"El mar, el mar", de IRIS MURDOCH

Lo prometido es deuda. Aún no he compartido con mis compañeras la última sesión de club en la que como otras veces he dicho hacemos una rueda de conclusiones finales. Dadas las fechas y el número de páginas es posible que tengamos que esperar hasta después de las vacaciones de navidad para ponerlas en común, pero me apetecía asomarme por aquí, sentiros y expresar ante vosotros las mías.

Cogí el libro a ciegas por la recomendación de una amiga con gusto literario y cinematográfico exquisitos que acude y pertenece a otro club. Me dijo que en el suyo había funcionado muy bien y me regaló uno de los párrafos que había escogido y que atesoro con especial cariño.


29 – Julio -2010
“El pasado entierra al pasado y debe terminar en silencio, pero puede ser un silencio consciente, que permanece con los ojos abiertos”. (El mar, el mar. Iris Murdoch.)
Para ti Pilar, por tu cariño y atención hacia la “troupe”.
P.F.

El protagonista de "El mar, el mar",  Charles Arrowby, un famoso y encumbrado dramaturgo que ha ejercido todas las facetas del teatro -encima de las tablas como actor, delante de ellas como director, y detrás como escritor- tras una larga trayectoria laboral salpicada de amores infructuosos decide abandonar las bambalinas y retirarse a un apartado y hermoso rincón de la costa londinense con la intención de escribir sus memorias y tal vez de purificarse. El oleaje del mar se encargará de poner la música de fondo a su auto-psicoanálisis devolviéndole con la marea su vieja mochila con todos los fantasmas del pasado y horadando con su sal en las heridas mal curadas.

Dicho así podría parecer que la novela se limita a hacer balance de su vida de una forma ordenada y cronológica, pero nada más lejos.
En la primera sesión, muchas de mis compañeras se quejaron.

-¡Cien páginas sin que ocurra nada, limitándonos a ver casi en tiempo real, lo que compra lo que cocina…!

Preocupada les dije que no habría problema en cambiar de libro, que le dieran de margen otra semana y que si con doscientas páginas seguían experimentando el mismo tedio lo devolvíamos y no pasaba nada.
Me dedico a la animación a la lectura y con una novela de 730 páginas hay que sopesar en la balanza los riesgos de deserción, y como siempre queda la posibilidad de leer el mismo título de forma individual la novela seguiría estando disponible para quienes quisieran continuarla en solitario.
Suelo hacer mucho caso a las primeras impresiones del club, mis compañeras son lectoras avezadas y tienen mucho ojo para los desequilibrios tanto de trama, como de ritmo, prosa, composición, credibilidad… En ese momento llevábamos el mismo ritmo de lectura, como coordinadora suelo tener el libro leído de antemano, pero en esta época y desde hace algunos años también cumplo con otro compromiso literario, así que no había tenido tiempo de adelantarme y me faltaba la idea global tras la lectura completa.

Durante el resto de la semana me quedé pensando que por mucho que nos ofrezcan como oro molido una obra artística si la despojamos de los contaminantes buenos, como son los del currículo, que ya enumeré sobre la autora en la entrada anterior al hacer el comentario sobre la película Iris (su relevancia intelectual como filósofa; su valentía vital, social y política alimentada desde la infancia en escuelas progresistas; los manantiales artísticos y científicos de los que había bebido -como los grandes maestros rusos, su pasión por Sakespeare, su interés por Freud- y que el Reino Unido le debe gracias a sus traducciones el haber podido conocer la obra de Jean Paul Sartré), lo que queda es la novela en sí, sin más añadidos que el paso del tiempo, y el lector es soberano a la hora de apreciar lo que tiene entre las manos y dueño absoluto de su criterio sin que ningún oráculo tenga que conducirlo o convencerlo. Así que si el club le veía fallos tal vez “El mar, el mar” no fuera oro molido.

