“La letra de los ríos”, de MANUEL LEGUINECHE, FRANCISCO GARCIA MARQUINA, ANTONIO PEREZ HENARES y PEDRO AGUILAR

Leímos, durante las vacaciones de navidad, “La letra de los ríos”, un precioso obsequio del Servicio de Cultura de la Diputación de Guadalajara, magnífica edición de insólito contenido escrito a cuatro voces.
Por circunstancias familiares muy tristes, no había vuelto a asomarme por aquí, pero a pesar de que ha pasado más tiempo del acostumbrado me parecería injusto no reflejar, aunque sea muy someramente, la grata experiencia que con su lectura vivió el club.

Cuando recibí “La letra de los ríos”, mantuve el libro con incertidumbre en el cuenco de mis manos durante un buen rato, hojeaba, leía un poquito en transversal, hacia delante, hacia atrás, me detenía en las fotos… No sabía cómo iba a funcionar, -el club está acostumbrado a la literatura-, y pensé que tal vez un libro de viaje… Pero de inmediato corregí el vicio de la clasificación que tanto critico en otros porque nada más comenzar con la lectura comprendí la obviedad: que los cuatro autores se desenvolvían de maravilla, por arte y por oficio, en varios registros de comunicación, pero también, y especialmente, como novelistas. El que alguno de ellos haya sido viajero de riesgo además, para esta novela en concreto era un valor de añadidura, pero no el principal.

A priori podría parecer que lo apropiado sería hablar y destacar a los autores de uno en uno, por separado. Medité sobre ello, pero, al menos para mi, colocar ese involuntario podium de extensos y destacables curriculums sería como cometer un sacrilegio contra el espíritu del libro, porque si algo rezuma desde sus páginas es esa envidiable simbiosis de amistad que desde fuera se respira, –tan difícil de encontrar en este solitario oficio-, esa amistad que el lector intuye con fuerza unifica toda la obra como un pegamento indeleble e intemporal. Quien lee no se pregunta por la fecha en la que fue escrita cada narración.

Antes del abordaje de la lectura yo tenía otro hándicap secreto, aunque no inconfesable: la que escribe es una urbanita irremediable que ha viajado hasta recónditas ciudades remotas, pero que sin embargo, por tenerlos tan a mano, desconoce los bellísimos parajes de su provincia, una vergüenza, ya digo. Tal es la paradoja, que un buen día se encontró, (la que escribe, vuelvo a repetir, porque así en tercera persona me da menos apuro admitirlo), en un palacio de Guimaraes cinco réplicas, únicas, de tapices elaborados y expuestos en Pastrana. Como veis la penitencia ya va en el pecado.
Por tanto, dado mi desconocimiento, supe que por mucho que me documentara la impostura iba a ser evidente, así que decidí con humildad colocarme un paso atrás para escuchar y aprender de mis compañeras, y la sorpresa fue que el libro satisfizo por completo tanto a las amantes del viaje y de la historia como a las de la literatura, y tanto a las nacidas y criadas aquí como a las que provenían de otros lugares del país.

Todas supieron captar los matices de las cuatro voces, hasta el punto de descubrir bajo la vocación de estilo de cada uno de los autores también los rasgos de su personalidad.
Conozco a mis amigas de club desde hace 14 o 15 años, y como en otras ocasiones he dicho en este mismo blog, en cada sesión vampirizo lo mejor de ellas: sus opiniones. Pero en ésta recibí otro regalo más entrañable aún si cabe: el de sus raíces. Casi todas, como ya he anunciado en renglones anteriores, nacieron en pueblos de Guadalajara de los que se sienten profundamente orgullosas.
Gracias a este libro cada una habló de su lugar de origen; reconocieron, emocionadas, a muchos de los personajes citados, tan allegados que algunos resultaron ser familia, tíos, primos…
Hicieron la novela suya ampliando información, y crearon un pormenorizado epílogo que la crecía en detalles y precisiones.

Las que siempre tienen la mochila preparada propusieron con entusiasmo recorrer juntas esos caminos. Guante que desde aquí le lanzo a María Antonia Pérez León, Presidenta de la Diputación de Guadalajara, que dispuso amablemente el Castillo de Torija para el encuentro con los escritores. No estaría mal propiciar visitas de un día, o medio, según las distancias, a los distintos lugares y monumentos que describe el libro. Perdón por la osadía, pero por solicitar que no quede.

Como os contaba al principio no pude asistir, pero Plácido, Paloma y Rosa, los responsables del Departamento de Cultura se volcaron con mis chicas, como ellos las nombran, además de con los otros tres clubes invitados que también acudieron a la cita en sendos autobuses. Era una experiencia piloto en la que los tres pusieron enorme ilusión cuidando con celo los detalles, (cuando acudimos a eventos culturales tanto de la Biblioteca Pública, como del Ayuntamiento, Fundación Siglo Futuro, Diputación… a menudo se nos olvida la gran labor en sombra de los anfitriones), -no resulta fácil hacer coincidir a cuatro escritores el mismo día-, sobre todo si además andas con los dedos cruzados y mirando a un cielo plomizo que en esas fechas no paraba de escupir hielo. Ni adelantarse a los caprichos de la megafonía. Para que Manu Leguineche pudiera estar cómodo se cambió de sala y se eliminó la tarima, finalmente muy a su pesar no pudo acudir.
Por todos los esfuerzos, gracias.

