"Suite francesa", de Irène Némirovsky

Me he planteado diferentes maneras de afrontar esta novela, desearía separar toda la carga emocional y el peso que conlleva el trágico fin de la escritora, la potencia de su biografía y el tiempo histórico en el que le tocó vivir y morir, para que no influyan en el análisis, pero es difícil sustraerse.
De entrada he pensado que debería leer alguna obra anterior de Irène Némirovsky puesto que “Suite francesa” no pudo acabarla, pero después me he dicho que para comentar los libros de otros escritores no he sentido la necesidad de conocer sus narraciones precedentes, así que aunque todo se me mezcle en este caso, intentaré matizar con el ánimo de ser justa y no parecer ambigua ni contradictoria, y confío en que vosotros me ayudéis a colocar las piezas para que todo quede en su lugar.
Esta vez sí que es verdadero, y no recurso literario, el hallazgo del manuscrito encontrado. Gracias a Julie Dumot podemos leer esta novela. Dumot fue la extraordinaria mujer que puso a salvo de la persecución nazi a Denise y Babe, -las hijas de Irène Némirovski y Michel Epstein-, y conservó el grueso cuaderno que años más tarde Denise, la mayor, mecanografiaría con ayuda de una lupa porque su madre tuvo que escribir su borrador con letra diminuta para ahorrar papel y tinta por razones obvias de escasez y dificultades-. Tras la transcripción, Denise donó el trabajo de Irène al Instituto de la memoria de la edición contemporánea. Por suerte, el ordenador lo rescata, y en 2004 ve la luz “Suite francesa”, la novela que iba a constar de cinco partes, si su malograda autora hubiese sobrevivido.


Tanto el prólogo de Myriam Anissimov, como el epílogo resultan escalofriantes. El epílogo lo forman las anotaciones de Irène, y un epistolario. Es un privilegio poder leer sus métodos, su forma de componer, de estructurar…, el ritmo y el tono que buscaba, el trasfondo de lo que quería transmitir, todo lo que tenía pensado para sus personajes protagonistas… el magma de grandes autores rusos, maestros bajo su piel. Y después viene el conjunto de cartas con las desesperadas súplicas que Michel Epstein, el esposo de Irène, lanzaba a amigos y personas influyentes para que le ayudasen a encontrar a su mujer, sin saber que había sido enviada a Auschwitz. Es tan doloroso leer y ver en esas misivas cómo Michel Epstein se siente obligado a justificar que su familia se convirtiera al catolicismo, como explica, sin tener por qué, que Irène tuvo que huir con los suyos tras la revolución bolchevique dejando atrás bienes y fortuna; es tan duro ver cómo indica que se pongan en contacto con una amiga que es probadamente aria para que dé referencias; tan penoso mirar como escarba en retrospectiva la obra de su mujer, una escritora de enorme prestigio, para buscar posibles párrafos que pudieran parecer sospechosos de adhesión bolchevique; es tan triste su desesperación por salvarle la vida, por intercambiarse por ella… sabiendo como hoy sabemos que el enemigo ni siquiera iba a reparar en el examen de sus trayectorias y que le bastaba con que los perseguidos fuesen de origen judío para amontonarlos sin escalafones ni categorías; es tan horrible contemplar su autovejación sabiendo como sabemos desde el prólogo que tres meses más tarde también él sería asesinado, que el respeto me bloquea y en cierto modo me silencia y me amordaza. Pero debo remontarlo y dicho respeto no puede impedirme expresar mi opinión sobre el libro hoy, con toda la perspectiva que me da el tiempo, aun a riesgo de pecar de insensibilidad y ligereza.


Al parecer, Irène era muy crítica no sólo con la clase social a la que pertenecía, -la alta burguesía ilustrada-. Acotando con otros datos de su biografía vemos que dentro de dicha clase era todavía más afilada con los judíos europeos, “los suyos” como ella misma los nombraba, pero entre la autocrítica y el desprecio hay un espacio grande, además de antagónico. Así que prefiero pensar que las observaciones de Irène Nemirovsky tenían que ver más con la autocrítica constructiva que con un incipiente antisemitismo, porque tendría narices el asunto, y la trágica paradoja estaría servida.
En este punto conviene recalcar que nosotros sabemos lo que ocurrió después, pero ellos, los invadidos, desconocían las atrocidades que se iban a producir, así que no es extraño que nos asombremos si captamos entre líneas atmósferas y actitudes favorables hacia aquel taimado enemigo, tomar partido a posteriori es más sencillo. Y no estoy justificando, sólo explico, puesto que hubo resistencia francesa, y aunque no fue tanta como la historia nos cuenta, la poca o mucha merece su lugar de honor. Pero sí confieso, aunque sea políticamente incorrecta, y que ella me perdone, que he leído la novela poniendo a la autora bajo sospecha en muchos tramos. Todavía nos queda como asignatura pendiente entender por qué tantas personas se dejaron subyugar por una moral y una estética que creyeron superiores a las suyas y no escarbaron debajo.


