"Mil soles espléndidos", de KHALED HOSSEINI

Produjo un impacto tan fuerte en nuestro club de literatura “Cometas en el cielo”, que decidimos comprarnos “Mil soles espléndidos” durante el verano para poner en común nuestras impresiones en otoño, de modo que lo hemos leído dos veces para refrescar la memoria e ir a la par todas juntas.
La novela transcurre bajo el mismo telón de fondo: Afganistán, desde finales de los años sesenta hasta nuestra década, el autor subraya las fechas para que no caigamos en el error de creer que lo que ocurre dentro de Kabul corresponde a un tiempo pasado y remoto desvinculado del nuestro.

Si en “Cometas en el cielo” escogía la mirada de la infancia y su vulnerabilidad para dirigirlas hacia nuestro interior como dardos, en “Mil soles espléndidos”, Khaled Hosseini. lo hace desde la mujer y su mundo clausurado, para denunciar la mutilación, por la fuerza, de capacidades y talentos femeninos, para denunciar a gritos la injusticia, la crueldad institucionalizada, la maldad cerril, la involución, el atraso. Khaled Hosseini es un afgano que llora desde otro continente por su país.
Ha sido impresionante para mí estar atenta a lo que mis compañeras decían no sólo con la palabra, las manos iban constantemente hacia el centro de su pecho y de sus gargantas al expresar el dolor y la rabia que sentían por cómo se les robaba impunemente la infancia, la felicidad y el porvenir a estas dos mujeres, los dedos se les crispaban mientras le ponían alas a ese ¿POR QUÉ? Indignado, intentando dirigirlo hacia las instituciones europeas y mundiales que se supone que nos hermanan, hacia esos hombres y mujeres que pagamos entre todos para que den respuestas a vergüenzas innombrables como las que refleja el libro.
Donde no llegan a veces los medios de comunicación llega la literatura, constantemente nos hemos salido de las páginas para visitar las tierras de ese país en otro tiempo próspero y hoy devastado, buscando en libros o en internet las razones de su destrozo y dando un respingo para atender con todos los sentidos desde que lo hemos leído las noticias que nos vienen de allí; hemos indagado de corazón y exprimiéndonos como limones para hallar las posibles soluciones a esta terrible inquisición que se ceba sobre sus habitantes con especial saña hacia sus mujeres, para tratar de comprender lo incomprensible.

Os transcribo una de sus páginas. No tiene desperdicio. Vamos a escuchar la voz de la Sharia gracias al potente altavoz que nos pone Khaled Hosseini, para que oigamos con nitidez el bramido de los talibanes:

Nuestro watan se conocerá a partir de ahora como Emirato Islámico de Afganistán. Estas son las leyes que nosotros aplicaremos y vosotros obedeceréis:
Todos los ciudadanos deben rezar cinco veces al día. Si os encuentran haciendo otra cosa a la hora de rezar, seréis azotados.
Todos los hombres se dejarán crecer la barba. La longitud correcta es de al menos un puño por debajo del mentón. Quien no lo acate será azotado. Todos los niños llevarán turbante. Los niños de uno a seis años llevarán turbantes negros, los mayores lo llevarán blanco. Todos los niños deberán vestir ropa islámica. El cuello de la camisa se llevará abotonado.
Se prohíbe cantar.
Se prohíbe bailar.
Se prohíben los juegos de naipes, el ajedrez, los juegos de azar y las cometas.
Se prohíbe escribir libros, ver películas y pintar cuadros.
Si tenéis periquitos seréis azotados, a los pájaros se les dará muerte.
Si robáis se os cortará la mano por la muñeca. Si volvéis a robar se os cortará un pie.
Si no sois musulmanes no podéis practicar vuestra religión donde puedan veros los musulmanes. Si lo hacéis seréis azotados y encarcelados. Si os descubren tratando de convertir a un musulmán a vuestra fe, seréis ejecutados.
Atención, mujeres:
Permaneceréis en vuestras casas. No es decente que las mujeres vaguen por las calles. Si salís deberéis ir acompañadas de un mahram, un pariente masculino. Si os descubren solas en la calle, seréis azotadas y enviadas a casa.
No mostraréis el rostro bajo ninguna circunstancia. Iréis cubiertas con el burka cuando salgáis a la calle. Si no lo hacéis seréis azotadas.
Se prohíben los cosméticos.
Se prohíben las joyas.
No llevaréis ropa seductora.
No hablaréis a menos que os dirijan la palabra.
No miraréis a los hombres a los ojos.
No reiréis en público. Si lo hacéis seréis azotadas
No os pintaréis la uñas, si lo hacéis se os cortará un dedo.
Se prohíbe a las niñas asistir a la escuela. Todas las escuelas para niñas quedan clausuradas.
Se prohíbe trabajar a las mujeres.
Si os hallan culpables de adulterio seréis lapidadas.
Escuchad. Escuchad atentamente. Obedeced.
Alá-u-akbar."

No necesito añadir nada, esta aberración se explica por sí misma. Sólo voy a contraponer la imagen de la doctora cirujana que tiene que mirar a la puerta para levantarse el burka con miedo de ser descubierta mientras intenta suturar. Tampoco os voy a hablar de las protagonistas Marian y Laila que en su propia cárcel doméstica sufren los abusos de un psicópata consentido por cualquiera de los regímenes que han pasado por Afganitán, porque minimizaría su gran valor y quiero que las conozcáis para que se os entrañen como se nos han entrañado a nosotras.
Sobra decir que en las sesiones del club, nos esforzábamos por no caer en la tentación de generalizar, flaco favor hacen estos “iluminados con su cruzada” a los hombres de bien practicantes de su fe musulmana que viven entre nosotros sin tergiversar sus sagradas escrituras, o practicantes de cualquier otra fe o de ninguna, buena losa les ha caído encima para que paguen justos por pecadores. También insistimos en que no estableciéramos una frontera entre ellas y nosotras porque no la hay, y sobre todo era muy importante alcanzar la empatía y no la comparación que nos hiciera sentir que nuestra situación es mejor que la suya, se trataba de pensar y creer que lo que les pasa nos pasa, y por una vez experimentar la globalidad en su verdadero significado porque nos vertebra como seres sociales cuya individualidad no se queda sin representación. Sólo hay un mundo, no dos ni tres, ni primero ni segundo ni tercero, ni uno libre y otro que no lo es y todo, absolutamente todo nos repercute.

El libro se ocupa muy bien de diferenciar tanto las etapas de progreso en las que las calles de Kabul rebosaban de pluralidad y las mujeres de rostro descubierto poblaban las universidades como las de retroceso. También insiste en que quede claro que no todos los hombres afganos son iguales. La novela la protagonizan hombres abyectos como Rashid, cobardes como Yalil, y nobles y valerosos como el ulema Faizulá, como Babi el padre de Laila, como el director del orfanato y como Tariq el gran amor de la joven, así que el contraste está servido. Tampoco las mujeres de la novela son iguales, las madres de las dos protagonistas principales por ejemplo transmiten mensajes bastante discutibles, la madre de Tariq sin embargo ofrece el contrario. Pero sobre todo, "Mil soles espléndidos", se ocupa de denunciar la cobardía de un Estado que no defiende a su población femenina haciéndose cómplice de maltratadores y asesinos de mujeres sitiadas y secuestradas en sus propios domicilios con los derechos y el respeto pisoteados.
En nuestro club de literatura hablamos de tantas y tantas cosas que la novela suscitaba que al llegar al final teníamos la sensación de que habían transcurrido en tiempo real todos los años desde que Yalil, el padre de Mariam iba a visitarla al kolba de adobe y paja -en el que las recluyó, a ella y a su madre, como un desliz vergonzoso y sin cabida en su clase social- hasta que Mariam sube al cadalso.

