"Morir de libros", de MIGUEL ÁNGEL MALA

¿Surrealismo?, ¿realismo mágico?, ¿parábola?, ¿ciencia ficción?... No te molestes querido lector, estás ante una voz completamente nueva y vanguardista cuya tierra de cultivo es la gran literatura del mundo.
El creador de “Morir de libros” es un hallazgo, un portento que ya me dejó una huella profunda con “La cruz de barro  novela en la que levantó  el universo de Garmaz, llenándolo de habitantes y cruzando sus vidas, cada una con su cruz, y lo hizo sin perder de vista en ningún momento la personalidad de todo el pueblo porque supo hablar al mismo tiempo en colectivo y en privado y sondeó cielos e infiernos familiares mirando en lo más secreto, y tras haber dado el soplo de vida a sus personajes se apartó para que los protagonistas se expresaran en libertad y nos condujeran por su historia desde la guerra civil hasta nuestros días. Y lo hizo sin inclinarse, colocado en el fiel de la balanza, sólo así pudo extraer la dignidad del odioso y también la del odiado en ese ejercicio, tan difícil, de justicia y compasión, verdaderos. La voz de Miguel Ángel era la voz incontaminada de su generación educada en libertad por aquellos que no la tuvieron.
                La leímos en el club y nos pareció increíble lo fidedigno del retrato y el nivel de hondura alcanzado con tan sólo 30 años.
El libro se podía leer como una colección de relatos o como una novela. Ese modo de narrar por episodios conservando la unidad es muy difícil, de hecho las magníficas series americanas actuales a las que ha ido a parar el talento de los grandes narradores de hoy en ese país, tales como “Killing”, “Los Soprano”, ”Mad men”, ”En terapia”, “Treme”…  construyen los personajes como lo hacían los maestros rusos: abriendo ficha y dándoles una personalidad concreta, características físicas y anímicas y evolución en el tiempo. No importa si después no necesitan usar todos los detalles, pero los tienen, saben cómo son sus rodillas, su forma de comer o de toser… Aunque la diferencia que quiero establecer para que me sirva el ejemplo, tan distante en apariencia, es que al servicio de dichas historias en esas grandes series de las que hablo además del creador suele haber varios guionistas,-a veces uno para cada personaje en concreto, otro que los ensambla y un director para cada capítulo-. Miguel Ángel Mala levantó Garmaz sólo y lo hizo sin perder el pulso en ningún momento. Naturalmente he trasladado el ejemplo al lenguaje cinematográfico para apoyar mejor lo que quería expresar: “La cruz de Barro”, no es una serie ni una novela extensa en páginas pero sí un trabajo condensado y destilado por el autor hasta que consiguió dejarlo en su más pura esencia, la novela está tan bien escrita que apenas necesitaría cambios para ser adaptada.
                Otra de las capacidades de este creador es la de cambiar de registro con una facilidad pasmosa y sin perder un ápice de su estilo. “Morir de libros” nada tiene que ver con “La Cruz de barro”, crónica hiperrealista, probablemente referida en la que se inspiró para llenar de aliento poético el homenaje -tan interiorizado, tan sentido, tan justamente medido- a la generación de sus mayores, como en renglones anteriores ya he dicho.
                 Morir de libros” es un derroche de imaginación, de fina ironía en el que desaparece la frontera entre fantasía y realidad. No es improbable que esta novela sea la descripción del futuro, y es bueno que cada cierto tiempo grandes escritores nos avisen del peligro, “Morir de libros” necesariamente remite a Farenheit 451 de Ray Bradbury y al Mundo feliz de Huxley  porque como ya he dicho otras veces en este mismo blog, los libros, una vez escritos tienen vida propia, se hablan entre sí y se juntan con quien quieren.   