A la semana siguiente la sorpresa fue que a muchas de las que no les había gustado la primera sesión ahora les encantaba la segunda, nunca nos había ocurrido algo así, lo achaqué a que quizá en un libro tan extenso también la división de las partes comprendería más páginas para obtener el equilibrio y la simetría buscados y que por ello el arranque había sido largo. Era cierto que el comienzo estaba lleno de preámbulos, tal vez porque el protagonista se demoraba en abordar el inicio de sus memorias, le daba miedo enfrentarse a sí mismo, pero en justicia diré que precisamente esas reiteraciones, esos rodeos, ese afán por entretenerse con la intendencia para no afrontar su problema principal creaban la atmósfera y subrayaban su estado de ánimo: Charles no sabía por dónde empezar. Pero nosotras, sin darnos cuenta, estábamos asistiendo en ese vaivén de recuerdos desordenados en apariencia no sólo a los hechos de su pasado que llegaban hasta la orilla sino a cómo estos le afectaban, nos estaba concediendo el honor de escucharle tras el diván, por tanto ¡sí! estaban ocurriendo cosas en esa aparente calma chicha aunque no lo estuviéramos percibiendo de forma consciente. En ese proceso de escarbado estábamos teniendo el privilegio de ver lo que sucedía a su alrededor al mismo tiempo que él intentaba escribir, y hacer eso en literatura es muy difícil. Por decirlo de un modo sencillo: es algo así como manejarse en varios planos a la vez sin cortar escenas, ni salirse de ellas.
Poco a poco iban apareciendo los distintos personajes que perturbarían el aislamiento escogido por el protagonista, todos ellos, como en el teatro, se presentaban por orden de intervención y con aparatosa grandilocuencia histriónica. Una de mis compañeras dijo:

-Lo que en realidad escribió Iris Murdoch no fueron las memorias de este señor sino una obra de teatro.
A lo que otra añadió:
-Exactamente, pero con personas reales. Charles Arrowy es un director, déspota, manipulador y ególatra, que se está montando su película tal y como a él le gustaría que fuese su vida y quiere que en ella todos bailen a su son y ejecuten el papel que a él se le antoja.

Y en esas deliberaciones especulativas estábamos cuando de pronto en el reparto apareció su antiguo amor de juventud para convertirse en el eje del conflicto emocional que iba a marcar el punto de inflexión, aunque ya antes nos había sido presentada a través de sus recuerdos. Hartley abandonó a Charles sin darle explicaciones antes de que él se marchase a la universidad, más adelante veremos si en realidad se las dio y si él supo escucharlas o no. Hartley está casada tiene un hijo adoptivo y vive desde hace años precisamente en ese pequeño lugar que él ha escogido para retirarse. Tras espiar bajo su ventana una discusión de Hartley con el marido decide que ella no es feliz y se dispone a secuestrarla. Para entonces en el club ya se había suscitado un debate apasionante sobre las conjeturas, en el cual nosotras también conjeturábamos.

La autora con mano maestra nos cuenta la historia tal y como el protagonista la ve y cuando ya hemos dado por ciertas las sospechas y hemos hecho el juicio sumarísimo gira la tuerca y nos hace comprender que él protagonista estaba equivocado y que nos habíamos basado en sus subjetivas hipótesis e imaginaciones, a partir de ahí el lector mira y escucha con cautela, por creíble que parezca lo que lee se empieza a preguntar ¿será verdad? y aguarda y agudiza todos los sentidos hasta obtener más datos.
Algunas de nosotras coincidíamos en que la novela tan pronto parecía un vodevil con puertas que se abren y se cierran sin parar, como un culebrón con lenguaje de calidad…, o nos remitía a toda clase de novelas ya leídas, sesudas unas, ligeras otras… sin que termináramos de pillarle la clave de suspense, de comedia, de drama o de tragedia.
Fue ese desconcierto tan saludable el que me hizo pensar que estábamos ante algo nuevo e insólito y que tal vez por ello nos sentíamos desorientadas y de ahí el afán de buscarle a la novela el género para sentirnos más cómodas y poder aferrarnos a lo conocido.

