"La balada de Iza", de MAGDA SZABÓ

Tras la muerte de su padre, Iza decide hacerse cargo de su madre. Resuelta a evitarle sufrimientos, toma las riendas de la situación y se encarga de todas las cuestiones prácticas: organiza el entierro, vacía la casa familiar, se deshace de todo lo viejo y le ofrece una nueva vida junto a ella en Budapest. Sin embargo la anciana que en un principio se muestra profundamente agradecida, es incapaz de adaptarse a las comodidades de la vida moderna y a la falta de responsabilidades en el universo perfectamente organizado de su hija. En un ambiente cargado de buenas intenciones y pequeñas vejaciones, la incomprensión y la irritación se apoderan de su relación, hasta el día en que la madre decide volver al pueblo, una decisión que tendrá fatales consecuencias.
La ‘Balada de Iza’, la nueva novela de la autora de ‘La puerta’, reflexiona sobre los silencios que sofocan la vida doméstica y sobre la dificultad de amar y de comprender al otro
”.

(Resumen extraído de la contraportada de la novela perteneciente a la editorial Mondadori
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La balada de Iza” debería titularse “Balada sobre Iza” o “La balada que se refiere a Iza” porque no es ella quien la ha compuesto ni quien la canta. De lo que siente Iza sabemos poco, de ella hablan los demás personajes que nos cuentan como les afecta o infecta el espartano carácter de la amable, eficiente y prestigiosa doctora especializada en reumatología. En realidad "La balada de Iza", (además de hablarnos sobre la incomunicación, sobre la inadaptación, sobre la ruptura generacional y el antagonismo entre el mundo rural y el urbano, además de denunciar los inconvenientes de deshumanización que proponen y producen los tiempos modernos llenos de falsas comodidades a las que sirves tú y no ellas a ti), es un juicio sumarísimo contra Iza. Y el diagnóstico en este caso, ya que andamos entre médicos -puesto que Antal, el ex esposo de Iza también ejerce la medicina- es el de egoísmo.

Como soy tan amiga de las causas imposibles, he tomado la actitud de quien, tras haber escuchado a todos, menos a Iza, les pregunta: ¿Y vosotros?, ¿estáis libres de pecado?, ¿podéis tirar la primera piedra?
Para no despistar aclaro que voy a desordenar la novela empezando por las conclusiones finales a las que van llegando los personajes, pero no olvidéis que la relación principal es la de madre e hija durante ese delicado y difícil periodo de tiempo en el que los hijos ya nos tenemos que hacer cargo de nuestros padres cuando estos empiezan a ser dependientes y los roles, por fuerza mayor, han de quedar invertidos. Es una etapa complicada y desgarradora en la que surgen conflictos de intereses, en la que hay que señalar límites y liderazgos para conciliar la convivencia, y en la que se ponen en cuestión las prioridades, pero demonizar sólo al miembro familiar que ha de tomar las decisiones es muy fácil, y cargar sobre él culpas y responsabilidades dejando que la sociedad y el estado se vayan de rositas es paradójico. La familia no está licenciada en geriatría y hace lo que puede y lo que sabe, no puede trasladar el entorno entero del anciano para que no extrañe, qué más querría, y el día tiene 24 horas, y además de cuidar a ese ser tan querido hay que trabajar dentro y fuera del domicilio. Nadie puede dar clases de vitrocerámica y monomandos a personas de una edad en la que ya no se aprende, no se fija ni se sujeta lo nuevo, en la que es casi imposible eliminar hábitos y costumbres de otro tiempo que se han incrustado en los genes, que forman parte de tu vida. Todos envejeceremos y al igual que Etelka tampoco comprenderemos las nuevas formas de relación, ni las novedosas tecnologías aplicadas a los hogares y a la calle. La esclavitud no se ha erradicado, tan sólo están mejor decoradas las jaulas, y los trabajos son muy absorbentes, por eso es una realidad y no una disculpa que no se pueda prestar la atención debida ni la demostración de amor deseada a nuestros padres, nuestros hijos, nuestros hermanos, nuestros amigos…