Hablamos de la orfandad sin que los progenitores hayan muerto, por desgracias ajenas a ellas Mariam y Laila tienen como factor común el haber sufrido el descuido de sus madres, (tal vez es una constante en el autor que también se traslucía en “Cometas en el cielo” con la ausencia de la madre y la lejanía del padre). Hosseini no se conforma con mostrar los hechos, busca el germen porque si no se encuentra no servirá de nada que los conflictos bélicos se aborten, volverá a brotar la semilla que los produce, por ello el escritor nos detalla la forma que tiene de crecer y parasitar la enredadera asfixiante de la violencia machista que comienza por la manipulación interesada, primero los regalos, ahí juega un poco con el lector que por un instante llega a creer que Rashid es un buen hombre paciente con una esposa joven e inexperta, hasta que lo desenmascara: ‘después del regalo va el burka, más adelante te voy moldeando a mi gusto, te doy las indicaciones para ser complacido en las comidas, te alabo sólo lo suficiente para que busques mi aprobación, y para cuando acabe la doma ya habrá quedado claro a quien sirves y quien es tu amo y señor, hasta que llegan las quejas volubles y termino haciéndote comer piedras para que entiendas que el arroz está duro… y que mío es el poder dentro de esta casa sin testigos, aunque afuera sea un patán para ti soy un dios’. Para entonces –el día en el que Rashid le hizo perder las muelas por masticar piedras- Mariam había abortado siete veces el ansiado hijo varón, así que la mula de carga estéril ya no tenía gracia, no servía, no cumplía su función. En “Cometas en el cielo” vimos por contraste una extraordinaria adopción que casi le cuesta la vida al protagonista, (creo que es interesante que vayamos anotando los enlaces de la obra de un autor, las inquietudes que se repiten en sus temas y como los libros albergan complicidades para sentirse unidos y hablar entre sí: uno de los talibanes de “Mil soles espléndidos” es tuerto, en “Cometas en el cielo”, el pequeño hazara como un David le salta un ojo con su tirachinas a su Goliat violador, supongo que el fundamentalista es el mismo en ambos libros) como os decía, al autor le preocupa que se conozca cómo emerge la violencia de género para que sepamos identificarla y así tal vez poder pararla: en la página 100 leemos: “Mariam sabía perfectamente lo mucho que podía soportar una mujer cuando tenía miedo y ella lo tenía. Vivía con el temor a los cambiantes estados de ánimo de su marido, su temperamento imprevisible su insistencia en llevar las conversaciones más triviales al terreno de la confrontación (…) Ahora temía el momento en el que Rashid volvía a casa por la tarde. Temía el ruido de la llave en la cerradura, el chirrido de la puerta; eran sonidos que aceleraban su corazón…

Como ya dije en la entrada de su libro anterior, Khaled Hosseini en la vida real además de escritor es médico, muchas compañeras señalaron que se notaba y es cierto, enaltece la profesión.
T. expresó que por su modo de escribir y por sus dedicatorias debía de querer mucho a su esposa y que resultaría extraordinario ser amada así, nos sonreímos porque en otras ocasiones nos han enamorado los personajes, J. aún recuerda con deseo platónico a Juvenal Rodriguez uno de los protagonistas que creó Gabriel García Márquez en “El amor en los tiempos del cólera”, pero paradójicamente es menos habitual que nos enamoremos de los autores.
En fin, distensiones aparte lo cierto es que esta novela de gran público ha conseguido con creces las intenciones del autor: la toma de conciencia, y más de una vamos a regalarla esta navidad porque la consideramos de obligada lectura.
En cuanto a la parte artística gustó muchísimo en general aunque alguna de las voces se quejó del último tramo que en su opinión está más desnudo, ella consideró que el autor había precipitado el desenlace y le daba lástima porque representa la esperanza si no para el país al menos sí para Laila que al final será docente como su padre, y gracias al sacrificio de Mariam podrá vivir con dignidad. A mi amiga le habría gustado que dicha parte tuviese el mismo peso, desarrollo y equilibrio que las precedentes. E. observó que tal vez el autor para ganarnos había utilizado recursos fáciles, sentimentales, en una palabra: formato de culebrón con telón de fondo afgano, esta compañera, amante de la historia y su rigor tiene un hijo militar que anda siempre por aquellos territorios, y sufre en la carne de su carne lo concreto de los conflictos y de vez en cuando nos da un toque de atención, para que no hablemos a la ligera sin conocer los pormenores.

En cualquier caso añado que la literatura también puede ser un arte aplicado que persiga un fin, y no creo que haya un fin más lícito que el del señor Hosseini que ayuda a todos los refugiados afganos desde su propia fundación y desde Acnur como ya os dije en la entrada de su libro anterior. Si ha sabido tocarnos la fibra por el hecho corporativo de ser mujeres y hacernos llorar desde lo privado abriendo plano para conducirnos hasta lo público sin que hayamos querido abandonar en ningún momento la dureza de sus páginas bienvenido sea y lo damos por buenísimo, hay que tener arte con mayúsculas para lograrlo sin cargar las tintas en las truculencias contándonos la atrocidad desde la nobleza del corazón de dos heroínas de lo cotidiano, mujeres de una vez a las que apenas saca del escenario de las cuatro paredes de su casa, para decirnos que desde cualquier parte se puede contar el mundo y hacerlo comprender. El arte no es ni más alto ni más bajo, simplemente busca sus vehículos para expresarse, a veces lo hace como Velázquez y otras como Van Gogh, como Picasso o como Tapies. Y aunque el libro da para miles de debates he de despedirme no sin antes remitiros a otra organización muy importante que se llama “Vuelve a sonreír” y acoge y ayuda a mujeres desfiguradas por el ácido de los despechados que no saben admitir una negativa. Os dejo con las palabras de Babi, el padre de Laila:
Porque una sociedad no tiene la menor posibilidad de éxito si sus mujeres no reciben educación, Laila. Ninguna posibilidad”.

Un fuerte abrazo y hasta el próximo encuentro en el que habremos leído “El secreto del orfebre” de Elia Barceló.

Pili Zori

"Los primeros segundos", de HÉCTOR ALCOLEA PÉREZ

Se estropea el ascensor de una comunidad de vecinos y este hecho les obliga a hacer acopio de comestibles, pasarán días hasta que lo arreglen, muchos de los habitantes del inmueble que apenas cruzaban unas frases manidas en el estrecho habitáculo durante el pequeño trayecto de subida o bajada se miran por vez primera con mayor detenimiento en “la tienda de abajo.” A partir de ese instante, de esos primeros segundos comienza la obligada coincidencia en cada rellano.
Ese es el espacio angosto y difícil que el autor elige para situar la mirada. Los enfoques y movimientos de sus retinas o de su imaginaria cámara se toparán con peldaños y puertas, distancias siempre cortas que sin embargo adentrarán al lector -a través del delgado haz de luz de sus mirillas- en los universos privados de cada casa: blindajes de soledades y aislamientos a los que el escritor contempla con sinceridad, respeto y comprensión profundos.

En su honestidad por mantenerse fiel a las sobrias herramientas escogidas el autor nos presenta a los protagonistas en las pequeñas ráfagas que se pueden atisbar durante unos segundos, y ahí reside el logro: los iremos conociendo a través del olor que emana de las casas, o del pequeño intervalo en el que una puerta se abre… La estela efímera del perfume de la crema corporal que exhala un bouquet de canela nos anunciará a la bella madre abandonada con una hija pequeña. El felpudo, ¿invertido?, nos señalará al muchacho que lo coloca de manera que le diga bienvenido a la calle cuando va a salir y no a su casa cuando ha de entrar, más adelante iremos comprendiendo por qué. Escucharemos el peculiar roce de unas deportivas con los talones envueltos en los bajos de unos pantalones caídos que se sujetan milagrosamente en el final del trasero de otro chaval. Nos fijaremos en el jersey de color panzaburro con manchas de otro vecino… y esa colección de primeras impresiones experimentadas en los primeros segundos irá dando paso, en dos o tres pinceladas cada vez, a explicaciones de enorme condensación y veremos con asombro cómo se puede meter toda la hondura y densidad de una vida en cuatro trazos certeros que el autor plasma con enorme eficacia. Del mismo modo en ningún momento el escritor, Héctor Alcolea Pérez, hará trampa añadiendo descripciones que el lector le agradecería, así que tendremos que acostumbrarnos sin más remedio a conocer a los personajes a través de sus monólogos interiores cada vez que se cruzan o se paran un instante a saludarse, y esperar para poder completar el dibujo, porque lo que importa es su esencia y la descripción va a ser dedicada en exclusiva a lo que habita detrás de cada piel y una vez más comprenderemos la complejidad tras las apariencias y jugaremos con la subjetividad y la conjetura, el señor de las manchas en el jersey las tiene por algún motivo que antes no sabíamos o no nos daba la gana ver porque es más sencillo juzgar con superficialidad y simpleza. Sólo así, con las distintas percepciones, incluida la nuestra, completaremos los perfiles, el escritor nos ayudará una pizquita en el esbozo con el portero al que utiliza al principio como hilo conductor para que nos haga las presentaciones y vayamos conociendo a los vecinos por orden de pisos, para ello comienza a limpiar la escalera del revés, es decir de abajo arriba, naturalmente el recurso viene a cuento: al estropearse el ascensor este personaje tiene que limpiar con más esmero porque todos van a ver la suciedad que antes no veían y también porque el trasiego al tener que subir y bajar a pie hace que se manche más, las razones de por que friega a la inversa las dejo a vuestra especulación -llegados a este punto ya habréis intuido que el autor está dando más de una lectura y más de un significado a cada conducta-, pero la ayuda del portero es la única concesión que Héctor Alcolea se hace y nos hace, ahora os explico más: No utiliza nombres. Sólo al llegar casi al final conoceremos el nombre propio del nuevo inquilino del piso décimo, hasta ese momento, o mejor dicho hasta ese segundo, no aparecerán en toda la novela. Notaremos que estamos oyendo el monólogo de otro personaje por un pequeño espacio en blanco y por algún pequeño detalle que lo define, pero siempre irá enlazado al interlocutor con el que se acaba de cruzar, y continuará por donde el anterior lo ha dejado como si de un juego de relevos se tratase y aunque casi toda la novela se desarrolla en primera persona el narrador omnisciente de vez en cuando nos echará otra mano para que podamos coser las piezas y saber tanto como él sabe.

