"Sinuhé el egipcio", de MIKA WALTARI

Durante más de siete semanas hemos estado leyendo en el club de literatura Sinuhé el egipcio, de Mika Waltari. Como complemento y broche final pudimos contemplar la película que el director Michael Curtiz adaptó hace seis décadas -a través de sus guionistas Philip Dunne y Casey Robinson- para el cine. La Biblioteca pública tuvo el detallazo de adquirirla en formato dvd y nos la proyectó para que pudiéramos disfrutarla, y ahí queda para que otros usuarios la saquen prestada. Naturalmente el cine es un lenguaje distinto y reinterpreta lo escrito condensándolo, es inevitable que el director extraiga de su alambique los subrayados que previamente colocó en el interior –adaptar una novela al cine no es una cuestión de síntesis ni de tijera sino de esencia- y en este caso la esencia que se destiló sí es digna de la novela.
En nuestro club, la lectura de este libro ha estado envuelta en un halo misterioso de coincidencias no buscadas: ya estaba elegido antes de que el pueblo egipcio actual hiciese dimitir a Mubarak, después el efecto dominó desgraciadamente no tuvo los mismos resultados en Libia. Así que inevitablemente  el periplo vital y anímico de Sinuhé se superponía como un calco por las mismas tierras de las que a diario recibimos noticias. De modo que la novela nos hizo la función de espejo comparativo. Lo mismo ocurrió cuando la publicó Waltari  en 1945 tras la segunda guerra mundial: tuvo un efecto enorme y extensivo de empatía entre los lectores de todo el mundo que compartían con el escritor finés los mismos sentimientos pesimistas y desolados que surgen tras las postguerras.
Como de costumbre, no rellenaré renglones con el resumen o reseña de la novela que vosotros mismos podréis comprobar, si bien la adquirís o la pedís prestada  en vuestra biblioteca pública más cercana, o a través del generoso internet. A cambio compartiré la experiencia de la lectura en solitario y la puesta en común de todas las opiniones y reflexiones que en el club han suscitado sus páginas. 

La potencia de la novela en mi opinión reside en su valor documental más que en el literario. El autor nos traslada al mundo antiguo y sitúa a Sinuhé muy cerca del faraón Akenatón del que se cuenta que intentó una reforma monoteísta que fracasó. Aunque tiene una trama interesante de personajes y vidas cruzadas,  Waltari se sirve del viaje para mostrarnos los aspectos cotidianos de aquella época en tierras mediterráneas; la diversidad de costumbres entre egipcios, babilonios, hititas, cretenses… Con minuciosidad nos describe modas, comidas, ritos…  La mirada del autor, es la mirada antropológica del reportero de guerra trasladada a la antigüedad para poner distancia y tras ese parapeto poder expresar, a través de los protagonistas, su filosofía y su pesimista visión del mundo. Con sutil ironía y un agnosticismo respetuoso hace una crítica exhaustiva sobre la corrupción del clero y del poder trasladable a cualquier tiempo. Y lo hace sin pontificar ni excluirse; para Sinuhé, Mika Waltari tiene una mirada filial y compasiva que sin embargo no le exime de sus faltas. El protagonista alcanza el máximo prestigio como médico real y también como médico de pobres, y en sus manos se dirime la vida y la muerte que no distingue cunas ni alcurnias. En su propia piel sentirá el contacto del oro y también el del harapo, su alma experimentará la luz del amor y la negrura de la venganza más abyecta, le veremos elevarse hasta los lúcidos cielos de la ciencia y descender a los peores infiernos etílicos, y a su lado siempre su fiel escudero Kaptab, su esclavo, personaje pragmático que Waltari escoge como la voz del pueblo. Kaptab es quien  sabe moverse en ambos mundos, quien vive una vida prestada, -la que le depara su amo-, el que allana el terreno a la “aristocracia” representada por el médico que aún sin dinero sigue siendo venerado por su poder de dar vida y quitarla; Kaptab es el “siervo” que se o
cupa de resolver todos los asuntos prácticos y vitales que el amo obvia. Este esclavo es el equivalente al ayudante de dirección de hoy, el administrador eficaz, el manager, el relaciones públicas, el minucioso gerente… Waltari convierte las sisas del servidor en sueldo que éste sabe multiplicar para él y para su señor, el leal sirviente tiene el don de los negocios, y con ese guiño irónico el autor vuelve a subrayar la arbitrariedad de nacer en unas circunstancias o en otras, no en vano el propio Sinuhé es adoptado tras haber sido abandonado en el río metido en una cesta-cuna elaborada con nudos de pajarero. El lector desde el principio intuye su origen.
Mika Waltari nos muestra que los signos religiosos han sido traspasados de unas doctrinas a otras -ya sean politeístas o monoteístas- hasta nuestros días, y con suavidad desmitifica dogmatismos y exclusividades. En cualquier caso y con enorme respeto, ya que en el club hay maravillosas compañeras de fe y adscripción católicas y también bellísimas personas ateas, me permitiré decir que el ser humano tal vez necesite concretar y canalizar su espiritualidad en factores comunes que le hagan sentirse unido a los demás y por ello busque liturgias que le permitan la identificación colectiva, pero lo importante es la esencia de dicha espiritualidad y no el nombre y los apellidos que lleve el canal. Nunca jamás una religión debe situar a las personas por encima, ni despreciar, ni servir como arma arrojadiza que enarbola la verdad absoluta si su base es el amor. Siempre he creído, incluso en los tiempos de imposición, que el tema de las creencias pertenece al territorio de lo íntimo, y que de poco sirven proselitismos y guerras santas.