Estamos acostumbrados a los iconos del cine, y a que nos cuenten la segunda guerra mundial casi a vista de pájaro, en global, y la autora hace todo lo contrario: detalla y baja la mirada hasta colocar la lente en el hormiguero social y escoge, -en la primera parte titulada “Tempestad en junio”-, el éxodo de tres familias de la alta burguesía parisina, con la de los Pericand, compuesta por la madre, sus cinco hijos y el abuelo, nos muestra como la señora Pericand practica “la caridad”, aunque en el transcurso del periplo irémos viendo la parte endeble de sus convicciones. También están los Michaud, padres de Jean Maríe el muchacho que lucha en el frente. El Sr. Michaud sale de París con su mujer porque ha de abandonar el puesto de trabajo que tenía en el banco. Y después viene la pareja formada por Corte y Florence, Corte es un escritor ególatra y trasnochado que vive de las reminiscencias de sus éxitos pasados, a la autora le dará mucho juego para establecer el contraste entre un mundo que se acaba, con su corriente de pensamiento y otro que comienza. Así es como la escritora va creando masas compactas de estratos sociales para unificarlos, y las coloca en un mismo camino para poder compararlos, ricos y pobres en definitiva, de ese modo nos hace entrega de la crónica, detallada a pincel fino, de sus luces y sus sombras, de sus grandezas, pocas, y sus miserias mucho más abundantes. En este tramo el enemigo es una presencia latente que todavía no ha aparecido en escena.
En la segunda parte, “Dolche”, ya vemos como los Laboire, Las Angellier, Lucille y su suegra, los Benoît, los vizcondes… conviven y alojan, por obligación, en sus casas a soldados y oficiales alemanes, que son presentados como gente amable y refinada de la que es lógico enamorarse, la única resistencia la opone Benoît y más por celos y rencilla personal que por ideas, qué casualidad que el único personaje que mata a un enemigo sea alguien con pasado político de izquierdas, y qué casualidad también que la suegra de Lucille sea presentada como una mujer rencorosa y cerrada, parece, y lo digo irónicamente, que el detalle de tener a su hijo preso se mitiga con el de que éste le era infiel a Lucille, y digo yo, ¿qué tendrán que ver las churras con las merinas? De verdad que me esfuerzo por ser justa, pero reitero de nuevo, sabiendo lo que hoy sabemos, es lógico, que a veces la novela me parezca tendenciosa, y que sin poderlo evitar me ponga en la postura de esa madre preocupada por su hijo que ve como su nuera tontea con el ocupa alemán delante de sus narices y en su propia casaen su propia casa, como si de un romance de verano se tratase, mientras su hijo podría estar pudriéndose en un campo de exterminio. Naturalmente entiendo que en esa parte en concreto la novela está contada bajo el punto de vista de Lucille, la esposa desengañada que sabe que su marido antes de que fuera apresado tenía amante fija en otra ciudad, y por tanto puedo comprender a esos dos personajes femeninos en todos sus roles: a la señora Angellier como mujer, madre y suegra, y a Lucille también como mujer, en primer lugar, como nuera despechada y despreciada, y como esposa con derecho a ser amada. Sin embargo, y sin querer entrar en contradicciones como os decía al principio, en otros momentos de mi debate interno con el libro, elimino reservas y suspicacias y pienso que la autora símplemente se limitaba a plasmar la atmósfera real que se respiraba sin tomar partido y entonces he de recordarme otra vez con fuerza que ella aún no sabía que existían lugares como Auschwitz ni las barbaridades que allí se cometían, y que su intención fue la de mirar a seres humanos frente a otros seres humanos obviando la guerra.

