mucha profundidad la figura de Emily, como representante de su clase social, se le criticó su actitud evasiva que justificaba con migrañas, pero ¿realmente se evadía? Hubo controversia con respecto a ese dato. Se desmenuzaron muy a fondo sus posibles razones para consentir las infidelidades de su marido. En esta parte quiero compartir el orgullo que siempre me produce que mis compañeras de club no caigan nunca en lugares comunes ni busquen los tópicos ni lo políticamente correcto y muy al contrario entreguen siempre explicaciones que tienen más que ver con lo sincero y auténtico, por esa razón una compañera dijo que si él –refiriéndose al Sr. Tallis- había dejado de quererla pero ella a él no pues que el problema era de él y no de ella. Otra aportó, <<¿Y por qué se va a tener que ir ella y abandonar una vida por la que tanto ha trabajado si no tiene culpa de nada?>>, a lo que otra apostilló que su abuela con catorce hijos dejó a un marido que bebía y se gastaba lo que ganaba en el juego y se plantó en otra ciudad y salió adelante y todo eso a principios del siglo veinte. Quizá por ser el personaje más cercano a nosotras, en edad, fue también el más vilipendiado. En mi papel de abogado del diablo, que es el que me corresponde para que el debate no pierda brío, sugerí que tal vez recibía nuestras críticas porque nos servía de espejo y no nos gustaba lo que estaba reflejando y traté de sacarle los valores, finalmente no se salvó por mayoría, pero si se sopesaron sus rasgos de carácter y sus acciones buscando la objetividad, alegué que hasta en el psicoanálisis se atacaba duro a la figura de la madre como si la del padre no existiera y que tal vez ese concepto era un icono cultural que teníamos imbuido y que precisamente por ser nosotras mujeres deberíamos derrumbar, más adelante la propia novela explica que en literatura y a causa de la psiquiatría los esquemas que se siguen utilizando para crear y dar vida a los personajes parten de premisas erróneas. Se pusieron en cuestión los verdaderos motivos del mecenazgo del Sr. Tallis hacia Robbie, se discutió sobre si estos eran generosos u ostentosos, una compañera dijo que en cualquier caso si los motivos tenían o no un origen vanidoso el beneficio para Robbie era el mismo y por tanto ella aprobaba la ayuda. Hablamos de la envidia y de su composición de que siempre la distinguimos en los demás pero no en nosotros mismos, y de los celos entre hermanos, nos asombró como Hermione un personaje ausente podía estar tan presente, Emily ve reflejados en Lola algunos rasgos de su hermana, le asaltan los recuerdos y sin querer los proyecta contra su sobrina aunque siempre intenta ser ecuánime en sus juicios. También sacamos a colación el elitismo: ¡¡Que el hijo de una criada destaque más que los míos!! (ese pensamiento no está presente de forma explícita en el libro pero llegaron a la conclusión de que implícitamente sí, me excluyo porque sobre Emily tengo otra opinión, pertenecer a una determinada clase social no te convierte en clasista, esa es una actitud que se toma o no deliberadamente. Por supuesto que no estoy de acuerdo con la diferencia de clases, y sigo siendo partidaria de la lucha, pero ese es otro tema, de hecho en la última parte de la novela y durante la guerra Emily acoge en su casa a dos familias, a la madre de una de ellas se le o le han manchado la reputación y no le importa, aunque ese gesto no la exime de que no indagara en la acusación de Briony como tampoco exime a quienes obligados a investigar no lo hicieron ni a quienes otorgaron mayor credibilidad a la hija de un industrial que al hijo de una criada. De ahí derivamos hacia todos los inocentes que pagan cárcel y a las situaciones en las que si alguien quiere puede hacer que todo se ponga en tu contra. Después discurrimos por otros derroteros del libro preguntándonos por qué en su mundillo interno los niños se obcecan y empecinan en ocultar y callar los abusos que se cometen contra ellos, y sobre qué componentes de vergüenza y culpabilidad les llevan a distorsionar la realidad... hablamos del despecho por un amor contrariado o no correspondido en la pubertad o adolescencia...