La comunicación no verbal adquiere gran protagonismo: un pequeño gesto imperceptible, un peculiar sonido, un ligero olor a bebida en la vaharada de un aliento brevemente cercano… y es precioso ver como los pensamientos en soliloquio a menudo están formando un diálogo sin saberlo, y también sin saberlo una conversación con todos los demás miembros de la comunidad.
No sé si coincidiré con las intenciones del autor al interpretar que si no ha querido poner nombres ni singularizar ni parcelar colocando a los protagonistas en compartimentos separados, ni ha diferenciado marcadamente la voz, la personalidad y la forma de expresarse de cada personaje es precisamente porque no desea perder en ningún momento la idea de comunidad, de conjunto, para hablarnos de todo lo que nos hace creer que estamos solos en el enjambre sin estarlo, y de lo similares que somos por dentro a la hora de sentir y de la unión que formamos en el fondo. Perdón por el juego de palabras y su aparente contradicción: la de que la soledad nos una, diréis “¿En qué quedamos?, o estamos unidos o estamos solos”, pero es que ése es el quid de la cuestión: la soledad es una percepción anímica, un sentimiento, no un estado civil, y lo vemos con nitidez precisamente en esta escalera, en cuanto ha surgido la ocasión y llega el vecino nuevo de inmediato los demás se disponen a ayudarle a subir muebles en cadena hasta el décimo. En fin disculpad la simplificación, a este paso le voy a echar la culpa de las enfermedades urbanas a las empresas de ascensores y nada más lejos de mi intención.

Fuera ya de bromas y distensiones vuelvo a repetir que el contenido de la novela es de enorme complejidad y se adentra en terrenos inexplorados del alma humana poniendo palabras donde antes no las había.
No conozco al autor en persona y sé muy pocas cosas sobre él, pero sí sé una de las más importantes: que es un artista gráfico, un creativo con dominio de varios lenguajes al que imagino exprimiéndose el cerebro para conseguir la idea que concentre en muy pocos impactos el mensaje que envía, por ello, a alguien que piensa casi todo el tiempo en imágenes tengo que concederle un valor añadido por las difíciles elecciones que ha hecho: de entrada su novela es una exaltación de la palabra, es literatura purísima, su prosa poética alcanza la máxima precisión y por tanto la belleza, no el adorno –recalco- sino La Belleza que es muy distinto. Apenas tiene descripciones espaciales o físicas, hay momentos en los que se podría decir que sólo se escucha como si quisiera cegarnos y casi no se ve bajo la luz tenue de la bombilla del rellano, de ese modo lo que sí vemos en la ráfaga de los primeros segundos queda subrayado como una fosforescencia.
Sé también que Héctor es un hombre joven y ese detalle añade más valor a lo que a continuación voy a decir: Saber mirar, saber mirar dentro de los demás y comprender requiere una enorme madurez que nada tiene que ver con la edad, hay una descripción del alzheimer sin nombrarlo que sólo alguien con oído ultrasónico puede captar, y no por poética es menos verdad, da lo mismo el apellido, alzheimer, senilidad... o los estragos del tiempo, la señora ve como se asoma su marido durante unos segundos desde dentro de ese señor que ya no reconoce, y nos dice con el pensamiento que luego se va.

También hay un peligro latente entre las páginas de la novela pero el autor se encarga de acentuar que no reside dentro de esa criatura a la que el felpudo le dice bienvenido a la calle, y esa calle le regala saludos cordiales y los bollos y magdalenas de la panadería, ese chico a quien la voz que escucha en el interior de su cabeza le hace obrar bien y calmarse. No. De nuevo Héctor Alcolea desplaza la locura hacia donde verdaderamente está y la sitúa en el desprecio de la madre y en el rifle, que en la novela no se dispara, pero todos sabemos al cerrar el libro que algún día puede que sí y que los gritos de la madre serán el detonante que empuje el gatillo. Agradezco al autor la puntualización del matiz, para que cuando miremos al problema sepamos enfocar a la raíz y sobre todo me alegro de haber podido asomarme a la nobleza de su corazón sin cáscara.
La bella mujer con olor a canela a quien la mirada exterior y sucia ve con las bragas por las rodillas, sonriente y hermosa en público, no castrada ni castradora, capaz, a pesar del daño, de sentir y despertar deseo, ha sido maltratada por ello, por ser deseable, y en privado llora, codiciada como cosa y no respetada como persona vuelve a decirnos Héctor en el subliminal subrayándolo con los verticales surcos que sus femeninas lágrimas desmaquillan, y es que la alegría ajena no se perdona y si va encaramada a unos tacones que anuncian su llegada menos. La alegría necesita un ambiente de libertad para manifestarse y no puede vivir si se le corta el tallo.

En cuanto a la renovación formal, la letra diferente para distinguir las dos historias que al final se ensamblan, la diferenciación de capítulos en letra o en romano, los apartados en negrita y la inserción de los dibujos crean una composición insólita, como la de esos perfumes nuevos y concentrados, atrayentes tanto por el diseño de su frasco como por el color y sus destellos y transparencias, que cuando los destapas te llenan el olfato de notas desconocidas que te emocionan.
En este mismo blog he reiterado varias veces que el arte busca caminos y canales como un torrente tirano y que tal vez sea él, el arte, el que obligue a los autores a explorarlos y construirlos como quien se adentra en la selva a golpe de machete, o en los subterráneos urbanos con carburo, pico y pala. En este caso ha sido una escalera recorrida en sus diez tramos por un hermoso pájaro de vuelo azul que tras salir de su doméstica jaula particular decidirá quedarse en la otra más grande y comunitaria cobijado detrás de los barrotes del portal acristalado que le defiende de ese enorme patio a modo de plaza que aún lo separaría un poquito de la peligrosa jungla de asfalto con árboles repletos de pájaros pardos y autóctonos acostumbrados al frío, otras aves pequeñas como él con las que le costaría convivir y ser aceptado.