Imagino que el club transmitiría a los autores que nos parecieron preciosas imágenes como la del río corriendo paralelo al tren. Esa líquida eternidad frente a la efímera y mortal sucesión de acontecimientos y personas a lo largo de su lecho y de la historia.
La fluidez de la prosa de todo el libro deslizándose como seda sobre agua. La enorme recopilación de poesía sobre “Su majestad el Tajo” (el título se lo otorgo yo con vuestro permiso).
La forma tan hermosa, en la que los cuatro describen la personalidad de cada río, sus edades e incluso su sexo…
El descubrimiento de la fábrica de chocolate que nació en un tiempo de fascinación por el progreso, las máquinas y la magia de los inventos.
En fin, seguiría enumerando las virtudes de este extraordinario escáner anímico que cada uno de los escritores con su particular interpretación y enfoque le hace a la provincia. Pero me limitaré a decir que el recorrido de catéter por sus venas de agua merece muchísimo la pena.
Con razón Mary Paz, una antigua compañera que tuvo que trasladarse a otra ciudad, siempre decía “leer es viajar gratis”.

Pero no quisiera terminar este encuentro sin decir que los cuatro escritores fueron muy valientes a la hora de elevar su personal y particular canto a esta provincia si tenemos en cuenta que “El viaje a la Alcarria” de Cela aquí pesa mucho, y aún a riesgo de que me excomulguen, lo de “pesa” lo digo en sus dos acepciones, no hay cosa peor que una lectura obligada en la infancia para que un niño se desapasione, lo siento mucho pero a mí y a esa edad no me gustaba la imagen que el posteriormente nóbel daba de nosotros, lo de valorar la prosa llegaría más tarde, pero el tufillo elitista de la trama me desagradaba. Subjetivo o no, es mi recuerdo.
No sé si alguno de los cuatro escritores buscaba la emulación o por el contrario enmendarle la plana a Cela. En cualquier caso me alegro por contraste de estas miradas nuevas, de la frescura de este viaje que ha conseguido impregnarnos de la atmósfera, los olores, la sensualidad, el cansancio, los mosquitos… y sobre todo me alegro del contagio del profundo amor por nuestro sitio, incluyendo la ironía, esa clase de autocrítica que sólo se admite si proviene de alguien de la familia, de uno de los nuestros, por sangre o por adopción, pero de nadie más y perdón por el chauvinismo, como suele decirse, de mi hijo o de mi hermana hablo mal yo, pero tú no.

Esta bellísima provincia tan invisible y a menudo tan olvidada ya tiene sus cantores, y por si alguna vez ellos se ponen tristes por la falta de reconocimiento a sus batallas hoy quiero regalarles este himno de Mercedes Sosa y Horacio Guarany para que no olviden nunca que su oficio tiene enorme importancia.


”Si se calla el cantor calla la vida
Porque la vida misma es todo un canto
Si se calla el cantor mueren de espanto
la esperanza la luz y la alegría
Si se calla el cantor se quedan solos
los humildes gorriones de los diarios
Los obreros del pueblo se persignan
Quién habrá de luchar por sus salarios
Qué ha de ser la vida si el que canta
no levanta su voz en las tribunas
Por el que sufre,
Por el que no hay ninguna razón que lo condene
a andar sin manta
Si se calla el cantor muere la rosa,
De qué sirve la rosa sin el canto
Debe el canto ser sobre los campos
Iluminando siempre a los de abajo
Que no calle el cantor porque el silencio
cobarde apaña la maldad que oprime
No saben los cantores de agachadas
No callarán jamás de frente al crimen
Que se levanten todas las banderas
cuando el cantor se plante con su grito
Que mil guitarras desgranen en la noche
una inmortal canción al infinito
Si se calla el cantor…
Calla la vida




Y ahora que terminen ellos este encuentro con sus propias palabras, hay muchos pasajes hermosos y llenos de significado para escoger, que cada lector subraye los que quiera hacer suyos, aquí dejo esta pequeña muestra:

Comen lo que se come allí por donde pasan, se guarecen de la lluvia bajo árboles copudos. Escuchan el latido de la naturaleza”.
Manuel Leguineche

Voy paseando hasta la estación, que aparece recortada y limpia al fondo de la ancha calle. Limpia, eso sí, pero también pintada a medias de color mortadela y de color panzaburra muy poco agradable. En esto del diseño, a veces te sale un creativo desahogado que te arruina un paisaje”.
Francisco García Marquina

Cada vez que desde La Alcarria miro hacia la Sierra y mi vista alcanza el Ocejón, este año tan cuajado de nieves, siento la misma y renovada emoción de pertenencia. Esa es mi tierra y mi horizonte. Pero no porque la sienta mía, sino porque yo me siento suyo, parte de su ser de su esencia, de su paisaje y de su raíz. Yo soy su hijo".
Antonio Pérez Henares.

Según baja el Jarama de la sierra va horadando el paisaje. Su látigo azul y blanco parte la tersa y negra pizarra en multitud de fragmentos que se esparcen por las laderas de los viejos picos de la sierra de Ayllón”.
Pedro Aguilar

Gracias
Hasta el próximo encuentro

Pili Zori