Lo mejor de esta novela precisamente es ese dedo metido en esa llaga: cómo vamos a resolver la longevidad y las enfermedades sin haber creado los espacios apropiados, ni las profesiones que nos ayuden a todos a entenderla y sobrellevarla, -en la casa y fuera de ella-, cómo vamos a conseguir que los políticos y empresarios tengan en cuenta en sus programas los sentimientos de las personas. Sí, lo he dicho bien, los sentimientos son el motor individual y colectivo que pone en marcha el mundo, son los que te llevan a las urnas, los que te hacen fundar un hogar o construir una escuela, un hospital… Las ideas y los principios se sustentan en ellos y ellos son los que las difunden; obviarlos o considerarlos de segunda es un craso error, al igual que la ciencia sin la palabra no puede expresarse, y la palabra necesita el vehículo de la ciencia para extenderse, (cómo si no se fabrica un libro, cómo si no se explica una ecuación), el hombre y la mujer se hacen humanos porque sienten. Se acabó el tiempo de separar por compartimentos, la vida es una interrelación en la que ningún cometido es más importante que otro, y cuando vamos a trabajar vamos con todo lo que somos, no nos volvemos máquinas de repente.
Es cierto que como Iza, hay muchas personas con una imagen pública muy generosa que sin embargo están secas por dentro, que son incapaces de darse a sí mismas o incluso de recibir, casi siempre son criaturas consagradas al trabajo, que, repito, no saben darse a sí mismas, pero sí entregan a cambio toda su sabiduría y su capacidad profesional a los demás. Reprocharles su carencia es como criticar a un manco por haber nacido sin brazo, como con gran acierto nos dice Lidia, la enfermera, refiriéndose a Iza cuando finalmente consigue mirarla por dentro.
Como no pretendo hacer un análisis literario sino compartir con vosotros los efectos que me ha producido la lectura de esta balada de Magda Szabó, daré rienda suelta a mi subjetividad y ésta me dice que la novela esconde una enorme injusticia: nadie le comunica a Iza lo que hace mal, simplemente se alejan de ella dándola por imposible. Probablemente tengan razón y ellos sepan mejor que yo que Iza no tiene arreglo y que permanecer a su lado les destruye, pero todos tenemos derecho a que nos echen una buena bronca, sólo después de haberla recibido estamos en igualdad, si el otro no reacciona entonces sí nos podemos ir, pero las cartas han de quedar boca arriba. Lo que ocurre es que a menudo escondemos la cobardía tras las buenas formas, detrás de una bronca puede haber distanciamiento o ruptura, pero hay que tener generosidad y estar dispuesto a apechugar con ello. Antal abandona a Iza sin decirle nada, y encima se va silbando, leemos sus pensamientos, pero ella no sabe por qué se marcha. No pretendo ser tendenciosa, pero hay un pasaje en el que Lidia, el nuevo amor de Antal, observa que en la clínica éste siempre le estrecha la mano a Iza como si fuera un hombre, me he asomado por ese resquicio e insisto, no quisiera ser sesgada, pero la novela se publicó en 1963 y tal vez la autora, Magda Szabó, aún siendo progresista y sin darse cuenta todavía se encontrara imbuida en una soterrada desigualdad y por eso su personaje Antal como muchos hombres de la época no estaba listo para tener al lado esposa y colega al mismo tiempo. A menudo se confunde el amor verdadero y los cuidados sinceros con que te quieran preparar la cena, disculpadme la ironía, y si tienes un concepto laboral con escalafones verticales de superioridad e inferioridad tal vez busques a quien te pueda admirar y sin embargo huyas de quien pueda competir contigo o incluso destacar sobre ti, pero esto no es más que una hipótesis maliciosa mía, el libro ni siquiera la plantea, Antal era el que hacía la cena y además se queja, seguramente con razón, de la frialdad de su esposa y de no ser correspondido en el amor, pero para no meterme en un jardín prefiero que le escuchéis a él y así podréis opinar por vuestra cuenta:

La contemplo mientras dormía. Su rostro volvía a ser el de la joven Iza, la chica pálida, agotada de tanto estudiar, dócil, triste y sufrida. La hermosa frente, las cejas, los ojos de Vince, y la nariz chata, los labios aniñados y la barbilla suave de la anciana, todo en un mismo marco”.
“Te amaba –pensó Antal-, te amaba como nunca he querido ni querré a nadie, te amaba sin condiciones, sin reproche alguno. Yo siempre fui tuyo y tú nunca fuiste mía, estabas lejos de mí incluso cuando te tenía entre mis brazos. Por las noches a veces me entraban ganas de sacudirte para que despertaras, gritarte para que me dijeras la palabra que te hiciera ser tu misma, que te salvara, y que me indicaras la dirección por donde ir para poder encontrarte. Cuando comprendí que simplemente eras egoísta y que a cada uno le dabas un trozo de ti misma para que no te molestara e interfiriera en tu trabajo, rompí a llorar. No me oíste, y si me oíste pensaste que sería un sueño, porque sentías amor y respeto por mi y, según tú, un hombre nunca debe llorar”.
“Sabía que debía dejarte antes de que me infectaras con el tremendo rigor y disciplina con que te defiendes a ti misma y a la tranquilidad de tu trabajo, antes de fundirme en ti y empezar a ver las cosas a través de tus ojos, y llegar a pensar yo también que Dorozs no es más que agua, un balneario de vidrio y hormigón, una fuente de divisas, y no una desesperada necesidad de justificar la existencia del antiguo manantial, el anhelo infinito de compensar todos los sufrimientos del pasado y hacer por fin justicia”.
“No podía seguir viviendo contigo”.
“Cuando te conocí eras como un pequeño soldado que marchaba con aire resuelto a la guerra. Estabas junto a tu padre, el mendigo más magnánimo de todos los tiempos, y pensé que tu también eras como él, que tu también te entregabas a los demás como hicieron aquellos dos seres inocentes que vivían a tu lado, nunca he conocido a nadie más avara que tú la generosa, ni tampoco más cobarde
”.

Cuando leáis la novela comprenderéis lo que significa el balneario para Antal.
Es cierto que hay personas con dureza de corazón, pero me parece excesivo lo mal parada que sale Iza y tal vez por ello he querido entrever, aunque la novela no lo diga, que a Iza le deja una marca muy dolorosa la humillación que le infligen al padre al arrebatarle arbitrariamente su trabajo y su título. Ante esas circunstancias cada hijo puede reaccionar de diversas maneras, puede sentir incluso inconfesable vergüenza, rabia por la pobreza impuesta…, a cualquier chica joven le molesta presentarse en la universidad con ropa anticuada aunque en privado admire a su madre por la creatividad de los remiendos. Tal vez ella quiso demostrar que era intachable y de forma vengativa aunque inconsciente llegar lejos para resarcir así a la familia de ese estigma inmerecido y tapar la boca de muchos de los que le dieron la espalda a su padre, esa conducta requiere una gran dosis de orgullo y de voluntad férreos, y puede crear una coraza infranqueable. El menosprecio causa estragos, el corazón no se vuelve duro de repente y no la estoy exculpando, cada cual que aguante su vela, de hecho ante las mismas circunstancias adversas las personas se convierten en malas o buenas, unas se abren y otras se cierran, y perdón por la simpleza. Pero hay un detalle revelador que apoya mis especulaciones: cuando Iza va por primera vez a la universidad se muestra autosuficiente, altiva y distante con Antal hasta que éste le dice que conoce y admira a su padre. Os muestro el pasaje:

“-Conozco a su padre –dijo Antal"
"El rostro inexpresivo de Iza se volvió hacia él, mirándolo de frente. La soldado era capaz de sonreír como una chica normal."
"-Durante años fue él quien me compró los libros por navidad, ¿lo sabía?"
"La chica negó con la cabeza. Se llevó la mano izquierda a la garganta, como si no confiara en sí misma y tuviera miedo de soltar algo que sería mejor callar."
"-Todos los años donaba doce pengós a la escuela. Desde que tenía dieciséis años el director me los entregaba a mí. ¿No se lo había dicho su padre?"
"La chica volvió a negar, esta vez con la mirada."
"-Una vez llegué a verlo cuando trajo el dinero. Entonces se le veía joven, más ágil. Caminaba a paso rápido entre los montones de nieve de la plaza Donator, no fuera a ser que alguien lo parara para agradecérselo. ¿Tampoco ahora piensa dirigirme la palabra?"
"Las facciones de la joven soldado se suavizaron, y sus rasgos adquirieron un aire infantil."
"-Mamá le daba tres pengós al mes para gastos –dijo la hija de Vince Szócs, a mí me entregaba uno; con otro algunos domingos se compraba un periódico, le gustaba mucho leer la prensa. No sé qué hacía con el tercero. Entonces, ¿lo guardaba para ti?"
"Ya le tuteaba, le tuteaba con la misma naturalidad que a un hermano.”


La infancia pobre de Antal fue de otro tipo, él no tuvo un descenso social como Iza, siempre fue pobre, su padre era aguador, transportaba el líquido hirviente del manantial termal y lo llevaba a las casas. El hombre para el que trabajaba disponía de una flota de 150 carros cisterna, algunos tenían las cubas en muy mal estado, y un mal día yendo por un mal camino reventó una de ellas abrasando a su padre mientras intentaba ajustar bien el grifo tras el traqueteo. Murió en el hospital al poco tiempo de ser ingresado. Antal no conoció a su madre, sólo supo, a través de su abuela, que se había tenido que ir a la ciudad. Más tarde comprendería las connotaciones de la explicación en sordina. A los abuelos les indemnizaron para encubrir el trágico accidente, y en el escalafón más bajo de los aguadores emplearon al hombre y al nieto, así que Antal se crió entre barro sin permiso para adentrarse en las casas de los ricos, -la pobreza es muy amenazante-, un golpe de suerte haría que el caso del desafortunado accidente años más tarde volviera a salir a la luz y de nuevo el responsable se ocupara de enmarañar los datos a su favor. Para lavar su imagen sacaría del barro al niño y se ocuparía de sus estudios, así fue como Antal entró en el internado. También él, al igual que Iza, sacaría el orgullo para renunciar a la falsa caridad y ganarse el sustento por sí mismo. El muchacho desarrolló un sexto sentido para distinguir a los seres honrados de los que no lo eran, por eso admiraba a Vincen, el padre de Iza. Y cuando se casó con ella y vivió con sus suegros, que lo amaron como a un hijo, por primera vez pudo experimentar la felicidad de pertenecer a una familia con principios. Por eso adquiere la casa, a pesar de estar divorciado, cuando su ex suegra se va a vivir con su hija a Budapest, para remozarla, pero también para conservarle en secreto a la anciana los enseres tan queridos y proponerle, si las cosas no van bien como supone, que viva con él y con Lídia, su nueva mujer.

Como veis tanto Antal como Iza nos muestran sus carencias y el modo en el que intentan compensarlas. Y es precisamente en este punto donde me atrevo a rizar el rizo para preguntar ¿qué entiende cada cual por egoísmo?
En cuanto a la madre, protagonista principal de esta historia, diré que nadie es malo del todo ni bueno del todo, es cierto que Etelka nos parece un ser entrañable y desvalido, pero de algún modo la novela nos dice que mientras tengamos facultades mentales debemos tener capacidad de decisión y valentía para saber expresarnos, y ella no tiene ninguna de las dos, por eso la novela, aunque se incline a su favor, también es un alegato contra la torpeza, los bloqueos y el miedo. Claro que hay personas fuertes y dominantes que subyugan, tal vez no pueden evitarlo, pero por mucho que te ‘vampiricen’ o alienen, queriendo o sin querer, también tenemos la obligación de salvar esa barrera, cada cual con sus medios. No toda la comunicación ha de ser verbal, pero para que el otro se entere de algún modo hay que saber explicar, saber decir lo que te afecta o te duele.