 En Inlandia están prohibidos, son considerados elementos peligrosos y claramente subversivos que producen la enfermedad denominada bibliófilis, adicción de la que sólo te puedes desintoxicar con alcohol, realitys televisivos y ciertas drogas y fármacos que en Inlandia son legales. El protagonista, Miguel Ocaña, presidente de la Diputación de una provincia de este país una mañana descubre que en uno de sus zapatos está creciendo una novela de forma espontánea, su casa está contaminada y los libros se irán multiplicando por esporas.
                La adicción alcanzará a su esposa. Gracias al contagio, Miguel y Laura se redescubrirán como pareja, (hay una escena voyeurista que sólo los grandes escritores son capaces de sujetar sin que esta pierda ni un ápice de patetismo y ternura ni de grandeza y comicidad, es la que sucede cuando Miguel Ocaña descubre a su mujer leyendo un libro erótico, Justine y Margot, a escondidas, y mientras contempla lo que ocurre bajo su falda se sobreexcita de tal manera que termina, por una serie de avatares, colgado de la ventana con los pantalones bajados y teniendo que ser socorrido por un vecino que le presta una escalera que a modo de zanco termina estampándole encima de las arizónicas de su chalet mientras Laura, su esposa, le increpa socarrona). Os aseguro que no es un señuelo para enganchar al lector, la escena pertenece a una alegría más profunda que ahonda y sondea en el joven matrimonio sin hijos, pocas miradas masculinas he visto en literatura que muestren tanto interés sincero por la intimidad de una mujer y la compartida en pareja y no me refiero en exclusiva a la confianza sexual sino al sentimiento de compenetración y libertad en el amor.
                Esta bellísima novela nos avisa del peligro de una inquisición moderna, nos muestra que la verdadera libertad, tal vez, sólo nos la proporcione la literatura, nos habla de los efectos físicos y anímicos que su lectura nos produce y de cómo ésta se metaboliza dentro de nosotros para transformarnos y lo hace con una trama trepidante y llena de intriga y aventura que nos sobresalta a cada página.
                No quiero desvelaros demasiado, sólo os diré que mi marido, un enfermo incurable de bibliófilis  se la leyó de una sentada en cuatro horas y cuando cerró el libro dijo: “Esto son palabras mayores, podría firmarlo Saramago o Gómez Rufo” No es necesario explicar que no se estaba refiriendo al parecido sino a la forma de crear, a las intenciones… La frase fue un elogio porque son dos de sus grandes, como lector es exigente y difícil de conquistar.
                Morir de libros” ganó el prestigioso premio Tilfos. En el jurado presidido por Xavier Grau Sabaté, y vicepresidido por Justo Reinares Díez, estaban: Luis Mateo Díez, José Manuel Caballero Bonald, Manuel Longares, Penélope Acero, Jaime Alejandre y como secretaria Reyes Lluch Rodriguez. No me resulta difícil imaginar la satisfacción cuando cayó en sus manos el original, estoy segura de que desplazó de inmediato a todos los demás.
                En lugar de entrar a analizar su magnífica estructura y la perfección de su prosa diré que estoy convencida de que a cualquier autor que se precie le gustaría haberlo escrito. La pena es que entre los mediocres suscitará mucha envidia. En cualquier caso sé que no defraudará a los lectores.
                No me importaría que “Morir de libros” comenzara a tatuarse en el centro de mi pecho que es donde lo albergo, cuando lo leáis sabréis por qué lo digo, el final es sublime.
                Desde este pequeño rincón bibliofílico te envío un fuerte abrazo querido Miguel Ángel y mi más sincera enhorabuena.
Pili Zori

"Cometas en el cielo", de KHALED HOSSEINI

Hemos acabado nuestra temporada de club de literatura y el broche de esmeraldas lo ha puesto “Cometas en el cielo” esta extraordinaria novela de Khaled Hosseini.
Lo cierto es que no esperaba que me gustase tanto: cuando se pondera en exceso un libro o una película suelo cruzar los dedos, creo que soy de las pocas personas que no ha visto Titanic por esa razón, os aseguro que no me ocurre por ninguna actitud elitista, me encanta -como en otras ocasiones he dicho- la universalidad, la capacidad de llegada… porque sé lo difícil que es escribir  sencillo y sé cuanta calidad encierran muchas lecturas consideradas de corte popular o de gran público.