En fin, teniendo en cuenta que van seis horas de debate y que aún queda la etapa más bonita para mí que es la de la rueda de las conclusiones finales que se realiza en la última sesión en la que se pone a prueba la capacidad de síntesis para que todas y cada una de las compañeras puedan dar su opinión ya con el libro terminado, emplazo desde aquí a que leáis esta extraordinaria novela y dejéis vuestro comentario. Y para poner el broche de cierre sólo añadiré que el enfoque de la guerra desde la mirada de Briony siendo ya enfermera, (esas profesionales a las que el uniforme quitaba identidad, pero que las hacía depositarias del sufrimiento y del horror más deleznable) me ha conmovido mucho más que las tropecientasmil novelas, películas o tratados bélicos que haya podido leer, oír y ver durante toda mi vida.
Para mí la novela parte de lo particular para llegar a lo universal y por lo tanto la expiación se refiere a todo un tiempo que jamás debió existir.
Es un logro que el autor consiga llevar al lector desde la animadversión más enfurecida contra Briony hasta la redención más compasiva. Todos podemos cometer errores que no puedan arreglarse y en el pecado ya va incluida la penitencia, y ésta en concreto es de las peores: impedir por intromisión la felicidad de alguien y torcer su destino. Creo que la novela en su trasfondo nos habla de la responsabilidad y de que nos hagamos cargo de las consecuencias de nuestros actos, -incluyendo la responsabilidad institucional- y nos habla de quien o quienes son los chivos expiatorios. Y sobre todo nos deja el sabor amargo e impotente de la injusticia, la individual y la colectiva.
Pili Zori