Queda claro que al arte en su capricho le gusta entregar escaleras como escenario a los autores de Guadalajara: D. Antonio Buero Vallejo también se las arregló con la historia de la suya y el eco de su hermosa obra de teatro aún se extiende por el mundo sin haber perdido ni un ápice de su denuncia y empuje, le gustaba poblar su dramaturgia de seres ciegos, sordos o mudos para convertirlos en personajes-conciencia porque paradójicamente el hecho de tener eliminado un sentido les hacía ver más, o escuchar mejor. De algún modo sé que hay una conexión no buscada entre estos dos alcarreños que han respirado el mismo aire.
En esta época nuestra en la que se consume la lectura como si fuera comida rápida y buscando la comodidad del patrón tipo “Los primeros segundos” requiere una lectura sosegada y muy atenta, así que me disculpo de antemano y en cuanto tenga tiempo, -ojalá se pudiera comprar un poco como hace algunos días leía en las palabras de un escritor inédito-, prometo releerla ya que soy consciente de que se me habrán escapado muchos de esos segundos y detalles… y que alguna de sus importantes escenas se me habrá mezclado porque he tenido que compartir su lectura con otras, pero tenía impaciencia por presentaros esta novela de voz y estilo tan personales, este precioso álbum de instantáneas cuya primera edición ha sido tímida pero a la que le deseo larga vida en las próximas, para vosotros dejo la solución a los enigmas que suscita como por ejemplo lo que simboliza y representa el enorme huevo que aparece en la isla y que atrae a personas de todas partes del país y por qué el estado lo destruye y qué significa el cangrejo… aunque no pretendo que parezcan acertijos, y os dejo por hoy que ya he ‘subjetivizado’ bastante. Como ya he comentado otras veces la experiencia con un libro es íntima y personal y cada uno de nosotros entra en él para vivirla a su manera. Pero es maravilloso tener muchas aunque sean discrepantes. Así que gracias querido Héctor por tu espléndido y hermoso corazón y por tu prosa apabullante.

Un abrazo y hasta el próximo encuentro.


Pili Zori

"Disfraces terribles", de ELIA BARCELÓ

Hemos terminado esta preciosa novela, corrijo: sería más exacto decir esta piedra preciosa por el perfecto tallado y pulido de sus facetas en las que la luz y la sombra juegan con sus reflexiones y refracciones para rebotar contra nuestros ojos y nuestros pensamientos con el destello de sus múltiples enfoques.

En el año 2002, el biógrafo Ariel Lenormand investiga la vida y la obra del prestigioso escritor de origen argentino Raúl de la Torre afincado en París. La literatura del venerado y estudiadísimo autor obtuvo su máximo reconocimiento en los años setenta y formó parte de la estela del cometa del “boom” narrativo sudamericano. Su inesperado e incomprensible segundo matrimonio, la posterior declaración pública de su homosexualidad y su trágico suicidio le colocaron en el ojo del huracán.

Ariel Lenormand quiere ir más allá de los hechos para comprender las razones que los desencadenaron. En la búsqueda de información entrará en contacto con las personas que rodearon a Raúl de la Torre e inevitablemente desembocará en la escritora Amelia Gayarre, su primera esposa, y en los mejores amigos del singular matrimonio: André, el editor de ambos, e Ives el compañero sentimental de André, médico forense que conoce algunos detalles reveladores que la autopsia arrojó.

Tanto Amelia como Ives y André esconden secretos que nunca han compartido entre sí, Ariel en cambio es el personaje incontaminado y la autora, Elia Barceló, le entrega el difícil papel de la ecuanimidad, no sin antes implicarle afectivamente. Para el lector, parte activa en esta historia, los dilemas éticos están servidos:

¿Qué es la verdad?, ¿quién está en posesión de ella?, ¿qué debemos hacer con dicha verdad? y ¿hasta dónde se tiene derecho a saber, y sobre todo a desvelar cuando el protagonista principal ya no está entre los vivos y no puedes obtener de él mismo sus respuestas?

Para demostrarnos que la vida a menudo es un puro malentendido, la autora escoge un entramado que raya el virtuosismo. El lector sólo tendrá que estar pendiente de distinguir los cambios de voz. Elia Barceló nos ayuda con la herramienta del narrador omnisciente, ese diosecillo que todo lo ve y que nos acompaña, tanto en el presente como en el pasado de los personajes, para hacernos creer que sabemos mucho más que los propios protagonistas, pero pronto nos daremos cuenta de que al igual que ellos tampoco nosotros lo conocemos todo.

La autora usa además otro registro: los recuerdos que Amelia va escribiendo en primera persona, -legado que Ariel Lenormand recibirá cuando ella ya no esté y la biografía de su primer marido Raúl de la Torre haya sido publicada-, nosotros, los lectores tenemos la ventaja de ir siguiendo esas memorias al mismo tiempo que Amelia Gayarre las escribe y lo hacemos colándonos en la intimidad de su despacho para espiarlas sin permiso frente a la pantalla de su ordenador por encima de su hombro. Y de ese modo, como en una hermosa partitura iremos escuchando al cuarteto en presente ejecutando sus solos y también en conjunto. Sólo en el último tramo se nos invitará a entrar como quinteto para que podamos añadir al puzle las piezas que hemos ido atesorando durante todo el recorrido de las páginas y con ellas lo podamos completar. Finalmente ellos no lo sabrán todo, pero nosotros sí. Ese es el hermoso regalo de ventaja que la escritora guardaba para nosotros, sus mimados lectores.

La autora no da puntada sin hilo, y es un hallazgo ver con qué maestría cose las piezas de pasado y de presente para regalarnos la belleza de la hechura final. Por el camino se divierte jugando de vez en cuando a despistarnos por ello el lector debe estar muy atento a los detalles como las fotos y qué lugares y quienes aparecen en ellas, a quién rodea con su brazo Raúl… ha de estar muy pendiente de las miradas que huyen, de las sonrisas fugaces… de frases como “A Raúl nunca le gustó Venecia”, (perdonad que no cite textualmente), o esa otra en la que escuchamos a Amelia decir: ”Dame unos días para que le haga unos retoques a la novela” arreglos delatores que permanecerán escondidos en ‘Amor a Roma’ hasta que la sagacidad de Ariel los descubra para redimir la injusticia de la usurpación impune, naturalmente Amelia ha ido desmigando su afición por los palíndromos y los juegos de palabras escondidas. En otras palabras, sin esos rastros él nunca habría encontrado el camino.

Bellos juegos de espejos llenan las páginas: la misma librería de viejo en el presente y en el pasado, los mismos lugares de encuentro para cerrar los círculos y enmendarle la plana a la historia… porque todo en el libro, continente y contenido, es significativo. Elia Barceló no deja nada al azar ni en el principio ni en el desarrollo ni en el desenlace, los anclajes son perfectos. Levanta un magnífico edificio clásico contemporáneo de resistentes pilares demostrando así que una novela de intriga no es una obra menor con mucha trama y poca hondura, la profundidad que alcanza con las decisiones transgresoras que toma, tanto en las relaciones amorosas como en el análisis de un tiempo social, los años 70, poblado de intelectuales con los que no escatima la crítica, no en vano Raúl de la Torre sin ser un arquetipo sí nos recuerda y de algún modo representa el esnobismo de algunos escritores que alardearon de pose política sin mojarse porque la pose añadía un barniz. Pero la autora no se conforma con marcar ese tiempo, en realidad lo utiliza como punto de partida para recorrer las décadas posteriores recalcando así evolución y transiciones.

Elia Barceló nos hace entrega de un trabajo de introspección que bucea hasta las capas más abisales partiendo de personajes muy complejos a los que da vida hasta el punto de hacerlos queridos e inolvidables. Y para muestra el librero, personaje ‘secundario’ que con cuatro pinceladas adquiere una relevancia fundamental en la novela: gracias a él, Ari recuperará el rumbo y tomará las decisiones necesarias para hacer justicia y homenaje -con el vehículo de la ficción- a una artista eclipsada y convertida en satélite de un hombre que jamás la mereció.

Durante su viaje por este universo, el lector pasará por diversos estados de ánimo moviéndose al igual que los protagonistas por ese campo de minas que son los sentimientos encontrados, ambivalentes, contradictorios… y llegará incluso a la indignación, emitiendo juicios sumarísimos a veces, para trocarlos en compasión y comprensión otras, al fin y al cabo la novela desmitifica a un ídolo con pies de barro que para brillar parasitó la luz de los demás consiguiendo de ellos la idolatría con los trucos fascinadores del ilusionista. Un ‘fantasma’ en definitiva y en este caso juego con el término en su acepción más cómica y despectiva, porque Raúl de la Torre no merece salvación.