Los verdugos que acabaron con la vida de Irène nunca leyeron sus obras, ni pusieron lupa como ella sobre el hormiguero social para particularizar, se limitaron a crear el suyo buscando judíos para pegarles estrellas sin distintivo y a así poder reunirlos, meterlos en el agujero y aplastarlos con certero pisotón. De poco sirvieron entonces adaptaciones y colaboracionismos.
Me temo que la resistencia francesa no fue tanta como nos han querido contar, Se produjeron denuncias con nombres y apellidos sin que quienes delataban tuvieran la vida en peligro, y sin que nadie les hubiese invitado a cantar.
La novela nos relata los comportamientos concretos de una clase social en una situación transgredida para que veamos en qué trasfondo hipócrita se sostenían sus débiles principios morales, pero desenfoca, olvidándose de quien era el verdadero enemigo, nosotros con la perspectiva del tiempo y con el conocimiento de las crueldades e ignominias que luego acontecieron apuntamos bien. ¿Fue la confianza natural de las personas?, ¿la ingenuidad?, ¿la falta de interés por el debate social y político? No lo sé, cómo iba nadie a suponer… Pero esa es precisamente la advertencia que debemos recalcar: “Siempre hay que mirar debajo” como decíamos en la novela anterior “Lo que esconde tu nombre” de Clara Sánchez, y la alusión me sirve para que una vez más volvamos a confirmar que los libros se hablan entre sí, y sé que no es casualidad que ambos libros hayan caído en nuestras manos y en ese orden, primero el presente y después el pasado.
El gran valor testimonial de “Suite francesa” es el de que quien la escribía lo hacía en tiempo real y siendo testigo directo, y por muy buen oído social que se tenga nadie es adivino, y ese es mi escalofrío al leerla, porque en el soterrado de sus páginas se nota lo embaucados que estaban.

En el club debatimos mucho sobre el límite de la patria: ¿dónde está?, ¿cuál es su frontera? Reflexionamos sobre el peligro del fanatismo, y por encima de todo hicimos hincapié en el riesgo que conlleva dejar que otros piensen por ti. Los tiempos de crisis son caldo de cultivo para que se anhelen oráculos, (una compañera recordó que si vamos a la fuentes que nos narran la historia veremos los ciclos de repetición y cómo estos se nutren de situaciones y motivos similares). También tratamos de establecer la diferencia entre líderes, dirigentes, seguidores… matizando al máximo los significados de dichos conceptos; nos prometimos que no nos dejaríamos acuartelar ni adocenar, y que pasaríamos sistemáticamente todo lo que se nos ofreciera en el debate político y social por el tamiz de nuestra evaluación y nuestro propio criterio.
A la salida otra compañera me recordó la canción de Víctor Manuel que decía en una de sus estrofas: “…O aquí cabemos todos o no cabe ni Dios”. Su elección fue muy acertada.
Haber sobrevivido a un holocausto tampoco da bula para los abusos, y nadie debe convertirse en intocable por haber sufrido si después su conducta es abusiva con otros semejantes, pero esta es la otra historia que vino después, y ni estoy ni me siento cualificada para hablar del conflicto entre israelitas y palestinos, así que perdón por el inciso. Pero como si de un estribillo machacón se tratase me gustaría repetir hasta la saciedad “O aquí cabemos todos o no cabe ni Dios”, y así iría recorriendo las guerras de una en una con ese grito.

Irène y su esposo se convirtieron al catolicismo, ignoro las razones de por que lo hicieron, no sé si abrazaron dicha religión por fe o por conveniencia, en cualquier caso no seré yo quien entre a juzgar, en un tiempo tan convulso, la cobardía o la valentía bajo presión.
Sé que es difícil lo que intento expresar. Pero compartirlo aquí me ayuda a comprender. A menudo la vida me parece un submarino del que yo sólo veo el periscopio, el periscopio contempla la superficie del mar, sólo la superficie, pero el mar es muy hondo.
Suite francesa”, en mi opinión, y también en la de otros, tiene poca agilidad narrativa, no crea tensión, y le falta ritmo, no creo que mejorara si la novela estuviese acabada como la autora quería, su gran valor reside en la magnífica construcción de personajes, en la potencia de la prosa, en la visualidad cinematográfica y en la fuerza descriptiva, pero en este caso, ¿a quién le importan esas nimiedades cuando la novela ha trascendido haciéndonos viajar en el túnel del tiempo a la velocidad de la luz hasta el 17 de agosto de 1942, el año en el que fue asesinada Irène en el sórdido Auschwitz y con ella su voz. A veces se nos olvida que los libros se escriben con una misión, y esta está cumplida: es bueno que de vez en cuando hagamos un viaje de retroceso para poder avanzar. La pena es que la portadora del mensaje tuvo que pagar la entrega con su vida.
A mis compañeras la novela les ha encantado, la han considerado una obra de arte, y han quedado asombradas ante un trabajo que estando todavía sin pulir por la escritora es tan magnífico, muchas de ellas van a buscar otros títulos para conocerla mejor.
Está siendo un año extraordinario, no hay miércoles que no me vuelva a casa admirada de las sesiones de club y de el nivelazo que alcanzan, mi única pena es que mis compañeras no aprovechen este espacio para plasmar en él sus comentarios, qué le vamos a hacer, no todo el mundo sabe utilizar el ordenador, pero sería bonito que quienes se hayan quedado con las ganas de opinar o añadir algo más pudieran hacerlo aquí y de paso compartirlo con vosotros.