Aprecio especialmente a los escritores puente, lo explico: son autores que conocen dos o más culturas, que por razones de inmigración, o de exilio, o por persecución… han vivido en su país de origen y también en el de acogida y pueden explicar el mundo desde un lado o desde el otro, potencian la interculturalidad y contribuyen al acercamiento y la comprensión, ya sólo por esa capacidad de construir puentes o viaductos son valiosos, sin entrar todavía en su calidad literaria, pondremos como ejemplo a Kenizé Mourad, la última sultana del imperio otomano, a Amy Tam, o la misma Pearl S. Buck.
En el caso de “Cometas en el cielo”, además, nos encontramos con un trabajo literario impecable.
            Desde la mirada de la infancia y escogiendo un dificilísimo punto de partida, el remordimiento,  Hosseini nos muestra y demuestra cómo desde el futuro se puede resarcir por completo el pasado, cómo gracias al daño aparentemente irreparable se puede enmendar en cualquier momento de la vida la cuenta pendiente. La novela nos habla de la heroicidad del antihéroe, de que es posible el acto de valentía sin tener ese rasgo en la personalidad, de la expiación, del alto precio y la dolorosa catarsis por la que hay que pasar para conseguir perdonarse a uno mismo, sólo entonces puedes relacionarte en paz con los demás.
            Dos padres sin esposa, la  enorme diferencia de clase social dentro de una misma familia masculina ¿consanguínea? y un secreto. De ahí partimos, y desde sus páginas iremos viendo evoluciones e involuciones individuales y colectivas, el horror, la maldad en pleno siglo XXI
La bondad ha abandonado esta tierra y es imposible escapar de las matanzas, siempre matanzas. En Kabul el miedo está en todas partes”, No te permiten ser humano” nos dice, refiriéndose a los talibanes, uno de los personajes clave y llave de esta historia, Rahim Kan, el padrino tácito escogido por el autor para desvelar, para desencadenar y propiciar el desenlace, para mostrar el camino de dignidad que ha de convertir en un verdadero hombre a Amir, aunque en ello le vaya la vida.
            Con muchos planteamientos bíblicos, seguramente equiparables a otros coránicos, vemos el sentimiento cainita ¿provocado, quizá, por la predilección paterna? Vemos la potencia de David contra Goliat, el rudimentario e infantil tirachinas como arma mortífera contra la maldad, y el nazismo, que también puede envolverse en turbantes. Las cometas de todos los colores, surcando el cielo como símbolo de libertad y la posterior prohibición de su vuelo.
            Es precioso ver como la novela se va cerrando en círculos: el dinero bajo el colchón, -acto delictivo en la infancia, reparador en la madurez-, el reloj entregado a otros niños... La ruptura generacional que se rebela contra la presión social y los privilegios y ya no necesita esconder parentescos bajo castas o racismos, (a ver cuando terminamos de enterarnos de que las razas no existen). Amir y su esposa Soraya son el presente, ellos resquebrajarán el inamovible pasado de apariencias y exclusiones.
            Cometas en el cielo es una balada de amor muy triste dedicada a un hermoso país, Afganistán, al que han herido de muerte entre rusos, americanos y talibanes, pero también es un canto de esperanza. El autor usa su literatura como arma cargada de futuro, así nos lo pidió Celaya y así lo cumple él llenando su vida y su compromiso de aliento poético.
Khaled Hosseini en 2006 fue nombrado embajador de buena voluntad del ACNUR, que es el organismo de las naciones unidas que se encarga de proteger a los refugiados. En el 2007 creó la Fundación Khaled Hosseini destinada a proporcionar ayuda humanitaria al pueblo afgano para aliviar su sufrimiento y contribuir a crear prósperas comunidades.
            Gracias Señor Hosseini por coger nuestra barbilla y girarla con la potencia de su ternura para que miremos hacia ese lado de nuestro mapamundi.