Lo cierto es que aunque la novela maneja todas las herramientas abocadas al entretenimiento superficial el libro no pierde un ápice de su profundidad ni de su planteamiento existencial ni filosófico. Como tampoco le faltan elementos humorísticos, góticos… Puede que “El mar, el mar” sea la mezcla de todos los géneros y que tras pasar por el matraz se destile en una nueva esencia con envase decimonónico con contenido moderno de novela por entregas.
En ella salen a la palestra las relaciones de poder con todos sus matices como por ejemplo los elementos sadomasoquistas que todos llevamos dentro en mayor o menor medida, ambos extremos son armas de dominio que manipulan y encarcelan.

“Qué interesante, es revelador lo fácil que resulta asustar a la gente, desconcertar a alguien, perseguirlo y aterrorizarlo hasta hacerle perder la cabeza y convertir su vida en una pesadilla. No es de extrañar que florezcan los dictadores.” Nos dice uno de los personajes en la página 95.

El mar, el mar” también toca a la pareja y sus infiernos y estudia su variedad. Para ilustrarlo están Pamela y Perry en la escena del escupitajo o Lizzie y Gilbert, homosexual con el que Lizzie encuentra un modo de vida amorosa, tranquila y amable.

Habla de la venganza, de la hipocresía, de los celos soterrados. El lector se pregunta por la increíble y sospechosa amistad que Charles y Perry conservan a pesar de que Rossina, la primera mujer de Perry se fuera con Charles para que en poco tiempo éste cambiase de capricho y la dejara tirada en la cuneta, y ese “civismo” en el que Perry manifiesta “En realidad me quitaste un peso de encima”, lo atribuye a la tan manida flema británica. Más adelante saldrá de su error, hasta ahí puedo contar.
La novela también contiene un buen análisis sobre la verdad o la mentira del teatro; sobre Irlanda; sobre si dicha verdad se encuentra en el arte; sobre si el poder espiritual lo otorgamos o existe en sí mismo…

En resumen la alta burguesía y sus líneas de pensamiento son llevadas a examen, sobre todo desde su vértice aparentemente más bohemio. En el desenlace cada personaje ocupa su verdadero lugar. Rosina sin ir más lejos, entra en política diciéndonos que con los buenos discursos se convence y se dirige fácilmente a las personas y nadie mejor que una actriz para hacerlo y Murdoch se nos transparenta entre las líneas y podemos escuchar con nitidez su voz susurrada desde el patio de butacas que nos murmura al oído con sorna:
-No te engañes querido lector la camaleónica clase dirigente siempre reconoce a los suyos, hasta entre los contestatarios que les sirven para la pátina de progresía y les divierten, cuando dejan de hacerlo pues a rey muerto rey puesto.

“Teatro, la vida es puro teatro.” Cantaba en bolero Olga Guillot, creo.
O “Vanidad de vanidades, todo es vanidad.” Parece decirnos con su estribillo el Eclesiastés.

La novela no salva a nadie, ni siquiera a “los sencillos”, los apartados del mundanal ruido en su chalecito de Shurff end como el matrimonio de Ben y Hartley de quienes ni siquiera llegamos a saber si les afecta la muerte de su hijo, el té y las pastas de las cinco vuelven a marcar el orden establecido, tampoco podemos concluir si el matrimonio, como el protagonista piensa, anda sumido en la retroalimentación de su amor dependiente y abyecto, para emitir este juicio nos faltan datos. La novela en su fondo va por ahí, ahora lo explico.
Haciendo el libro mío compartiré con vosotros mis conclusiones:
Seré compasiva con el protagonista de gigantesco ego al que hemos podido mirar por dentro, la autora nos concede esa ventaja, no dudéis de que si a cada uno de nosotros se le viera el interior, ninguno saldríamos indemnes. Creo que Charles -aunque sea al final- busca algo verdadero lejos del desengaño de los oropeles del triunfo.
Él Intenta separar lo público de lo privado, al principio con desesperación, como si perdiera el último tren y a pesar de su imperdonable manipulación y de que debe cargar con las consecuencias de la vida que ha llevado -a lo hecho pecho- y que su egoísmo da como resultado la soledad y el vacío, diré en su defensa que tan sólo pretende conseguir una familia a última hora del único modo en que sabe hacerlo: dirigiendo la función. Tampoco los demás como ya he dicho son dechados de virtudes, aquí no queda títere con cabeza.

