THE GOOD WIFE, otra buena serie de TV

Estoy entusiasmada con esta serie que hace que el espectador distinga la diferencia entre lo bueno y lo óptimo y espero que la avaricia no haga que los capítulos se prolonguen innecesariamente.
  Me maravilla el planteamiento que hace sobre el poder político y el laboral, ambos inevitablemente entretejidos. En “The good Wife” se desmenuzan en paralelo las estrategias del poderoso bufete y también las luchas intestinas por salvar la carrera de obstáculos -si es necesario incluso a zancadillas y a codazos- que supone colocar una candidatura y que el candidato llegue a la meta.
El discurso se narra en clave bipartidista, ese concepto tan americano que todos entendemos porque se ha exportado (he de decir, sin embargo, intentando ser justa, que aunque la serie subraya  ese aspecto conviene matizar que no hay nada más plural y variado que ese país tan grande y tan lleno de norteamericanos tan diferentes entre sí y tan singulares).
Podría parecer que la serie es una más de abogados e intrigas políticas y peleas intestinas entre magnates y poderosos, pero lo curioso por insólito, es que el interés se ha invertido: el espectador se entretiene con los casos, pero estos quedan como telón de fondo, el debate se dilucida en lo anímico; lo que al espectador le intriga en realidad es lo que está ocurriendo en el interior de los personajes. Así que lo secundario en otras series pasa aquí a ser principal.
A la protagonista, Alicia Florrick, interpretada por la extraordinaria actriz Julianna Margulies  su marido, Peter Florrick le inflige el máximo daño que se le puede hacer a una esposa: el dolor y la humillación privados y la vergüenza y el escarnio públicos. Un buen día, su marido -que ejerce como flamante político el cargo de procurador del condado- es destituido y encarcelado por malversación de fondos y escándalo sexual. Y ella se entera al mismo tiempo que el resto del mundo y a través de todos los medios, especialmente internet. Alicia tiene que ver y oír las escenas pornográficas que “el hombre de su vida” protagoniza con una joven prostituta a la que es asiduo sin haber considerado las consecuencias: aunque ella, su mujer, intenta mantener al margen del feo asunto a sus hijos,  tratar de tapar internet es como querer cubrir el sol con un dedo; precisamente son ellos, los jóvenes adolescentes quienes mejor manejan las nuevas tecnologías y es imposible impedir que se asomen a esa ventana.
La señora Florrick tiene que abandonar junto a sus hijos su lujoso barrio, para trasladarse a un apartamento más económico y poder hacer así frente a las deudas. Mientras Jackie, la suegra deseosa de que se reconcilie con su hijo, se ocupa de los nietos y le echa una mano en la casa, ella retoma su oficio de abogada en un importante bufete jurídico. Hill, su antiguo amigo y compañero de estudios, socio principal de la firma, la ayuda. Entrará a prueba compitiendo por un periodo de seis meses contra Gari, un joven abogado recién licenciado en Harvard. Diane Lockhart , otra socia principal interpretada por la carismática actriz Christine Barauski, le mostrará en principio su apoyo hasta que Alicia comprenda que dicho apoyo conlleva condiciones y que tendrá que luchar contra prejuicios, derribar barreras de desconfianza y delimitar su pequeño territorio para que nadie la sitúe en conflicto de intereses con su vida y su trabajo y no le pida información privilegiada o tráfico de influencias. Y en medio del maremagnum la presión natural e inconsciente de los hijos que adoran a su padre y creen en su palabra. Pero lo más logrado es que todo lo que acabo de decir el espectador lo escucha bajo su silencio. El silencio de una mujer comedida. Que pase lo que pase incluso en medio de un juicio antepone a sus hijos, jamás les dice luego te llamo, siempre interrumpe lo que esté haciendo para atenderlos. La serie, sin grandes mítines, muestra de forma sencilla como se concilia vida laboral absorbente con el cuidado de hijos.
Casi todas las obras de arte narrativo y visual se la juegan en el arranque. El de esta serie es inmejorable. Me quedé sin aliento al contemplar la ebullición contenida de la mezcla de sentimientos ambivalentes que esa mujer soporta subida en el estrado; está al lado de su marido y recibe la agresividad de focos y micrófonos como si fuese ella la castigada; ajena y al mismo tiempo tan presente, parece haber sido llevada a la fuerza a ese cadalso. Por nada del mundo quiere que se note que a duras penas se sujeta en pie. Hay un detalle en dicha escena que se te graba para siempre por la fuerza expresiva que contiene sin que se pronuncie una sola palabra: mientras él habla y pide disculpas a sus ciudadanos, ella no parece que le escuche, no es partícipe, sólo está ahí; de pronto ve un pequeño hilo en la manga de la chaqueta de Peter y comienza a elevar la mano muy lentamente para quitárselo, ese gesto mecánico, seguramente repetido tantas veces, subraya y se explica por sí solo; nos habla de una mujer que ha renunciado a todo para ser la sombra de un hombre y cuidar de él, de alguien a quien le pasa inadvertido ese cuidado, que da por hecho ese orden de cosas. Antes de que llegue a coger ese hilo de su manga, el marido toma la mano de su mujer -también mecánicamente, con un movimiento posesivo y de costumbre- interpretando que Alicia se la está dando. Cuando salen al pasillo y sin perder el gesto enajenado, la buena esposa le estampa un bofetón con esa misma mano y el espectador comparte la catarsis. Así comienza “The good wife”, la buena esposa.  