Un abrazo y hasta el próximo encuentro
Pili Zori

¡INDIGNAOS!

Cuando comenzó el llamamiento a la insurrección pacífica y vi que partía de un libro me emocioné profundamente. Nada más sonar la alarma del despertador en mis oídos me puse en pie de un salto como cuando te dispones a emprender un viaje apasionante. No sé si lo que pienso y siento coincide y sintoniza en su totalidad con todo lo que se está hablando en las asambleas, con los acuerdos a los que este movimiento ciudadano va llegando, (muchas mujeres de mi edad nos manejamos mal por las redes sociales y nos cuesta acampar porque somos de hueso artrósico, aún así estuve todo lo que pude en la plaza del Ayuntamiento de mi ciudad) pero sí supe de inmediato, que se cuenta conmigo, que no estoy excluida, y aquí está mi rinconcito para que quien quiera pueda disponer de él.
 El agua alborotada de mi Guadiana, repleta de neuronas de ilusión adormecidas desde hace lustros, borboteó con júbilo al contemplar la luz del nuevo día que ya no esperaba. Me alegro hasta el infinito de que  Stéphane Hessel, y José Luis Sampedro todavía estén aquí para poder verlo, (generosos nonagenarios que nos han entregado en vida su legado, y ésta, la hermosa vida,-a cambio de su lúcida hondura y de su larga juventud anímica-, les concede una merecidísima prórroga  para devolverles  todos los años de sufrimiento que las guerras fratricidas les robaron). Me hace muy feliz que puedan ver el buen uso que de su valiosa herencia hacemos. Me enorgullece el elenco de intelectuales que está recogiendo el testigo, pero por quienes más me alegro es por todos nosotros entre los que incluyo a los que aún no comprenden, temerosos debido a una pérdida de confianza, más que lógica.
Lo que está ocurriendo vuelve a colocar en su sitio el desbarajuste de mucho tiempo y eso siempre es bueno, especialmente beneficioso para los gobernantes, sean del signo que sean, porque les orienta y les recuerda que:
No se trata de gobernar para el pueblo pero sin el pueblo, por muy ilustrados e ilustres que se sientan. Y les recalca que las prioridades van por este orden: primero están los ciudadanos, que han de transmitirles sus necesidades e inquietudes, y son ellos, los ciudadanos quienes eligen a sus representantes para que  escuchen, evalúen, hagan trabajo de calle… porque acercándose a pie, se obtiene mayor sentido de la realidad y mejor perspectiva.
Un gobernante es un administrador de justicia, y sirve a... no se sirve de…
 Es probable que todo lo que estoy diciendo suene muy simple, pero hemos de recuperar, precisamente dicha simplicidad. Hay que rescatar los conceptos originales que hoy se encuentran desvirtuados por estar presos en viejas carcasas de eufemismos herrumbrosos. La pobreza  es pobreza,  la injusticia, injusticia, el egoísmo, la avaricia… y todos sabemos entender esos conceptos y desmenuzar sus ingredientes en mayor o menor escala. Y eso es lo que se está haciendo en este momento en las principales ágoras de nuestro país: comunicar, tomar concepto por concepto y desbrozarlos hasta que de ellos emerja su esencia, y después echar tres en uno para que  brillen y sus goznes no chirríen ni se les desvíe el eje que podría arrojarlos fuera de su órbita, sólo así se alcanza la precisión, la capacidad de llegada, la universalidad necesaria puesto que de un problema mundial estamos tratando.
Cuando  Mafalda, la de Quino, tomaba entre las manitas su bola terráquea  y nos decía compungida “Al mundo le duele el Asia” y a continuación llenaba el continente de tiritas nos estaba enviando el mensaje, sms si preferís, de que el mundo, -ese ser repleto de vida- al igual que el cuerpo es sólo uno, y si se le enferma o se le daña en alguna parte todo el organismo se resiente. Y eso es lo que se está haciendo desde estas plazas, centros neurálgicos, virtuales o físicos: desinfectar, suturar y poner vendas y esparadrapo a todos los males que nos aquejan.