Cuando vamos a comenzar una novela siempre indago un poquito sobre el autor y su obra, para hacer una breve presentación en el club a modo de apertura. En esta ocasión lo he pasado mal con los datos biográficos, enseguida os explico por qué: Hay veces que los biógrafos ponen el acento en lo peor de los autores, pero el acento está. Cuando me topo con ello vuelvo a preguntarme si no sería mejor separar la obra del escritor, porque a lo largo de toda una vida a ver quién es el guapo que se salva de la quema, yo misma que a veces me subo al púlpito ético me he pillado en renuncios vergonzantes de palabra, obra u omisión y no sé hasta qué punto debo ser recordada por ello, si me arrepiento. El caso es que los que han estudiado a Waltari dicen que tras la segunda guerra mundial se volvió ultraconservador, eufemismo que encubre un significado bastante feo. Conocer ese dato me ha hecho leer la novela con lupa y en guardia, así que no la he disfrutado, de forma que cuando me topaba con frases como “…su cuerpo también era desagradable de ver porque se parecía mucho a un rostro de negro a pesar de que no era completamente negro”, me preguntaba de inmediato: ¿el autor está reflejando el pensamiento de la época, o el suyo? Otra de las perlas que no apunté y que lamento no poder citar textualmente se desarrolla en una escena con Minea en la que Sinuhé dice algo así como que sintió más placer estando a su lado sin tocarla que si la hubiera violado. ¿Cómo os quedáis? Las relaciones de Sinuhé con las mujeres atufan a misoginia o como mínimo a las de alguien con dificultad de relación, pero por otro lado, ya os he dicho que el personaje es mostrado con luces y sombras y al final de sus días la evolución es positiva y el lector se queda con el haber de su balance.  En fin… juzgad por vosotros mismos.
En el club muchas de mis compañeras leyendo las atrocidades de las guerras que describe llegaban a la conclusión de que el mundo desde que es mundo se mueve como la rueda de un hámster, que el ser humano sólo da vueltas sobre lo mismo, que ni aprende ni escarmienta, que se ha evolucionado en algunos sentidos técnicos pero no en la manera de manejar los sentimientos y los instintos. Escucharlo me entristecía. En mi interior les daba la razón porque la evidencia es clara, pero también me rebelaba, ¿por qué? pues porque el pesimismo es peligroso y a veces sirve de escondrijo para no hacer nada. Y sigo creyendo que aunque sea en pequeños granitos debemos llevar incrustado en el ADN la necesidad de cambiar las injusticias, aunque tengamos que empezar por aprender a distinguirlas. Hace unos días escuchando la necesaria voz de intelectuales de distintos países –como vi el reportaje empezado no cito nombres para no dejarme ninguno fuera- me gustó escuchar que hay que seguir indignándose ante lo injusto, y no confundir la indignación con la ira, la venganza o el afán de poder.
Con respecto a la utilidad del club, como coordinadora a veces tengo altibajos, hace muchos años que el trabajo está hecho: el ambiente democrático y de respeto fluye; la diversidad es valorada, la corriente de afectividad enorme, el desarrollo personal está a la vista y el literario también. Pero a pesar de los objetivos cumplidos no puedo evitar preguntarme si lo que hacemos vale o es toreo de salón, mero entretenimiento o algo que transforma nuestras vidas y como efecto dominó las de nuestro alrededor. También me recrimino mi falta de generosidad puesto que sé de sobra que el club hace tiempo que marcha sólo, que no necesita coordinación y que por egoísmo o prurito de vanidad no he sabido delegar para que dicha coordinación rote y me convierta en una más. En estas estaba un miércoles cuando subiendo hacia casa con una de las compañeras tras terminar la sesión le transmití:
- No sé si esto del club tiene fuste, si lo que hago sirve, porque no quiero que sólo sea una distracción- ella me dijo:
- Mira Pili, yo antes de pertenecer al club apenas leía y si paseaba miraba los escaparates de ropa pero no las librerías, ahora esté donde esté vaya donde vaya no me salto ni una, y no puedo pasar sin un libro, así que creo que tiene bastante fuste. Agradecí mucho sus palabras.
Sinuhé cometió muchos errores como hombre, pero fue un buen médico que buscaba la verdad y siempre se la decía a los demás y a sí mismo sin distinguir al rico del pobre. Como médico tuvo el poder de ver sin ropa lo mismo al faraón que al mendigo, y al final de sus días lo único que quiso salvar para la posteridad fueron los libros, los pergaminos en los que describió su vida sin adornarla.
Creo que transmitir el arte y el conocimiento es algo bueno, y en el club lo hacemos. Incluso saber a través de sus biógrafos que Mika Waltari sufrió de alcoholismo tampoco sobra, ni es maldad gratuita -la novela está llena de resacas y de sus funestas consecuencias- pero ese mensaje externo al libro también es positivo porque el autor se sometió a tratamientos para recuperarse y no le importó que se supiera siendo una celebridad internacional y miembro de la real academia de su país.
Así que está bien que leamos con criterio y que nos suene la alarma y nos indignemos cuando leamos frases injustas aunque pertenezcan a otro tiempo y aunque fueran escritas por la célebre pluma de Mika Toimi Waltari.
Como también es adecuado decir, tras haberle dado todo su valor a la novela, que a muchas de nosotras se nos hizo costoso llegar al final, sin embargo a otras no les sobró ni una coma. La lectura de una novela es una experiencia personal, y lo que conmueve y emociona no tiene por qué coincidir.
Me gustaría cerrar este pequeño encuentro con la frase del poeta de origen libio Publio Terencio: “Humano soy y nada de lo humano me es ajeno”.
Un abrazo y hasta que volvamos a vernos.
Pili Zori