La potencia se focaliza en la interpretación de Julianna Margulis que compone un personaje contenido cuya carga emocional ha de asomar con sutileza a los gestos, puesto que si no guardase con cautela la fuerza de todos sus sentimientos encontrados se derrumbaría en público más de una vez. Leer en su rostro es un hallazgo de credibilidad, tanto que a veces llegas a pensar que Zack y Grace son sus hijos en la vida real, y que la complicidad entre su hermano y ella se remonta a la infancia compartida, que la relación suegra y nuera en tales circunstancias es a veces tensa. Naturalmente su buen hacer contagia y recibe a cambio la réplica de los grandes actores que le ponen enfrente, puesto que, aunque los guionistas Michelle King y Robert King la mantengan en primer lugar, finalmente la serie es una coral magnifica que el director Charles McDougall sabe sujetar en las dosis exactas, y con un plantel de estrellas tan luminosas imagino que no es fácil.
Sé que el personaje cuenta con la empatía de las mujeres de su edad que atesoran en su haber lo bueno y lo malo de un matrimonio largo y acusan el desgaste, y secretamente paladean la venganza blanca de que Alicia se pueda realizar de nuevo y además partiendo de cero y que rentabilice contra todo pronóstico el dolor, y que gracias a ese revés se abra paso como el ave Fénix hacia una vida libre, que vuelva a enamorarse, que pueda elegir, y que logre hacerlo sin alardes, sopesando, con reflexión; Alicia traza un camino de dignidad que podrían seguir mujeres aparentemente corrientes, cuando no saben qué hacer. Y sé que no es trampa, que el equipo no ha buscado complacer, aunque se lo haya encontrado.
No en vano guionistas y director se inspiraron en un hecho real como punto de partida: el del gobernador de Nueva York Elliot Spitzer que fue depuesto por sus infidelidades. Su esposa, como Alicia, también era abogada.
La serie me gusta porque rompe muchos clichés. Kalinda, la preciosa y delicada actriz Archie Panjabi, es la investigadora. Estábamos acostumbrados a que ese papel fuera siempre masculino y a que requiriese fuerza física, Kalinda puede hacer muchos estragos con un bate de béisbol y un rodillazo certero, pero sobre todo lo que Kalinda da a una serie de planteamiento ético es la mirada descreída y otro código de honor que sin estar fuera de la ley tiene sus propias leyes, Kalinda es un enlace entre dos mundos, conoce los barrios altos y los bajos fondos y sabe que dependiendo de las circunstancias el comportamiento cambia, conoce al ser humano y mira bajo la fachada; es un personaje fronterizo que dará mucho de sí porque la ternura de quien se desliza por el filo de la navaja conmueve más que la de los resguardados. Espero que los guionistas no caigan en el tópico de convertirla en un personaje perdedor, porque merece algo bueno para sí misma ya que aunque parece que va a lo suyo en realidad siempre sirve a los demás y encaja las injusticias que se le infligen sin quejas; es la testigo desagradable que conoce los lados oscuros que hay que deshollinar.

Sin embargo lamento que a Josh Charles, Will Gardner en la serie, no se le esté sacando todo el jugo y el juego que puede dar, supongo que lo reservan para más adelante; quienes le hemos visto en “En Terapia” dirigido por Rodrigo García Márquez, sabemos cómo aguanta el objetivo de la cámara y lo que puede salir de sus ojos, de las comisuras de su boca… transparenta por la piel pensamientos y sentimientos de autenticidad como pocos. No estoy diciendo que su interpretación sea mala, todo lo contrario, estoy pidiendo más papel para él, al fin y al cabo es el antagónico de Chris Noth, e imagino que se producirá el duelo entre ambos.
En cuanto a Cristine Barauski, en el papel de Diane Lockart, sólo puedo decir que me encanta que se enrolle con el experto en balística y ese juego fálico que se traen con las armas y el poder que le produce a ella tanta contradicción. Se define y se define bien cuando le hacen la jugarreta para que no sea juez porque no traga, siempre se ha dicho que todo el mundo tiene su precio, yo siempre he pensado en contrapartida que no todo el que puede comprar compra lo que se vende.
Diane es una mujer hermosa, no en sentido convencional pero llena la pantalla en cuanto sale, y me gusta que tenga la edad que tiene y que los guionistas la hayan imaginado tan visible e independiente y que se vea natural que la pasión surja entre ellos con arrebato carnal y adolescente, (me refiero en pantalla, porque en la vida ya sabemos lo evidente: la gente se enamora a cualquier edad y cuando lo hace no está para sopas y buen vino, como algún mojigato cree todavía, ¡vamos!, que ejerce). En fin, que  me compraría todo su guardarropa y sus abalorios si tuviera su tipo. Es una mujer refulgente.
Pero volviendo a las transgresiones que la serie hace, me gustó mucho que el abogado de pobres no fuese tan honrado como parecía; me encanta que no nos dejen caer en la tentación del arquetipo, y que nos recuerden que las apariencias engañan para que nos desprejuiciemos y sepamos escarbar y dilucidar por nosotros mismos; que nos digan que no debemos depositar los datos más personales y toda la confianza en un teléfono móvil cuyos mensajes de voz te puede borrar un desaprensivo o que dicho móvil puede caerse bajo las ruedas de un coche y hacerse añicos. Las cosas importantes no son para las máquinas.
 No sé si habré animado a quienes aún no la hayáis visto, como siempre diré que lo que a cada uno le emociona es muy subjetivo, pero sí estoy segura de que asistiréis a un trabajo magnífico.
Un abrazo y hasta que nos encontremos aquí de nuevo.
Pili Zori