Me gusta aprender de los que saben, confío y creo en las especialidades porque somos seres comunitarios que nos complementamos y completamos con el conocimiento y la sabiduría de los demás y durante todos estos días esperaba ilusionada los programas de debates con la intención de comprender, de aprender del periodismo, actividad vocacional, casi sagrada en otro tiempo por su compromiso con la búsqueda de la verdad y la valentía para transmitirla. La decepción ha sido enorme: me ha dado pena contemplar a cortesanos haciendo flaco favor a quienes sirven siendo más papistas que el Papa, creyéndose dirigentes, no ya de opinión sino del país, eso sí, sin correr riesgos. En fin…toreo de salón. Les he oído hablar para ellos mismos, para lucirse entre sí en su endogámico mundo de filias y fobias personales, de prebendas y castigos. Les he visto arengar desde sus atalayas de atrezo, olvidando por completo al espectador, incluso la puesta en escena de los platós es de teatro, -a la cámara, es decir a nosotros, sólo nos mira el moderador-,y digo teatro con todos los respetos para el grandísimo arte de la dramaturgia que en vivo y desde las tablas sí que cuenta con el público y escucha su respiración y se enfrenta a sus aplausos o a sus abucheos con valor.
Creo que al cuarto poder también habría que colocarlo en su sitio.
Evito citar nombres por las honrosas excepciones, entre las que abundan, curiosamente, periodistas con menos edad, y no soy de las que adoran a la juventud por el hecho de serlo, en este caso subrayo el detalle por la frescura, por la bondad, por el empuje, y sobre todo por la ecuanimidad. Por fortuna no se está produciendo una ruptura generacional como sucedió en otras épocas, pero son  muchos los jóvenes que nos están dando un repaso que nos hace caer en la cuenta de lo maleados que estamos anclados en la poltrona de nuestra pequeña e ilusoria burguesía que creemos tan estable.
He pasado vergüenza ajena durante estos días tan intensos cuando a altas horas de la madrugada podíamos ver en televisión a representantes de “Democracia real ya”, siendo abrumados por las exigencias de respuestas; exigencias paradójicamente proferidas por especialistas de la información y desde sus sueldazos, ¡manda narices!, cuando son ellos, los muchachos sobradamente preparados en paro o del mileurismo congelado quienes  tienen el derecho a preguntar. De nuevo señalo la inversión de los términos. Daba la impresión de que si los chicos no llevaban un programa que incluyera soluciones, incluso para poner colorados los rostros anónimos de las agencias de calificación de mercados o dar una colleja a todo el gobierno europeo, pormenorizando y ubicando los fallos, no iban a pasar el examen de reválida. Me he quedado estupefacta al ver que estas vacas sagradas del periodismo no se molestaban en disimular el gesto de cínica decepción que transmitía “¿Eso es todo?” No hay cosa más vulnerable que la vanidad, y en la historia está David para demostrar que con una honda centrífuga y expansiva se puede vencer a Goliat.
Tras esta hostilidad mal encubierta porque se transparentaba, venía la contraria, la de la condescendencia: esa postura de: “deja a los chicos que jueguen un poco a la revolución, que se reinventen el 68, ya se cansarán estos neohippies que tienen asegurado el cocido de mami en su casa”. No sé cuál de las dos posiciones ofende más.
Lloré de rabia cuando vi los golpes propinados en los riñones a las chicas y chicos desarmados e indefensos de Barcelona. Tampoco se me va de las retinas el desconcierto de la señora tan asustada y a punto de la desorientación irreversible preguntándose desde cuándo los que están para defendernos se vuelven para atacarnos. Sueldos pagados por contribuyentes catalanes para que se vuelvan palos. Y lloro al escribirlo ahora. Deseé con toda mi alma que el maltratador acorazado y sin identificar al levantar el brazo para asestar el golpe certero con más furia descubriera que la muchacha que desde el terror volvía la cara para mirarle fuera su hermana. Y anhelé con todas mis fuerzas que la voz de Arthur Miller gritara ¡¡Todos eran mis hijos!!