Tal vez lo que Murdoch esté poniendo en solfa sea la decadencia de occidente. El tímido asomo de esperanza se lo lleva James con su orientalismo pero sin demasiada fé.
Quiero ser positiva y también veo que al final Charles sí consigue los arrestos necesarios para mirar hacia atrás sin temor a volverse de sal, y evalúa lo bueno y lo malo de frente y en su totalidad.
La novela gira en torno a la responsabilidad y la culpa abarcando un amplio espectro.
Y entre las muchas lecturas que provoca escogeré la que nos viene a decir que no hay diferencia entre el daño que se inflige a los demás o hacia uno mismo en el ámbito de lo real o en el de lo imaginario porque el sufrimiento es el mismo. En la cabeza se nos pueden meter muchas invenciones de las que van a depender palabras y actos. Iris Murdoch nos grita ¡No juzgues!, que te puedes estar basando en una falsa premisa.

Con este libro he aprendido que cuando alguien te muestra sus sentimientos, su intimidad, su interior… lo que importa es que está compartiendo contigo SU realidad tal y como él o ella la perciben, su enfoque personal. No importa si lleva o no razón, lo que importa es que tiene SUS razones y en todo caso tú estás a su lado para ayudar a que vea con claridad SU propia realidad interna y externa si es que esa aproximación es posible. Durante muchos de nuestros encuentros vengo repitiendo que estamos condenados a ser subjetivos y que sólo con la suma de las subjetividades conseguimos aproximarnos a la objetividad. Me alegro de que esta preocupación no sea sólo mía, y me disculpo por la reiteración obsesiva de la coletilla, pero es que todo lo que se relaciona con la percepción de la realidad es muy importante. En la página 329 uno de los personajes del libro nos dice “Eso es lo que hacen los locos, ver todas las cosas como pruebas de lo que ellos quieren creer”.

Una de mis compañeras tras hacer un inteligente y exhaustivo análisis compartió que le habría gustado poder preguntar a Iris Murdoch sobre lo que había querido decir exactamente con este libro. Aclaro que no lo dijo porque no lo entendiera, a pesar de su sagacidad es muy humilde y no podía evitar tener la sensación de que algo importante se le escapaba, sensación compartida por mí y por muchas de nosotras, sin duda. “El mar el mar” hay que leerlo primero deprisa y todo seguido para eliminar la ansiedad y después con placentera parsimonia, yendo y viniendo como sus olas. Es importante encontrarle el ritmo a la vida.
Creo que Iris Murdoch dejó escritas dentro de las páginas las respuestas que buscaba mi amiga. Trasladaré aquí algunas porque me parece que al ser un libro que trata de la conjetura admitirá de buen grado las nuestras.

Los juicios sobre las personas no son jamás decisivos, surgen de resúmenes que inmediatamente hacen pensar en la necesidad de una reconsideración”. Pág 696.