La experiencia en el club también ha sido sorprendente hasta el punto de que escenas como la protagonizada por Amelia y Ari en el restaurante Jules Verne y el posterior encuentro en el lujoso hotel sembraron de opiniones contrarias la segunda sesión. Para unas compañeras, Amelia se comportó de forma manipuladora e innoble con Ariel, al que consideraron engañado y para otras sin embargo, entre las que me incluyo, fue lícita seducción y entrega generosa adornada con el obsequio de alguien que al fin puede permitírselo y decide tomar la iniciativa, aunque al mismo tiempo también supusiera un ajuste de cuentas con el pasado en el que se redime una escena para dejarla en como debió ser y no en cómo fue. Pocas veces se tiene el placer de asistir a dos pasajes de tanta potencia y tensión que en ambas ocasiones adquieren el punto más álgido. En cualquier caso la frase “Has vuelto” dolió a muchas compañeras. Tampoco Ariel con Solange fue demasiado honesto quise contraponer, pero en la balanza pesaron más las palabras de Amelia y es que si hubiera que amar por méritos no nos salvábamos nadie.

Durante los tres encuentros de club se han compartido reflexiones extraordinarias, que como siempre lamento no poder transcribir textualmente por esta memoria mía tan vaga que se nutre y metaboliza pero luego no sabe repetir y porque si no escogiera llenaríamos con ellas páginas y páginas, por elegir al azar escribiré el subrayado que hizo una de nosotras sobre Amanda Simanski, -la oscura segunda esposa de Raúl de la Torre- a quien mi compañera consideró el detonante, el punto de inflexión que transforma la vida de todos los personajes. Fue muy interesante el análisis de otra compañera sobre las distintas formas de reaccionar frente a un mismo malentendido y como eso nos define y destacaré el protagonismo de la palabra honestidad que otra amiga vio presente entre las líneas de todas y cada una de las páginas diciéndonos que de ella trata la novela, porque la honradez no tiene épocas que le quiten o le añadan valor, ni circunstancias atenuantes, eres íntegro o no lo eres. Y para finalizar pondré la bella imagen de la maleta que otra de nosotras destacó como símbolo del equipaje que resume la vida de Raúl y que representa por tanto el eje en el que ha girado toda la novela.

La abrimos lentamente y dejamos que se expanda por este pequeño rincón el aroma que emana aún del perfume impregnado en su americana, vemos las fotos que él escogió para guardar y que marcan los momentos cruciales de su vida, sacamos el pequeño lápiz para corregir de su bolsillo y con él escribimos en letra emocionada:

Gracias Señora Barceló por este regalo incomparable.

P.D.


RAFAEL SOLER MEDEM

Ahora me gustaría obsequiaros con un magnífico poema de Rafael Soler Medem, uno de los escritores españoles más valorado en los años 80. Enseguida os explico por qué subrayo el dato de “más valorado”.

Rafael visitó este blog y de inmediato sintió el deseo de enviarme dos de sus libros de poesía: “Maneras de volver” (Ed. Vitrubio, colección Baños del Carmen nº 187) y “Poesía 8**” (Ed. Libertad 8 y Absurda Fábula, de la colección ‘Hadversidades poéticas’ -sí, con la H de ‘haz-versos’-). Indagó la forma de hacérmelos llegar y aquí los tengo como dos gorriones trémulos en el cuenco de mis manos.

Como veis cuanto más prestigio y valor tiene un artista más sencillo es, el binomio siempre funciona así. Y le estoy profundamente agradecida y me alegro de que él se salve de la quema, porque desgraciadamente en los círculos literarios el narcisismo se cierne campanudo sobre sus inseguros componentes creando una barrera de insalvable idiotez. ¡Cuántas maravillas se pierden por no saber responder a un impulso de afable y generosa naturalidad!

EN BUSCA Y CAPTURA DESDE ANTAÑO

Cuídeme el Todopoderoso desde su palco por

horas reservado

de cuantos quieren mi bien y lo alimentan


líbreme Ése que nunca baja a visitarnos por

razones de Estado

sin tener en cuenta nuestro estado


Ése al que llamo que no llama

según dicen bien dispuesto en todo caso ausente

Ése el que sabe líbreme

Ése el que ignora cuídeme

desde su rincón celeste en el valle feraz de los

desaparecidos

de tipos como yo

en un mundo de certezas viviendo con su Duda.



Muchas gracias Señor Soler.

Y a vosotros un abrazo y hasta el próximo encuentro en el que habremos leído “Mil soles espléndidos”, de Khaled Hosseini.

Pili Zori

"Cartas a deshora", de FRANCISCO GARCÍA MARQUINA


Sé que a este blog le falta la poesía, pero hay una explicación para la carencia: mi enorme respeto por ella. Jamás he osado escribirla.
Es y será siempre el arma cargada de futuro. Sólo la poesía permanece, el paso del tiempo no puede transformarla ni erosionarla porque jamás perece: Es vigente en su afán de eternidad. Pero sí revoluciona y modifica a quienes la leen. En este comienzo de una nueva era, sólo los poetas pueden dar, con la precisión de su lenguaje, la medida exacta al gran dolor que se agrupa en sus costados para que hasta el aliento les sangre de tanto gritarlo.
Si yo supiera gritar poesía, bramarla, o vociferarla con tosquedad, hablaría de la sed de Somalia hasta conseguir que ni la saliva pudiese descender por las gargantas resecas. Si supiera decirla, recogería en brazos las almas rotas de los muchachos y muchachas con la alegría herida de enfermedad laboral, de moderna esclavitud, de tiranía… y arrojaría a los ojos de los voraces patrones sus pastillas. Si yo pudiera escribirla la enviaría en misiva a los gobernantes para que de una vez entendieran que nos mueve la emoción aunque intenten enterrarla en economías y pondría sobre aviso a sus ilustrísimas egolatrías para que tuvieran mucho cuidado con lo que entierran porque la emoción es explosiva.
Pero no puedo. Así que me limitaré a brindar este pequeño altavoz para que los que tienen esa valentía nos transporten subidos en el haz de su voz.
No os hablaré del currículo de Francisco García Marquina porque cosecha tanto reconocimiento y premios por su poesía y por su prosa que ocuparíamos renglones y renglones. Como siempre el generoso internet os dará buena cuenta de él, prefiero obsequiaros en este espacio con un poema suyo extraordinario. Cuando lo declamó públicamente se le quebró la voz y yo tuve la suerte de escucharlo.
Se titula “Testamento ológrafo” y pertenece a su libro de poemas “Cartas a Deshora” publicado por Aguaclara editorial.

 Llegados a este punto comienzo a desbarrar
y a insultarte con gracia, a hacerte algunas
proposiciones indecentes.

Este poema es una saludable
invitación al mal
que sólo entenderás si tú me amas
con toda crueldad y sin respiro
y al margen de la ley.

A lo peor de ti se dirigen mis versos:
a tu ternura airada y a tus lágrimas
que matan a distancia, a tu mentira
hecha de oro mojado,
a tu hacienda perdida de antemano
y a esta muerte gloriosa y compartida
que quiero negociar.

Nos queda por delante algo de vida
caducable y dudosa, pero luego
sin duda gozaremos
de una extensa y perdurable muerte.
Al hacer nuestros planes de futuro
hay que contar con esa
terrible dimensión de despropósito.

 Yo amo la vida que cargo a mis espaldas
pero, si miro al frente,
debo reconocer que el futuro está en esa
solidez de desastre.

Tuvimos ciertas buenas experiencias
ensayando tan negro porvenir
en esas muertes dulces
con las que agonizaron nuestros cuerpos
en esos urgentísimos delitos
de los que fuimos cómplices,
y en esos golpes cálidos de mano
con que la carne toca el más allá.

El crimen fue perfecto
llenándonos de dicha la sentencia.
En consecuencia, ahora
y muy serenamente, he decidido
participar en esta ceremonia
capital, de la muerte.

Voy a darle la cara
para que no se fragüe a mis espaldas.
Yo he cometido errores y también cobardías
que empañan el pasado
pero, mirando al frente, me propongo
que el morir sea un acierto.
Y si mi vida fue involuntaria y necia,
saber morir adrede
podría ser la enmienda de aquel caos.

A quien amo le digo:
el regalo exquisito que te ofrezco,
con la honradez que da el amor penúltimo,
es la muerte entre dos.

Vamos del brazo al cabo de la vida,
Lo que hayamos de hacer
Lo haremos juntos.