Han de cambiar muchas cosas en nuestro país empezando por el sectarismo. Siempre me he sentido inculta en política, soy incapaz de recordar caras y nombres y menos de asociarlos a sus adscripciones, a no ser que les vea o trate a menudo, pero cuando escucho a alguien antes de saber a qué se dedica o a qué partido pertenece sí sé sin embargo si estoy o no de acuerdo con él, esas observaciones siempre me llevan a confirmar mis ideas y a coincidir con los mismos, pero eso sucede después de escuchar, nunca a priori.
“¡Coma caca que diez millones de moscas no pueden estar equivocadas!” Nunca he compartido la frase. La política no es un juego de mesa, ni un animal depredador que se zampa a las minorías, ni un simulacro de guerra con dos ejércitos en el que uno pierde y otro gana. La vida cotidiana continúa y en ella estamos todos, seres sociales, diversos y plurales, y por ella luchamos mientras otros malgastan las fuerzas en rencillas. No queremos que nos consideren sus clientes ávidos de chollos a los que hay que ofrecer en slogan la mejor oferta.
Un poco de respeto.
Me gustaría que los chicos abandonasen ya las plazas, para no dar pie a que la fuerza de la imagen se destruya, y no lo digo porque haga feo, (aunque he de confesar, si soy honesta, que mi aburguesada alma de interiorista frustrada les coloca mentalmente preciosas sillas y simétricas tiendas tipo castra romana, o estilosos bungalows de diseño danés. Espero que podáis perdonarme mis pecados de frívola impenitente algún día). Tampoco me gusta que los comerciantes sean perjudicados. Pero que la manifestación no cese. Que los auditorios dejen de estar vacíos, que los inmuebles de uso público se llenen. Deseo que el movimiento asambleario sea permanente, que a él se unan los trabajadores para aportar la experiencia de cada sector. Y sobre todo quiero que seamos capaces de recordar a Ghandi  cada vez que el avasallamiento nos empuje a ser agresivos.
Gracias por vuestra maravillosa lección de civismo.
 Y ahora para terminar con mejores palabras que las mías y para no desvirtuar este blog que siempre os habla de libros  os leeré la contraportada de “Indignaos” y lo haré con orgullo porque pocas veces las frases de los libros se salen de las páginas para hacer una llamada tan hermosa y tan sencilla hacia la conquista de un mundo mejor.  
                Cuando alguien como Stéphane Hessel llama a la ”insurrección pacífica”, a desperezarse, a rebelarse, hay que escucharlo. Porque Hessel, a sus 93 años, sabe de lo que habla: miembro de la Resistencia francesa, superviviente de Buchenwald, militante a favor de la independencia argelina y defensor de la causa palestina, este eterno luchador es, además, el único redactor aún vivo de la Declaración Universal de los derechos humanos de 1948. Por eso, cuando reclama “un motivo de indignación” para todos hay que hacerle caso. Porque “las razones para indignarse pueden parecer hoy menos nítidas o el mundo demasiado complejo”, pero siguen ahí, en la dictadura de los mercados, en el trato a los inmigrantes, a las minorías étnicas. “Buscad y encontraréis”, nos dice, “coged el relevo, ¡indignaos!”, porque “la peor actitud es la indiferencia. Si os comportáis así, perderéis uno de los componentes esenciales que forman al hombre: la facultad de indignación y el compromiso que la sigue”. S. Hessel
“¡Indignaos! Hoy se trata de no sucumbir bajo el huracán destructor del consumismo voraz y de la distracción mediática mientras nos aplican los recortes.
¡Indignaos! Sin violencia. Como cantara Raimon contra la dictadura: Digamos NO. Actuad. Para empezar, ¡Indignaos!” José Luis Sampedro.
Hoy más que nunca un fuerte abrazo
Pili Zori