Un abrazo y hasta el próximo encuentro.


Pili Zori

4 comentarios:

  1. Hola Pili, primero darte la enhorabuena por la elección de esta maravillosa novela. A mí me pasa también que a la salida del club los miércoles, salgo encantada, sigo pensando en todo lo comentado y en todo lo que nos aporta cada libro, ya que al margen de lo que más o menos nos pueda gustar un libro, con las sesiones siempre se aprende algo,…detalles de los que en la lectura en solitario uno no se percata, al escuchar al resto de compañeras, se te van ocurriendo cosillas que plantear, y finalmente resultan sesiones estupendas.
    A mí este libro me ha parecido una maravilla, como decía. Me parece un retrato de la sociedad de la época, estupendamente planteado, desde lo más profundo de las personas y en un tiempo complicado, difícil, cuando los comportamientos humanos son más susceptibles de cambiar. Me ha gustado mucho la visión individual, frente a la visión global en cada secuencia. Primero nos plantea a un grupo de personas, bien en medio de un éxodo, o bien en un pueblo invadido y después profundiza en cada personaje de manera que siempre queda un pequeño resquicio de comprensión de todos ellos, a todos se les puede llegar a entender.
    A mí me han marcado especialmente dos frases de la novela, que no puedo citar textualmente.
    En la primera la Señora Pericand explica a sus amigos que ella misma cuida de su anciano suegro porque piensa que los pobres ancianos impedidos sufren si los tocan los criados.
    Y en la segunda, la vizcondesa en un diálogo interno tras la discusión suscitada cuando sorprende a Benôit robando, tiene un pensamiento algo así como que se alegra de que los alemanes hayan llegado, ella que presume de ser tan patriótica, porque si no, adonde íbamos a llegar, asustada por el hecho de que los campesinos empezaran a prosperar y a “quitarles” su puesto en la sociedad. Las cosas debían mantenerse como hasta ahora, y los alemanes les podían ayudar en ello.
    Me sorprende muchísimo el esfuerzo de estas dos señoras por mantener su estatus, aun estando rodeadas de personas que sufren. El poco sentido de la empatía en las clases altas es otro protagonista de este libro.

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  2. Gracias Marta, siempre es una alegría verte asomada por aquí, y de algún modo una preciosa muestra de lo que entre todas cocimos en el club, tu opinión cae desde el matraz dejando una esencia pura. Un abrazo querida amiga. Pili Zori

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  3. Hola Pili:
    acabamos de terminar este libro.En general le ha gustado mucho al grupo.La pega que hubo fue para el final que calificamos de cojo, incompleto, precipitado, etc. pero es lo normal tratándose de una novela que sabemos de antemano que no está acabada. Destacan las descripciones minuciosas que hace de la naturaleza: flores, gatos, abejas... inundan la obra. Éstas son utilizadas para describir el estado anímico de sus protagonistas. I.Némirovsky profundiza en la psicología de sus personajes, se aprecia una clara influencia de las novelas rusas de autores que ella bien conoce: Tolstoi, Dostoievski ... Se muestra fría al tratar el desenlace de algunos personajes como la muerte de Philippe, sabe guardar la distancia respecto a los hechos acontecidos en Francia y, por eso quizás, logra dar al relato ese toque de ironía y humor que a veces encontramos, es crítica especialmente con la alta burguesía y la aristocracia, ej: señora Péricand, vizcondesa de Montmort, Ch. langelet etc y muy dura con algunos personajes femeninos.
    Así hemos encontrado el estilo de Irene N. y lo que más nos ha llamado la atención es la originalidad con que trata el tema bélico; no habla apenas de batallas sino de lo que no se suele contar : el punto de vista y la situación de todas esas personas que no están en el frente y sufren igualmente la guerra y sus consecuencias. Además nos hace no olvidar que en la propia guerra, e incluso entre adversarios, a veces sentimientos como el amor prevalecen sobre otros como el odio.
    Un abazo muy grande para ti y nuevamente gracias mantener este blog. Arantxa

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  4. Gracias Arantxa, me honran mucho tus visitas. Por personas tan interesantes como tú y tus compañeros merece la pena cuidar este pequeño espacio. Podeis utilizarlo no sólo para hablar de los libros que reseño, también vuestras recomendaciones y vuestras opiniones sobre otras lecturas nos enriquecerán. Un fuerte abrazo. Pili Zori

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