“Testamento Ológrafo”, puede abrir un debate sobre lo que se puede pedir o lo que se está dispuesto a dar, (como veis ni en verano me olvido de mi actividad de club de lectura planteando pautas de debate hasta con lo que se debería respetar como si se hubiese leído o escuchado clandestinamente, no tengo remedio espero que el autor y vosotros me sepáis perdonar) en cualquier caso la trágica belleza del poema y el valor de compartirlo merecen mi preocupación y el riesgo del daño colateral. Así que Señor García Marquina y aún corriendo el peligro de parecer tonta y morbosa por no haber comprendido en profundidad las razones de las voluntades últimas, inmediatas o en hipótesis del personaje ficticio o real me tomo el atrevimiento de re-dedicar su poema a los que ama y le aman, que según tengo entendido son legión. Y le digo hasta siempre deseando que “su siempre” y el de los suyos sea largo y lúcido y con total ausencia de dolor, después si alguien le quiere acompañar es cosa suya, pero yo no se lo pediría, a ese viaje uno va solo, la barca de Caronte recoge a pasajeros de uno en uno.
Y a vosotros un abrazo y hasta el próximo encuentro.
Pili Zori

"Morir de libros", de MIGUEL ÁNGEL MALA

¿Surrealismo?, ¿realismo mágico?, ¿parábola?, ¿ciencia ficción?... No te molestes querido lector, estás ante una voz completamente nueva y vanguardista cuya tierra de cultivo es la gran literatura del mundo.
El creador de “Morir de libros” es un hallazgo, un portento que ya me dejó una huella profunda con “La cruz de barro  novela en la que levantó  el universo de Garmaz, llenándolo de habitantes y cruzando sus vidas, cada una con su cruz, y lo hizo sin perder de vista en ningún momento la personalidad de todo el pueblo porque supo hablar al mismo tiempo en colectivo y en privado y sondeó cielos e infiernos familiares mirando en lo más secreto, y tras haber dado el soplo de vida a sus personajes se apartó para que los protagonistas se expresaran en libertad y nos condujeran por su historia desde la guerra civil hasta nuestros días. Y lo hizo sin inclinarse, colocado en el fiel de la balanza, sólo así pudo extraer la dignidad del odioso y también la del odiado en ese ejercicio, tan difícil, de justicia y compasión, verdaderos. La voz de Miguel Ángel era la voz incontaminada de su generación educada en libertad por aquellos que no la tuvieron.
                La leímos en el club y nos pareció increíble lo fidedigno del retrato y el nivel de hondura alcanzado con tan sólo 30 años.
El libro se podía leer como una colección de relatos o como una novela. Ese modo de narrar por episodios conservando la unidad es muy difícil, de hecho las magníficas series americanas actuales a las que ha ido a parar el talento de los grandes narradores de hoy en ese país, tales como “Killing”, “Los Soprano”, ”Mad men”, ”En terapia”, “Treme”…  construyen los personajes como lo hacían los maestros rusos: abriendo ficha y dándoles una personalidad concreta, características físicas y anímicas y evolución en el tiempo. No importa si después no necesitan usar todos los detalles, pero los tienen, saben cómo son sus rodillas, su forma de comer o de toser… Aunque la diferencia que quiero establecer para que me sirva el ejemplo, tan distante en apariencia, es que al servicio de dichas historias en esas grandes series de las que hablo además del creador suele haber varios guionistas,-a veces uno para cada personaje en concreto, otro que los ensambla y un director para cada capítulo-. Miguel Ángel Mala levantó Garmaz sólo y lo hizo sin perder el pulso en ningún momento. Naturalmente he trasladado el ejemplo al lenguaje cinematográfico para apoyar mejor lo que quería expresar: “La cruz de Barro”, no es una serie ni una novela extensa en páginas pero sí un trabajo condensado y destilado por el autor hasta que consiguió dejarlo en su más pura esencia, la novela está tan bien escrita que apenas necesitaría cambios para ser adaptada.
                Otra de las capacidades de este creador es la de cambiar de registro con una facilidad pasmosa y sin perder un ápice de su estilo. “Morir de libros” nada tiene que ver con “La Cruz de barro”, crónica hiperrealista, probablemente referida en la que se inspiró para llenar de aliento poético el homenaje -tan interiorizado, tan sentido, tan justamente medido- a la generación de sus mayores, como en renglones anteriores ya he dicho.
                 Morir de libros” es un derroche de imaginación, de fina ironía en el que desaparece la frontera entre fantasía y realidad. No es improbable que esta novela sea la descripción del futuro, y es bueno que cada cierto tiempo grandes escritores nos avisen del peligro, “Morir de libros” necesariamente remite a Farenheit 451 de Ray Bradbury y al Mundo feliz de Huxley  porque como ya he dicho otras veces en este mismo blog, los libros, una vez escritos tienen vida propia, se hablan entre sí y se juntan con quien quieren.   
 En Inlandia están prohibidos, son considerados elementos peligrosos y claramente subversivos que producen la enfermedad denominada bibliófilis, adicción de la que sólo te puedes desintoxicar con alcohol, realitys televisivos y ciertas drogas y fármacos que en Inlandia son legales. El protagonista, Miguel Ocaña, presidente de la Diputación de una provincia de este país una mañana descubre que en uno de sus zapatos está creciendo una novela de forma espontánea, su casa está contaminada y los libros se irán multiplicando por esporas.
                La adicción alcanzará a su esposa. Gracias al contagio, Miguel y Laura se redescubrirán como pareja, (hay una escena voyeurista que sólo los grandes escritores son capaces de sujetar sin que esta pierda ni un ápice de patetismo y ternura ni de grandeza y comicidad, es la que sucede cuando Miguel Ocaña descubre a su mujer leyendo un libro erótico, Justine y Margot, a escondidas, y mientras contempla lo que ocurre bajo su falda se sobreexcita de tal manera que termina, por una serie de avatares, colgado de la ventana con los pantalones bajados y teniendo que ser socorrido por un vecino que le presta una escalera que a modo de zanco termina estampándole encima de las arizónicas de su chalet mientras Laura, su esposa, le increpa socarrona). Os aseguro que no es un señuelo para enganchar al lector, la escena pertenece a una alegría más profunda que ahonda y sondea en el joven matrimonio sin hijos, pocas miradas masculinas he visto en literatura que muestren tanto interés sincero por la intimidad de una mujer y la compartida en pareja y no me refiero en exclusiva a la confianza sexual sino al sentimiento de compenetración y libertad en el amor.
                Esta bellísima novela nos avisa del peligro de una inquisición moderna, nos muestra que la verdadera libertad, tal vez, sólo nos la proporcione la literatura, nos habla de los efectos físicos y anímicos que su lectura nos produce y de cómo ésta se metaboliza dentro de nosotros para transformarnos y lo hace con una trama trepidante y llena de intriga y aventura que nos sobresalta a cada página.
                No quiero desvelaros demasiado, sólo os diré que mi marido, un enfermo incurable de bibliófilis  se la leyó de una sentada en cuatro horas y cuando cerró el libro dijo: “Esto son palabras mayores, podría firmarlo Saramago o Gómez Rufo” No es necesario explicar que no se estaba refiriendo al parecido sino a la forma de crear, a las intenciones… La frase fue un elogio porque son dos de sus grandes, como lector es exigente y difícil de conquistar.
                Morir de libros” ganó el prestigioso premio Tilfos. En el jurado presidido por Xavier Grau Sabaté, y vicepresidido por Justo Reinares Díez, estaban: Luis Mateo Díez, José Manuel Caballero Bonald, Manuel Longares, Penélope Acero, Jaime Alejandre y como secretaria Reyes Lluch Rodriguez. No me resulta difícil imaginar la satisfacción cuando cayó en sus manos el original, estoy segura de que desplazó de inmediato a todos los demás.
                En lugar de entrar a analizar su magnífica estructura y la perfección de su prosa diré que estoy convencida de que a cualquier autor que se precie le gustaría haberlo escrito. La pena es que entre los mediocres suscitará mucha envidia. En cualquier caso sé que no defraudará a los lectores.
                No me importaría que “Morir de libros” comenzara a tatuarse en el centro de mi pecho que es donde lo albergo, cuando lo leáis sabréis por qué lo digo, el final es sublime.
                Desde este pequeño rincón bibliofílico te envío un fuerte abrazo querido Miguel Ángel y mi más sincera enhorabuena.
Pili Zori