El club terminó el miércoles pasado y me propuse adelantar lecturas durante el verano para tenerlas preparadas en la temporada que viene que como cada año comenzará en octubre, casi todas mis compañeras, incluyéndome, estamos pasando o hemos pasado ya por esa etapa de cuidar a nuestros padres, la mayoría en peores condiciones que Etelka la madre de Iza. Sé que la lectura del libro será muy delicada, porque podemos identificarnos con las dos protagonistas y sufrir por ello doblemente ya que por edad estamos justo en el medio. Pero si me quedé leyendo hasta el amanecer es porque el libro importa. Durante su lectura no sabía si el efecto que me estaba haciendo era contraproducente o beneficioso, pero el caso es que no podía parar de leer, hace muy poco que he perdido a mi madre y a veces me parecían reproches suyos los de Etelka. Sé que tenemos un radar que lo capta todo aunque no siempre sepamos descifrar lo que recibe, y no me da miedo que la vida se exprese en pasado, en presente y en futuro al mismo tiempo y que las herramientas que escoja para hablar parezcan o sean sobrenaturales, estar sobre lo natural tampoco es para tanto, sólo es estar encima, un poco más arriba. Sé con certeza que el mensaje de mi madre jamás sería negativo, así que resulta evidente que la enseñanza del libro no se refería al pasado, sino al futuro que hay que preparar en el presente, así es que al menos por esta vez sí que supe descifrar la información del radar: el libro tiene dos puntos de vista y dos enfoques, el del cuidador y el de el cuidado, y yo me quedo con el segundo, que tanto si la autora lo pretendía como si no, de forma consciente o inconsciente nos viene a decir que hay que saber envejecer, asumir la soledad sin miedo y mirar con realismo tu estado físico, anímico y mental para poder solicitar un buen lugar de acogida que a ser posible no se coma como un buitre el pequeño legado de tus herederos y realizar el trámite a tiempo. Si no te queda más remedio que pedir ayuda y ponerte en manos de los hijos, parcial o totalmente, es importantísimo haber desarrollado la capacidad de adaptación y pedir que te expliquen con claridad cuál es el plan y después rogar al cielo para que te dé lucidez hasta la muerte.
Hay que estar preparado y mirar de frente. Mi madre lo estaba hasta que le llegó el Alzheimer.
Creo que nuestra generación está siendo superficial, ñoña e irresponsable y que hay que asumir los cambios y no quedarnos ahí a verlas venir pinchándonos botox y llenando gimnasios como si el paralizante líquido y los músculos reactivados fuesen a retrasar algo, en la cabeza no hay bíceps ni abdominales ni tríceps. Hay que buscar soluciones que nos involucren a todos sin que el planteamiento sea deprimente sino ilusionador, para que hacerse viejo no aterrorice. Parece mentira que Magda Szabó que murió en el 2007 nos lo esté avisando desde 1963 con este prodigioso libro.

Un fuerte abrazo y hasta el próximo encuentro.
Pili Zori

2 comentarios:

  1. Querida Pili:
    nosotros también leímos hace meses La balada de Iza. Creo que es uno de esos libros que dejan huella, que no se olvidan. Me ha encantado cómo profundiza la autora en los sentimientos de sus protagonistas, cómo narra desde diferentes perspectivas dando una rica visión de Iza y su mundo. Es una novela que te hace reflexionar y acercarte al mundo de los mayores, te obliga a pararte a pensar en ellos y en la forma que tienen los demás de ver las cosas. Me gustó muchísimo esta balada.
    Un beso, Arantxa.

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    1. Queridísima Arantxa: verte asomada por aquí es como recibir un precioso regalo.
      Gracias por compartir tu experiencia, las visitas me ilusionan pero la entrega de comentarios me emociona mucho más. Y los tuyos especialmente me enorgullecen, sé que tu club crece a todos los niveles: savia nueva, desarrollo personal y literario y una corriente de afectividad potente que se produce gracias a ti, a tu amabilidad innata que sabe crear la atmósfera cálida y apropiada y que nace de tu elegante corazón. Da un abrazo a tus compañeros y diles que de los preciosos cactus que me regalasteis están brotando unas maravillosas flores tan singulares y exóticas como ellos y como tú. Os q m Pili Zori

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