Comentario sobre la serie "Los Soprano" de TV

He visto cuatro temporadas de la serie televisiva Los Soprano y me ha removido cimientos anímicos que creía muy bien asentados. Para mí esta magnífica “novela cinematográfica escrita con páginas de televisión” tiene un altísimo contenido moral y ético que te pone patas arriba los esquemas: nunca voy a olvidar dos escenas cruciales:
La primera cuando la doctora Melfi, tras ser violada en el aparcamiento, (lloré lo que no está escrito) -y después de que transcurran varios días de sentimientos ambivalentes y enfrentados- se queda a una milésima de pedir la protección de Anthony Soprano en la consulta, pero no lo hace. Ahí, justo en ese punto, en esa escena se me marcó la frontera diferenciadora, a pesar de que ese sería el camino más corto y eficiente ante un sistema judicial y policía inoperantes e injustos, ella no se lo cuanta y tampoco le pide ayuda. Los guionistas consiguen de forma magistral abrir debate no sólo desde las ideas sino desde los instintos, que es donde está el quid, y lo hacen perforando la pantalla con ese dedo que pregunta en tono acusador ¿Y tú qué harías? Es magistral el modo en el que cuentan con la colaboración del espectador que constantemente se debate entre la afinidad y el rechazo. Nos ponen un espejo delante, en el que nos reconocemos, en su doble moral, en su hipocresía, en los arrebatos de ira, en los sueños ilegales… Quién no sucumbiría ante determinadas tentaciones si no le pillaran, y cuando nos tienen al borde del acantilado abismándonos con ellos, zas nos muestran la diferencia y el verdadero significado de la honradez y lo heroica y difícil que a veces resulta practicarla, porque desde la atalaya en la que muchos nos colocamos es fácil emitir juicio, pero ellos, los guionistas con David Chase a la cabeza nos sitúan en la misma tesitura y a ver qué hacemos.
La segunda escena crucial a la que me refería en renglones anteriores es la de la conversación que Carmela, la esposa de Anthony Soprano, mantiene con el psiquiatra que la doctora Melfi le recomienda dado que ella no puede tratarla por ser la esposa de su paciente, este doctor no solamente la pone a ella en su sitio, también nos coloca en el nuestro a los espectadores, y clarifica de un plumazo las distintas posiciones que la psiquiatría toma: hay una gran diferencia entre la postura de la doctora Melfi (que hace la vista gorda ante ciertos detalles, y aunque ello no menoscabe su código deontológico ni la convierta en cómplice y su honestidad en ningún momento se ponga en cuestión, sí hay un matiz que importa mucho aunque sea difícil de distinguir en ese abanico tan amplio que se ha extendido en medio del bien y del mal y que tiene el color de la media tinta, el doctor le dice a Carmela que tiene una salida, la de dejar a su marido si este no abandona su modo de ganarse la vida, ella comienza a pormenorizar con el reparto de bienes y él la corrige de inmediato alegando que para purificarse y comenzar de nuevo debe irse sin nada porque ese dinero es sucio, que a eso es a lo que tiene que enfrentarse de verdad para tomar una decisión porque si no lo hace así siempre albergará dudas y que dicha decisión ha de tomarla con todas las consecuencias, ella se pone a la defensiva y alega que él no le va a hacer ascos a su dinero cuando acabe la consulta sabiendo de donde proviene (lamento empobrecer el extraordinario diálogo y la magnífica escena, porque escribo de memoria y no puedo citar textualmente) él vuelve a corregir diciéndole que en ningún momento ha pensado cobrarle y que tampoco podrá recibirla más si sigue encubriendo a su marido. ¡Ese es el matiz que marca la diferencia entre la doctora Melfi y él!: ayuda, no se desentiende, pero no quiere su dinero manchado de sangre, además durante el encuentro deja muy claro que no comparte las teorías psicoanalíticas que hurgando en las raíces de infancia exculpan las malas acciones.
Estoy pasmada con la perfección de los guiones, el global de toda la serie y el pormenorizado de cada capítulo, me parece un milagro conjugar tanta hondura sin perder por ello el esquema de intriga y entretenimiento, que tenga las dos lecturas: la de gran público y la del espectador más avezado. Soy incapaz de catalogar el trabajo de los actores como protagonistas y secundarios porque la considero una obra coral en la que cada uno de los elementos del elenco es protagonista absoluto en su parcela. Me asombra lo bien creados y perfilados que están los personajes: se les ha dado forma de pensar, un comportamiento determinado con costumbres y continuidad en el tiempo y sobre él una evolución, la atmósfera, el ambiente de cada casa que como observó mi hija Raquel hasta la vivienda de Junior refleja por detalles tan femeninos que la decoró una mujer que ya no está, logran hasta la solera del paso del tiempo…qué Antoni salga adormilado a por el periódico cada mañana con la misma indumentaria… me maravilla como interiorizan el más mínimo detalle porque cuando duermen se les hinchan hasta los ojos y no hay espectador que dude que llevan ocho horas bajo las sábanas y que tienen un aliento pastoso, que abra el frigorífico siempre en los mismos momentos para comer embutido y que ese detalle refleje un estado de ánimo… qué Carmela vaya hasta en casa impoluta y repeinada como una Jacquelín Kennedy, (otra observación de mi hija) para reflejar un planteamiento de vida el intento de conservar una apariencia de orden y limpieza interiores…que sea tan creíble que son familia sobre todo cuando discuten con sus hijos…
En fin, podría estar páginas y páginas detallando maravillas. Pero concluiré diciendo que me parece un logro que hayan roto los prototipos de belleza y que nos llenen la pantalla de personas deseables que afortunadamente rompen el canon con sus kilos ‘de sobra’ sus narices prominentes etc etc. Seres humanos en definitiva capaces de lo mejor y de lo peor, como todos nosotros, lo que nos diferencia de ellos reside en los límites que no se pueden traspasar, una cosa es comprender e incluso identificarse con ellos y otra muy distinta justificar lo que hacen.
Doy mi enhorabuena a escritores, directores y actores de la serie y a los mecenas que creen en ella, apoyo la huelga de guionistas porque al fin y al cabo ese EE.UU. ese país enorme y controvertido de gobiernos tan criticables siempre se ha salvado por sus artistas.
Y por escoger y hacer un cierre con broche elijo a los personajes más vulnerables: Christopher y su novia, me conmueven profundamente y me parecen los más perjudicados, la escena del ensayo en el teatro cuando Crissi hace de hijo y no diferencia realidad de ficción y entrega en borbotones todo el dolor y toda la carencia, me afectó en extremo, incluido el ataque y la injusta agresividad posteriores que descargó contra el pobre actor que había encarnado a su padre en el que proyectó toda la ira y la bestialidad acumuladas y reprimidas. Y sobre todo la consiguiente renuncia a los sueños por la consciencia de que ya no tiene salida.
Y la fragilidad de su novia sintiéndose traicionada y manipulada por la agente del F.B.I. a la que creía amiga, todo ese proceso en el que se ve la tremenda soledad y prisión en la que está metida y la fina línea que separa, pero que también iguala en sus métodos a policía y delincuentes, la misma arma usada para lo bueno que para lo malo, así de simple, no hay que olvidarlo. Es cierto que todos los protagonistas incluidas las mujeres son machistas porque contribuyen con su actitud a perpetrar y extender esas ideas y conductas, pero está muy bien ver desmenuzados todos los ingredientes para reconocerlos en nosotros mismos, puede que tengamos más de los que admitimos. De paso si algo buene tiene esta serie es la inteligente y exquisita manera de contrastar las partes, los ‘buenos ciudadanos’ y los que no lo son viendo a los vecinos, abogados y médicos del ‘otro lado’ el de los legales una no sabe quien es más mafioso.

