Una de cine: "Más allá de la vida" (Clint Eastwood)

Me ha sorprendido leer en internet malas críticas sobre esta película, me han producido tristeza, naturalmente respeto las opiniones e impresiones de cada cual, como veis he dicho opiniones e impresiones –personales y subjetivas- porque no sé si quienes emitían dichos juicios son profesionales que manejan evaluaciones estilísticas, que conocen el lenguaje cinematográfico, el esquema argumental, la forma de situar los planos, de mover la cámara de utilizar el sonido, la dirección de actores, la actuación de los protagonistas…
Hace tiempo que me ronda por la cabeza hacer una matización que debería ser innecesaria, así que disculpad el perogrullo, en nuestro idioma utilizamos la palabra “crítica” para referirnos a un análisis, un estudio más o menos extenso, más o menos somero, más o menos académico de un “producto” artístico. Crítica viene de discernimiento, de criterio, pero me temo que el uso más extendido de esta palabra es el que le da significado de objeción, y creo que de forma inconsciente se confunde ser crítico con ser criticón, y por alguna razón siniestra el criticón cree que sus descalificaciones le confieren un barniz que le hace brillar y sobresalir elevándolo sobre una nube de vapores elitistas.


En nuestro país venimos de una educación en la que prevalece la crítica negativa por encima de la constructiva. La crítica negativa señala a la persona y no al error diciéndole que es mala, no que a veces hace cosas equivocadas, que es muy distinto. En una palabra: culpabiliza. La crítica constructiva sin embargo señala el fallo, “te has confundido de papel, o de tuerca o de tornillo…” es positiva hace que aprendas de dicho fallo para el futuro, la negativa mira hacia el pasado, “siempre estás igual, eres un desastre…” Aunque parezca una simpleza lo que acabo de exponer no lo es, porque se trata de una actitud trasladable a todos los ámbitos de nuestra vida, pareja, familia, amigos, trabajo… y el efecto dominó cambia el mundo dependiendo de cual de las dos conductas elijas: hacer trabajo de equipo a base de estimulación eficaz y asertiva o diseminar la humillación por todas partes en relaciones de poder.

Aunque no quisiera confundir, no estoy enviando el mensaje de que todo valga, soy consciente de que en el caso del cine al igual que en el de la literatura se filma y se edita mucho, pero tras la criba quedan muy pocas películas y novelas rotundas que merezcan la pena.
El trabajo de Clint Eastwood, especialmente el de los últimos años, a partir de “Los puentes de Madison” es para descubrirse una y otra vez, otro asunto es que el espectador tenga sus preferencias dentro de toda la obra de este cineasta enorme, pero sabiendo que parte de una calidad artística de gran profundidad.

Le tengo un gran respeto a la palabra escrita y me duele que a menudo muchos internautas la usen con ligereza, y no hablo de expresarse mejor o peor sino de hacerlo honestamente desde el corazón, desde la reflexión incluso cuando se escriba en clave cómica, no hay nada más serio que la comedia. Como espectadores tenemos el derecho soberano de sentir, opinar, analizar… como nos salga de las narices, ¡faltaría más!, pero también debemos escarbarnos para ver si nuestro análisis responde a unas expectativas que el cineasta no nos ha propuesto. A menudo tendemos a buscar lo conocido si nos ha sido grato, esperamos los mismos sabores que nos gustaron en las comidas y los comparamos en lugar de paladear los ingredientes nuevos, en una palabra nos desconcertamos ante lo desconocido. Pero cada evento requiere una vestimenta. “Más allá de la vida” es un encuentro íntimo, y lo apropiado es acercarse a él con ropa cómoda y sencilla, Eastwood nos invita a una velada de confidencia, de interior.
Más allá…” es una apuesta fuerte y puede que el espectador esperara un “Entre fantasmas” que aguardara las respuestas de un intelectual de gran predicamento y en su lugar haya recibido preguntas, las mismas que él se hace, que todos nos hacemos, pero insisto en que el desafío es fuerte porque Clint Eastwood explora un territorio lleno de prejuicios y engañifas y por ello se empeña en clarificarlo diferenciando la espiritualidad de la superchería, nos muestra y define el contraste entre los cantamañanas -que hacen lecturas espiritistas colectivas valiéndose de las artimañas del pícaro- y George (Matt Damon) que vive su “don” como una desgracia que le aísla y le produce sufrimiento, (no sé si el hecho de que haya escogido a uno de los protagonistas de la serie “Entre fantasmas” como hermano de George será un guiño crítico o un enlace, porque a su modo también dicha serie intenta normalizar ese espacio de viajeros en tránsito en el que tantas culturas y religiones creen).