"Cometas en el cielo", de KHALED HOSSEINI

Hemos acabado nuestra temporada de club de literatura y el broche de esmeraldas lo ha puesto “Cometas en el cielo” esta extraordinaria novela de Khaled Hosseini.
Lo cierto es que no esperaba que me gustase tanto: cuando se pondera en exceso un libro o una película suelo cruzar los dedos, creo que soy de las pocas personas que no ha visto Titanic por esa razón, os aseguro que no me ocurre por ninguna actitud elitista, me encanta -como en otras ocasiones he dicho- la universalidad, la capacidad de llegada… porque sé lo difícil que es escribir  sencillo y sé cuanta calidad encierran muchas lecturas consideradas de corte popular o de gran público.
Aprecio especialmente a los escritores puente, lo explico: son autores que conocen dos o más culturas, que por razones de inmigración, o de exilio, o por persecución… han vivido en su país de origen y también en el de acogida y pueden explicar el mundo desde un lado o desde el otro, potencian la interculturalidad y contribuyen al acercamiento y la comprensión, ya sólo por esa capacidad de construir puentes o viaductos son valiosos, sin entrar todavía en su calidad literaria, pondremos como ejemplo a Kenizé Mourad, la última sultana del imperio otomano, a Amy Tam, o la misma Pearl S. Buck.
En el caso de “Cometas en el cielo”, además, nos encontramos con un trabajo literario impecable.
            Desde la mirada de la infancia y escogiendo un dificilísimo punto de partida, el remordimiento,  Hosseini nos muestra y demuestra cómo desde el futuro se puede resarcir por completo el pasado, cómo gracias al daño aparentemente irreparable se puede enmendar en cualquier momento de la vida la cuenta pendiente. La novela nos habla de la heroicidad del antihéroe, de que es posible el acto de valentía sin tener ese rasgo en la personalidad, de la expiación, del alto precio y la dolorosa catarsis por la que hay que pasar para conseguir perdonarse a uno mismo, sólo entonces puedes relacionarte en paz con los demás.
            Dos padres sin esposa, la  enorme diferencia de clase social dentro de una misma familia masculina ¿consanguínea? y un secreto. De ahí partimos, y desde sus páginas iremos viendo evoluciones e involuciones individuales y colectivas, el horror, la maldad en pleno siglo XXI
La bondad ha abandonado esta tierra y es imposible escapar de las matanzas, siempre matanzas. En Kabul el miedo está en todas partes”, No te permiten ser humano” nos dice, refiriéndose a los talibanes, uno de los personajes clave y llave de esta historia, Rahim Kan, el padrino tácito escogido por el autor para desvelar, para desencadenar y propiciar el desenlace, para mostrar el camino de dignidad que ha de convertir en un verdadero hombre a Amir, aunque en ello le vaya la vida.
            Con muchos planteamientos bíblicos, seguramente equiparables a otros coránicos, vemos el sentimiento cainita ¿provocado, quizá, por la predilección paterna? Vemos la potencia de David contra Goliat, el rudimentario e infantil tirachinas como arma mortífera contra la maldad, y el nazismo, que también puede envolverse en turbantes. Las cometas de todos los colores, surcando el cielo como símbolo de libertad y la posterior prohibición de su vuelo.
            Es precioso ver como la novela se va cerrando en círculos: el dinero bajo el colchón, -acto delictivo en la infancia, reparador en la madurez-, el reloj entregado a otros niños... La ruptura generacional que se rebela contra la presión social y los privilegios y ya no necesita esconder parentescos bajo castas o racismos, (a ver cuando terminamos de enterarnos de que las razas no existen). Amir y su esposa Soraya son el presente, ellos resquebrajarán el inamovible pasado de apariencias y exclusiones.
            Cometas en el cielo es una balada de amor muy triste dedicada a un hermoso país, Afganistán, al que han herido de muerte entre rusos, americanos y talibanes, pero también es un canto de esperanza. El autor usa su literatura como arma cargada de futuro, así nos lo pidió Celaya y así lo cumple él llenando su vida y su compromiso de aliento poético.
Khaled Hosseini en 2006 fue nombrado embajador de buena voluntad del ACNUR, que es el organismo de las naciones unidas que se encarga de proteger a los refugiados. En el 2007 creó la Fundación Khaled Hosseini destinada a proporcionar ayuda humanitaria al pueblo afgano para aliviar su sufrimiento y contribuir a crear prósperas comunidades.
            Gracias Señor Hosseini por coger nuestra barbilla y girarla con la potencia de su ternura para que miremos hacia ese lado de nuestro mapamundi.
Un abrazo y hasta el próximo encuentro
Pili Zori

¡INDIGNAOS!