Naturalmente este diario de chismes es una fachada, el equivalente literario del cotidiano rostro sonriente tras el cual se ocultan los íntimos estragos de los celos, el remordimiento, el miedo y la conciencia de un irredimible fracaso moral y sin embargo tales ficciones no sólo consuelan sino que pueden llegar a producir un cierto sustitutivo del coraje". Pág. 704

Si viviera Iris Murdoch me gustaría decirle que la moral que nos dejó en sus libros es valiosa y no necesita redimirse, que la Literatura es el coraje en sí misma y que sus lectores saben mirar por detrás de la fachada.
Para ir cerrando diré que dentro de la realidad de esta ficción yo sí que creo que existe un afecto verdadero que está presente desde las primeras páginas, desde siempre, -si es una historia de amor o de amistad que el lector decida. Esa cábala la señora Murdoch nos la deja a nosotros. Pero es a James a quien desde niño Charles le dedica sus triunfos, a quien quiere demostrar su valía, porque por debajo de su aparente envidia y de los sentimientos ambivalentes reside la fascinación.

Después de tantas palabras la verdadera historia que contiene esta novela se explica sin ellas: Charles, en la casa que James le deja en herencia, acaricia en silencio la piedra que le regaló y que su primo James conservó.
Como veis cerramos en círculo volviendo al principio para repetir la frase que me regaló mi amiga:

El pasado entierra al pasado y debe terminar en silencio, pero puede ser un silencio consciente que permanece con los ojos abiertos”.

Felices vacaciones, hasta el próximo encuentro.
Pili Zori

10 comentarios:

  1. Hola, Pili. Como verás, cumplo mi promesa de pasarme por tu blog y lo hago con auténtico placer. Me parece -ya lo sospechaba, después de conocerte- que estás haciendo una labor extraordinaria en tu club de lectores. Y ha sido una grata sorpresa encontrarme, entre las obras que habéis comentado, con tres de mis libros favoritos: "84 Charing Cross Road", de Helen Hanff, "Suite francesa", de Irène Némirovsky y "Espejo roto" de la maravillosa (y, en mi opinión, infravalorada por estos lares) Merçé Rodoreda. También he encontrado novelas que no conozco todavía pero que, tras leer tus comentarios, me tientan enormemente. Así que lo estás haciendo muy bien: despertar las ganas de leer es, supongo, el principal de tus objetivos. Espero que sigamos en contacto. Un abrazo.

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  2. Queridísima Beatriz, gracias por acercarte hasta aquí.
    También yo estoy impaciente por poder comentar en este espacio tu magnífica novela "La voz de los extraños" el premio de narrativa de Guadalajara de 2010. Espero que el tiempo de cocción en el horno editorial nos resulte cortito. Mientras tanto te deseo para el próximo año otro torrente de talento como el que nos acabas de obsequiar. Un abrazo de esos largos y acunadaos para ti. Pili Zori

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  3. Gracias. Un discreto y útil placer leerte. Y la leeré a ella

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    1. Gracias a ti por tu visita y por tus encantadoras palabras. Un abrazo Pili Zori

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  4. El mes pasado leí El mar, el mar. ¡Maravillosa! Es la tercera obra de Iris Murdoch que leo y de cada vez me gusta más esta autora. Henry y Cato es también otra novela sensacional.

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    1. Gracias querida Elisa por tu agradable visita y por tu recomendación, buscaré y leeré encantada "Henry y Cato" para compartirla contigo. Un fuerte abrazo Pili Zori

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  5. Un excelente análisis de la novela.

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  6. Muchas gracias. Me habría gustado saber tu nombre. Un abrazo. Pili Zori

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  7. Es la primera vez que paso por aquí. Llegué buscando por internet un análisis de este libro, pues lo terminé de leer y no podía definir exactamente las sensaciones que me dejaba. Es lo mejor de la palabra escrita; encontrar a alguien con quien intercambiar opinion y, como lo dices tu, subjetividad, en cualquier momento y para la eternidad.
    Gracias por el análisis, felicitaciones por el blog.

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    1. Gracias a ti Cristhian Timoté. En cualquier momento y para la eternidad estaré encantada de charlar contigo. Sí, la palabra escrita es una maravillosa forma de comunicarse, rompe barreras temporales y geográficas, y la suma de las subjetividades nos aproxima a la objetividad. Un abrazo.

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