Tokio blues (Haruki Murakami)

Acabo de terminar Tokio Blues, la novela de Murakami. Considero que escribir una novela es como construir un edificio, si el edificio está bien hecho tendrá ventanas por las que el lector pueda asomarse y mirar más allá. Y en ese juego de hacer la novela mía he experimentado un montón de sensaciones y conjeturas que es más que probable que el autor no pretendiera, pero un buen lector siempre le añade epílogos a los libros que los mantienen vivos y los hacen crecer, y con esta osadía me aventuraré a compartir el mío.
Toru Watanabe, subido a bordo de un boeing 747 que atraviesa unos espesos nubarrones antes de tomar tierra en el aeropuerto de Hamburgo, al finalizar el aterrizaje escucha una versión de Norwegian Wood, y de inmediato es asaltado por los recuerdos que le trasladan a 1971 dieciocho años atrás.
El arranque es magnífico, Murakami con cuatro pinceladas crea la atmósfera nostálgica y traumática y al instante sabemos que el viaje tiene las dos lecturas: real y metafórica. En realidad es un viaje interior en retrospectiva al que se sumará el lector.
A veces resulta difícil ver los rasgos orientales en los rostros de los protagonistas, tal vez otros opinen que se debe a que el autor es un amante de la cultura occidental, puede ser, yo añadiría que además es un escritor esencial, y cuando se busca la esencia, aunque suene manido, lo local se convierte en universal y traspasa fronteras. Si además le añadimos que la trama se desarrolla en la década de los sesenta, años con iconos tan poderosos, asumidos como propios en todo el mundo y heredados por las generaciones posteriores no es de extrañar que el libro se haya convertido en el milagro de la multiplicación de los panes y los peces.
Con un lenguaje sencillo en apariencia logra sin embargo bucear por los pliegues más recónditos del alma, y pone palabras a sentimientos secretos, difíciles de exponer e incluso vergonzantes que no sacamos a la luz por lo vulnerables que nos vuelven y Murakami consigue hacerlo con garra escarbadora y valiente y apostando por la vida con todas las consecuencias después de haberlos mirado de frente.
Sus enlaces son magníficos, en la novela el viaje es constante y se realiza en distintos transportes, tren, autobús... y dichos viajes nunca son de atrezzo o para crear ambiente, forman parte del argumento, protagonizan por sí mismos, así, en el que Watanabe emprende hacia el sanatorio donde está ingresada Naoko no es casual que lo acompañe la novela de Thomas Mann “La Montaña Mágica”. Tokio Blues está plagado de hermosas sutilezas como esa, que valen lo mismo para un lector avezado que para otro que desconozca el contenido de la Montaña Mágica y por tanto la similitud del pasaje. No hay en el libro cita musical o literaria que carezca de sentido, y por supuesto ninguna ha sido elegida como alarde erudito o sólo para darle un uso cronológico.
Al ser un elenco de personajes en evolución es inevitable quererlos a ratos y detestarlos también a ratos, por eso me he sorprendido a mí misma juzgando antes de tiempo a Watanabe, me parecía un recipiente vacío que llenaban los demás, un observador de los que siempre van un paso por detrás de los que arriesgan, que sólo se ponía en marcha si alguien le daba cuerda. Más tarde comprendes que no sólo complace por inercia o bondad sino que está procesando situaciones y sentimientos difíciles de elaborar, decisiones que conllevan consecuencias, que se tiene que despojar de estereotipos para comprender una realidad inusual desnuda..., y lo está haciendo a una edad de encrucijada. El suicidio aparece inesperadamente sin ninguna señal previa: Kizuki el novio de Naoko desde la adolescencia y el mejor amigo de Watanabe se mata después de echar una partida de billar con Toru Watanabe, el papel de Watanabe entre Naoko y Kizuqui era el de favorecer la imagen de la pareja: ante él se sentían mejores y ambos por separado se aferraban a él creando así un limpio e inofensivo triángulo, pero el suicidio no es lo mismo que la muerte, ni siquiera la accidental y siempre deja una herida incurable en la perplejidad de los demás que creen leer en el acto un mensaje de demanda, de reproche o venganza que no saben descifrar y lo peor de todo es que se trata de un hecho irreversible, yo lo siento como un homicidio o asesinato aunque no deje de comprender por ello el grado de desesperación o de hastío que lleva a alguien a acabar con su vida. Más adelante y siguiendo con los magníficos enlaces que mencionaba en renglones anteriores, veremos como se repite la misma situación con Nagasawa, Hatsumi y Watanabe en un plano más evolucionado ya en la frontera de la juventud.