Cuando comenzó el llamamiento a la insurrección pacífica y vi que partía de un libro me emocioné profundamente. Nada más sonar la alarma del despertador en mis oídos me puse en pie de un salto como cuando te dispones a emprender un viaje apasionante. No sé si lo que pienso y siento coincide y sintoniza en su totalidad con todo lo que se está hablando en las asambleas, con los acuerdos a los que este movimiento ciudadano va llegando, (muchas mujeres de mi edad nos manejamos mal por las redes sociales y nos cuesta acampar porque somos de hueso artrósico, aún así estuve todo lo que pude en la plaza del Ayuntamiento de mi ciudad) pero sí supe de inmediato, que se cuenta conmigo, que no estoy excluida, y aquí está mi rinconcito para que quien quiera pueda disponer de él.
 El agua alborotada de mi Guadiana, repleta de neuronas de ilusión adormecidas desde hace lustros, borboteó con júbilo al contemplar la luz del nuevo día que ya no esperaba. Me alegro hasta el infinito de que  Stéphane Hessel, y José Luis Sampedro todavía estén aquí para poder verlo, (generosos nonagenarios que nos han entregado en vida su legado, y ésta, la hermosa vida,-a cambio de su lúcida hondura y de su larga juventud anímica-, les concede una merecidísima prórroga  para devolverles  todos los años de sufrimiento que las guerras fratricidas les robaron). Me hace muy feliz que puedan ver el buen uso que de su valiosa herencia hacemos. Me enorgullece el elenco de intelectuales que está recogiendo el testigo, pero por quienes más me alegro es por todos nosotros entre los que incluyo a los que aún no comprenden, temerosos debido a una pérdida de confianza, más que lógica.
Lo que está ocurriendo vuelve a colocar en su sitio el desbarajuste de mucho tiempo y eso siempre es bueno, especialmente beneficioso para los gobernantes, sean del signo que sean, porque les orienta y les recuerda que:
No se trata de gobernar para el pueblo pero sin el pueblo, por muy ilustrados e ilustres que se sientan. Y les recalca que las prioridades van por este orden: primero están los ciudadanos, que han de transmitirles sus necesidades e inquietudes, y son ellos, los ciudadanos quienes eligen a sus representantes para que  escuchen, evalúen, hagan trabajo de calle… porque acercándose a pie, se obtiene mayor sentido de la realidad y mejor perspectiva.
Un gobernante es un administrador de justicia, y sirve a... no se sirve de…
 Es probable que todo lo que estoy diciendo suene muy simple, pero hemos de recuperar, precisamente dicha simplicidad. Hay que rescatar los conceptos originales que hoy se encuentran desvirtuados por estar presos en viejas carcasas de eufemismos herrumbrosos. La pobreza  es pobreza,  la injusticia, injusticia, el egoísmo, la avaricia… y todos sabemos entender esos conceptos y desmenuzar sus ingredientes en mayor o menor escala. Y eso es lo que se está haciendo en este momento en las principales ágoras de nuestro país: comunicar, tomar concepto por concepto y desbrozarlos hasta que de ellos emerja su esencia, y después echar tres en uno para que  brillen y sus goznes no chirríen ni se les desvíe el eje que podría arrojarlos fuera de su órbita, sólo así se alcanza la precisión, la capacidad de llegada, la universalidad necesaria puesto que de un problema mundial estamos tratando.
Cuando  Mafalda, la de Quino, tomaba entre las manitas su bola terráquea  y nos decía compungida “Al mundo le duele el Asia” y a continuación llenaba el continente de tiritas nos estaba enviando el mensaje, sms si preferís, de que el mundo, -ese ser repleto de vida- al igual que el cuerpo es sólo uno, y si se le enferma o se le daña en alguna parte todo el organismo se resiente. Y eso es lo que se está haciendo desde estas plazas, centros neurálgicos, virtuales o físicos: desinfectar, suturar y poner vendas y esparadrapo a todos los males que nos aquejan.
Me gusta aprender de los que saben, confío y creo en las especialidades porque somos seres comunitarios que nos complementamos y completamos con el conocimiento y la sabiduría de los demás y durante todos estos días esperaba ilusionada los programas de debates con la intención de comprender, de aprender del periodismo, actividad vocacional, casi sagrada en otro tiempo por su compromiso con la búsqueda de la verdad y la valentía para transmitirla. La decepción ha sido enorme: me ha dado pena contemplar a cortesanos haciendo flaco favor a quienes sirven siendo más papistas que el Papa, creyéndose dirigentes, no ya de opinión sino del país, eso sí, sin correr riesgos. En fin…toreo de salón. Les he oído hablar para ellos mismos, para lucirse entre sí en su endogámico mundo de filias y fobias personales, de prebendas y castigos. Les he visto arengar desde sus atalayas de atrezo, olvidando por completo al espectador, incluso la puesta en escena de los platós es de teatro, -a la cámara, es decir a nosotros, sólo nos mira el moderador-,y digo teatro con todos los respetos para el grandísimo arte de la dramaturgia que en vivo y desde las tablas sí que cuenta con el público y escucha su respiración y se enfrenta a sus aplausos o a sus abucheos con valor.
Creo que al cuarto poder también habría que colocarlo en su sitio.
Evito citar nombres por las honrosas excepciones, entre las que abundan, curiosamente, periodistas con menos edad, y no soy de las que adoran a la juventud por el hecho de serlo, en este caso subrayo el detalle por la frescura, por la bondad, por el empuje, y sobre todo por la ecuanimidad. Por fortuna no se está produciendo una ruptura generacional como sucedió en otras épocas, pero son  muchos los jóvenes que nos están dando un repaso que nos hace caer en la cuenta de lo maleados que estamos anclados en la poltrona de nuestra pequeña e ilusoria burguesía que creemos tan estable.
He pasado vergüenza ajena durante estos días tan intensos cuando a altas horas de la madrugada podíamos ver en televisión a representantes de “Democracia real ya”, siendo abrumados por las exigencias de respuestas; exigencias paradójicamente proferidas por especialistas de la información y desde sus sueldazos, ¡manda narices!, cuando son ellos, los muchachos sobradamente preparados en paro o del mileurismo congelado quienes  tienen el derecho a preguntar. De nuevo señalo la inversión de los términos. Daba la impresión de que si los chicos no llevaban un programa que incluyera soluciones, incluso para poner colorados los rostros anónimos de las agencias de calificación de mercados o dar una colleja a todo el gobierno europeo, pormenorizando y ubicando los fallos, no iban a pasar el examen de reválida. Me he quedado estupefacta al ver que estas vacas sagradas del periodismo no se molestaban en disimular el gesto de cínica decepción que transmitía “¿Eso es todo?” No hay cosa más vulnerable que la vanidad, y en la historia está David para demostrar que con una honda centrífuga y expansiva se puede vencer a Goliat.
Tras esta hostilidad mal encubierta porque se transparentaba, venía la contraria, la de la condescendencia: esa postura de: “deja a los chicos que jueguen un poco a la revolución, que se reinventen el 68, ya se cansarán estos neohippies que tienen asegurado el cocido de mami en su casa”. No sé cuál de las dos posiciones ofende más.
Lloré de rabia cuando vi los golpes propinados en los riñones a las chicas y chicos desarmados e indefensos de Barcelona. Tampoco se me va de las retinas el desconcierto de la señora tan asustada y a punto de la desorientación irreversible preguntándose desde cuándo los que están para defendernos se vuelven para atacarnos. Sueldos pagados por contribuyentes catalanes para que se vuelvan palos. Y lloro al escribirlo ahora. Deseé con toda mi alma que el maltratador acorazado y sin identificar al levantar el brazo para asestar el golpe certero con más furia descubriera que la muchacha que desde el terror volvía la cara para mirarle fuera su hermana. Y anhelé con todas mis fuerzas que la voz de Arthur Miller gritara ¡¡Todos eran mis hijos!!
Han de cambiar muchas cosas en nuestro país empezando por el sectarismo. Siempre me he sentido inculta en política, soy incapaz de recordar caras y nombres y menos de asociarlos a sus adscripciones, a no ser que les vea o trate a menudo, pero cuando escucho a alguien antes de saber a qué se dedica o a qué partido pertenece sí sé sin embargo si estoy o no de acuerdo con él, esas observaciones siempre me llevan a confirmar mis ideas y a coincidir con los mismos, pero eso sucede después de escuchar, nunca a priori.
“¡Coma caca que diez millones de moscas no pueden estar equivocadas!” Nunca he compartido la frase. La política no es un juego de mesa, ni un animal depredador que se zampa a las minorías, ni un simulacro de guerra con dos ejércitos en el que uno pierde y otro gana. La vida cotidiana continúa y en ella estamos todos, seres sociales, diversos y plurales, y por ella luchamos mientras otros malgastan las fuerzas en rencillas. No queremos que nos consideren sus clientes ávidos de chollos a los que hay que ofrecer en slogan la mejor oferta.
Un poco de respeto.
Me gustaría que los chicos abandonasen ya las plazas, para no dar pie a que la fuerza de la imagen se destruya, y no lo digo porque haga feo, (aunque he de confesar, si soy honesta, que mi aburguesada alma de interiorista frustrada les coloca mentalmente preciosas sillas y simétricas tiendas tipo castra romana, o estilosos bungalows de diseño danés. Espero que podáis perdonarme mis pecados de frívola impenitente algún día). Tampoco me gusta que los comerciantes sean perjudicados. Pero que la manifestación no cese. Que los auditorios dejen de estar vacíos, que los inmuebles de uso público se llenen. Deseo que el movimiento asambleario sea permanente, que a él se unan los trabajadores para aportar la experiencia de cada sector. Y sobre todo quiero que seamos capaces de recordar a Ghandi  cada vez que el avasallamiento nos empuje a ser agresivos.
Gracias por vuestra maravillosa lección de civismo.
 Y ahora para terminar con mejores palabras que las mías y para no desvirtuar este blog que siempre os habla de libros  os leeré la contraportada de “Indignaos” y lo haré con orgullo porque pocas veces las frases de los libros se salen de las páginas para hacer una llamada tan hermosa y tan sencilla hacia la conquista de un mundo mejor.  
                Cuando alguien como Stéphane Hessel llama a la ”insurrección pacífica”, a desperezarse, a rebelarse, hay que escucharlo. Porque Hessel, a sus 93 años, sabe de lo que habla: miembro de la Resistencia francesa, superviviente de Buchenwald, militante a favor de la independencia argelina y defensor de la causa palestina, este eterno luchador es, además, el único redactor aún vivo de la Declaración Universal de los derechos humanos de 1948. Por eso, cuando reclama “un motivo de indignación” para todos hay que hacerle caso. Porque “las razones para indignarse pueden parecer hoy menos nítidas o el mundo demasiado complejo”, pero siguen ahí, en la dictadura de los mercados, en el trato a los inmigrantes, a las minorías étnicas. “Buscad y encontraréis”, nos dice, “coged el relevo, ¡indignaos!”, porque “la peor actitud es la indiferencia. Si os comportáis así, perderéis uno de los componentes esenciales que forman al hombre: la facultad de indignación y el compromiso que la sigue”. S. Hessel
“¡Indignaos! Hoy se trata de no sucumbir bajo el huracán destructor del consumismo voraz y de la distracción mediática mientras nos aplican los recortes.
¡Indignaos! Sin violencia. Como cantara Raimon contra la dictadura: Digamos NO. Actuad. Para empezar, ¡Indignaos!” José Luis Sampedro.
Hoy más que nunca un fuerte abrazo
Pili Zori