Puede que el tsunami que aparece al principio en la película también creara expectativas de gran film efectista de género de catástrofe, pero el error sería nuestro, del espectador, porque para mí queda claro que a Eastwood no le importa mostrar la magnitud de la ola sino la de los segundos que te pueden cambiar la vida y nos recalca la fragilidad a través de una mujer de éxito, prestigio y estabilidad vital frente a un imponderable, Marie Lelay la incisiva periodista política francesa no volverá a ser la misma, el desprestigio, la extrañeza y la mirada de aversión y lástima de sus colegas deja a la vista lo que decía en renglones anteriores: no vale que seas tú, has de ser siempre lo que se espera de ti. A pesar de que ella avala su libro y su experiencia con gran documentación médica y científica el compartimento al que es enviada es al de los chiflados con la consiguiente bajada de todos los escalafones y el arranque de las vallas publicitarias cual si fueran galones, estrellas o medallas de pronto inmerecidas. Tampoco sé si Peter Morgan, el guionista, junto a Clint Eastwood, envían una recriminación, velada o abierta, a la “vieja Europa cínica y descreída”, también los americanos, incluidos los ilustres, tienen sus prejuicios además de sus lagunas y ‘ninguneos’; para ellos Europa la forman Francia, Italia y Alemania, los demás no existimos, y no es que se me haya olvidado el Reino Unido. No. Es que los británicos son considerados “de los suyos”. Bueno, pero esta dispersión es una maldad mía anticuada y también prejuiciosa, pido perdón por este arrebato patriota que no viene a cuento, siempre hay honrosas excepciones, Arthur Miller, Woody Allen, Paul Auster y el propio Obama sí saben dónde estamos y además vienen a vernos. Retomo: la cuestión es que la editorial de Marie Lelay que tanto se ha nutrido de su talento, para la publicación de este libro le recomienda otro mercado como el americano o el inglés, ahí quería llegar con este largo inciso, como si bucear -y en este caso nunca mejor dicho lo del buceo- en esa zona frágil y fronteriza entre la vida y la muerte supusiera entrar en un terreno casposo de mediums y adivinos que la deja fuera del Olimpo de los oráculos mediáticos a los que hablar de los chismes y amoríos de un presidente francés en cambio sí les parece información de altura.

Me gusta muchísimo cómo el director hace que las tres historias desemboquen en el mismo sitio buscando un vértice en cuya punta confluyen la paz y la esperanza además del amor, me encanta que sea en un entorno con libros, cómo se reconocen, cómo la soledad y el aislamiento desaparecen cuando se establece entre ellos el mismo lenguaje porque ambos han estado en el mismo lugar. Me parece precioso que sea el niño quien les enlace. Me maravilla cómo ha captado las atmósferas, francesa e inglesa, con sus modos de vida respectivos, dando apenas cuatro pinceladas certeras, como distribuye los silencios, como economiza palabras y gestos para dejar los justos, para lograr la precisión, el equilibrio, la armonía condensando así el halo de poesía que junto a la envolvente música compuesta por él rodean como un abrazo toda la narración. No siempre la apoteosis ha de ir unida a los zambombazos, a veces un silencio es más poderoso y sonoro que cualquier explosión, las dos miradas entre Marie y George, el pequeño roce de los dedos al entregar el libro para que ella lo firme y la certeza del sentimiento de amor mutuo se producen en silencio y sin embargo dicho silencio inunda con la fuerza de un tsunami tu interior.


He leído que el equilibrio era desigual entre las tres historias. No puedo estar más en desacuerdo, casi se pueden medir con un metro las tres partes, la interpretación es igual de potente en los tres personajes, unidas por el mismo ensimismamiento, la misma tristeza e igual incomprensión, a alguien que escribe y piensa en música jamás se le escapa la simetría, incluso aunque elija un diseño aparentemente asimétrico habrá piezas que marquen la unidad, que hagan juego que formen el conjunto. Pero lo que más me maravilla es su mirada fija y valiente, no podemos olvidarnos de la edad que Clint Eastwood tiene, ¡ójalá que todos sepamos mirar de frente con la entereza, la sabiduría y la bondad con la que él mira!

Estaría toda la noche señalando y desmenuzando cada uno de los logros que la película contiene, pero me conformaré y cerraré con el broche del enorme respeto que Clint Eastwood siente por los niños que están en el umbral de la adolescencia, y también por los jóvenes, ya daba buena cuenta de ello en “Gran Torino”, fronteras poco comprendidas y tratadas a menudo con estereotipos manipuladores y manidos, la relación entre los hermanos gemelos con su madre es tan hermosa y aleccionadora que te deja sin palabras: el coraje de hacer lo que hay que hacer, la entrega absoluta sin considerar la dificultad de las circunstancias, Clint Eastwood nos muestra lo que es esencial en la vida: amar y ser amado y nos recuerda que hay un solo comportamiento adecuado: la honradez.

Un abrazo
Pili Zori

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