Todos los personajes con sus dramas internos parecen opciones para Watanabe al principio, de hecho en el universo de la novela él camina con cada uno de ellos por separado durante largos trechos sin mezclarlos, yendo de uno a otro, almacenando en su interior sus comportamientos y modos de pensar y de ser, después el lector concluirá que todos juntos parecen destinados a conseguir que Watanabe logre su madurez.
Cada uno de los personajes merecería un monográfico, por su autenticidad porque sin ser arquetipos podemos reconocernos en ellos precisamente por esa parte que todos llevamos dentro: la más genuina y libre, la que nos convierte en humanos.
Y si hubiera que escoger aunque no es fácil hacerlo, yo me quedaría con Midori, porque nunca había visto una forma más elegante de vulgaridad, ni tanta hondura revestida de aparente despreocupación, ni una coraza tan digna tras haber mostrado el alma. Su forma de reclamar el amor sin pedirlo, de provocar buscando el límite para ver si él podría amarla sin desear cambiarla. En fin no quiero desvelar pero sí animaros a que la conozcáis, junto a Reiko forman el tandem vital. Murakami ha construido unos personajes femeninos incomparables. En cuanto a la sexualidad ahí sí se nota que hablamos de Tokio, los sesenta nuestros acarreaban más culpa a pesar de que en España esa generación de mujeres tuvo que salvar muchas trampas y obstáculos hasta conseguir la naturalidad sexual con alto precio en muchos casos. En esta novela hay un sexo explícito que tiene mucho más que ver con la intimidad que con la mera excitación. De hecho los encuentros sexuales son contrastados, cuando Nagasawa y Watanabe van de caza es un modo que tiene más que ver con el desahogo físico y singular no compartido que aunque haya dos cuerpos no deja de ser una suerte de onanismo. Con Midori es la alegría, el intercambio saludable, el amor. Con Naoko lo antagónico, ella es incapaz de recibir y su tristeza es insondable. Y con Reiko es el canto, la celebración sin compromisos, el encuentro en el cruce de caminos. El sanatorio remite al de Esplendor en la Hierba, y a la filosofía de aquel tiempo comunitario de transformaciones que al final resultaron quiméricas, como la escuela de Summerhill, la antipsiquiatría... sueños que al menos la que suscribe lamenta haber perdido y admitir que no fueron realizables. Con el personaje principal me he enfadado al ver que desdeñaba la huelga universitaria tildándole de anodino carente de inquietudes, después me lo he reprochado por intolerante y dogmática, si algo quedó como poso o resultado de aquel tiempo al menos fue la capacidad de convivencia y la valoración de la pluralidad y a su modo, no contestando cuando pasan lista en la facultad pero sí asistiendo a las clases explica su postura que yo no debo descontextualizar de su espacio y de su tiempo que aunque hay similitudes, también hay diferencias, estamos en Tokio.
En la novela hay pequeñeces muy grandes: observaciones de una sensibilidad extrema y exquisita, como por ejemplo que las relaciones de pareja transcurran mucho de perfil porque los protagonistas pasean mientras hablan favoreciendo así la mirada frontal, la de cada uno por turnos y también el ensimismamiento. Hay un detalle fetiche que está presente todo el tiempo: el cabello, la melena de Naoko acariciando su piel, el pasador del pelo para indicar soltura o recogimiento. Las comparaciones precisamente para que estas establezcan las diferencias. Contarlo todo, no por incontinencia verbal sino a modo de exorcismo, (cierto es que los beneficios de esa clase de terapias se exageraron en la época convirtiéndolos así en exacerbación).Pero en la novela las palabras, el respeto a la palabra, su peso cobran mucho valor porque de ellas dependen las entregas, los daños, la enfermedad, la curación... de hecho cuando Naoko empeora es uno de sus primeros síntomas: la pérdida del lenguaje, la incapacidad para articularlas, para pronunciarlas... Pero para no apasionarme y abrumar con los detalles terminaré escogiendo alguno de mis subrayados aunque me quede con las ganas de reseñar muchos más:

Soy de ese tipo de personas que no acaba de comprender las cosas hasta que no las pone por escrito”

“...El conocimiento de la verdad no alivia la tristeza que sentimos al perder a un ser querido. Ni la verdad ni la sinceridad, ni la fuerza, ni el cariño son capaces de curar esta tristeza. Lo único que puede hacerse es atravesar ese dolor esperando aprender algo de él, aunque todo lo que uno haya aprendido no le sirva para nada la próxima vez que la tristeza lo visite de improviso”

“...y por más que te esfuerces e intentes hacerlo lo mejor posible, cuando llega el momento de herir a alguien lo hieres. La vida es así
.”

Pili Zori

26-10-2006: Presentación de la novela "Hija de..."

Fotos del acto de presentación de la novela en la Biblioteca Pública de Guadalajara.La mesa estuvo integrada, de izquierda a derecha, por Angeles Yagüe, ex Vicepresidenta y Diputada de Cultura de la Diputación de Guadalajara; Fernando Borlán, poeta, escritor, profesor de literatura; yo misma; Blanca Calvo, Consejera de Cultura de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha y Paulino Aparicio, escritor. Todos ellos en calidad de amigos que quisieron arroparme en un día tan importante para mí.







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Entrevista en Televisión Guadalajara:
PARTE 1: http://youtu.be/xqRTiJjyih8


PARTE 2: http://youtu.be/9-MfB0TOHcU


PARTE 3: http://youtu.be/pgHyyMMBY3E


PARTE 4: http://youtu.be/UoToX3PPrBs