"CREMATORIO", serie de TV española

No creo necesario esperar a los dos últimos capítulos que el próximo lunes emitirá la Sexta para comentar esta magnífica serie que a diferencia de otras españolas me produce un gran orgullo. Con muchos menos medios que las americanas de la prestigiosa cadena HBO, pero con la misma vocación de estilo y con firmas absolutamente personales y de aquí, nuestra serie consigue lo que le hace hermanarse con las estadounidenses: la autenticidad. Si “Los Soprano” retrata a las mafias neoyorquinas actuales, y con esa excusa tira de la manta social, “Crematorio” habla de las nuestras y lo hace con herramientas autóctonas y sin necesidad de mimetizar. No puede haber un resumen mejor explicado ni un examen más exhaustivo de la corrupción que en los últimos años estamos padeciendo, porque a lo que nos contaban en los medios le faltaba la proyección humana que “Crematorio” añade: los móviles, los motivos, los sentimientos, los instintos, las filias y las fobias; en definitiva los cielos y los infiernos.

Hasta la composición de la carátula, de la portada anticipa el impecable tono de tragedia que abandera el bello rostro de José Sancho en un papel que le sume en el estrellato, (aunque él siempre fue y es lo que yo entiendo por estrella: actor que emite luz propia y duradera sin necesitar el haz añadido del foco). Todo el elenco de actores está perfecto en sus papeles contenidos y de introspección, a ninguno le sobra o le falta una frase, un gesto… El lenguaje es cinematográfico al cien por cien: la imagen va delante de la palabra y la palabra apoya con fuerza a esa imagen. En este caso el cimiento –y nunca mejor dicho puesto que de inmobiliarias y cementos va el asunto- es un guión de enorme calado para el que han trabajado Jorge Sánchez Cabezudo, el director al que no me cansaría de felicitar, Laura Sarmiento Pallarés y Alberto Sánchez Cabezudo. No he tenido la suerte de leer la novela del escritor Rafael Chirbes en la que dicho guión está basado, pero ya me la he apuntado como tarea pendiente.

La ambientación está cuidada al máximo, si en un despacho de abogados tras un registro policial cae un libro éste es sin duda un Aranzadi, (no hará falta que el espectador lo sepa si no ha estudiado derecho, pero sí olerá la veracidad). El avaricioso inventario de obras de arte acumulado en la casa del concejal y en la fundación de la hija, Silvia Bertomeu, -papel que borda la actriz Alicia Borrachero- se nota que está minuciosamente escogido y avalado por expertos. El vestuario, que sin necesidad de ostentar marcas indica el precio, es otro logro insonoro. El interiorismo evidencia que la decoración ha sido encargada a firmas de prestigio que dejan estampadas sus reconocibles rúbricas en el mobiliario y los complementos, nada es de atrezzo. Los estilistas se han superado con los, casi inadvertidos, cambios que indican el paso del tiempo en los flashback más cercanos, - porque no es lo mismo recrear que han transcurrido cinco años o diez que veinte-, pero el inconsciente del espectador sí registra menos o más canas en cabello y barba, más o menos tersura en el rostro… son diferencias que el espectador apreciaría sorprendido en sus propias fotos de hace un lustro o una década, pero que si no mira el álbum en mucho tiempo en el día a día no las advierte. Esas pequeñas diferencias en las que apenas nos fijamos las marcan ligeros cambios de moda en el vestuario, en el maquillaje o en los peinados cuya sutileza sí captan los atentos documentalistas y con ellas datan… En fin, que a excepción de las peleas (que esas siempre me parecen peor coreografiadas y menos creíbles que las americanas, inexperiencia que por otro lado no me resulta del todo mala puesto que indica que en nuestro cine se trabaja poco ese tipo de violencia), la película en su conjunto roza la perfección y no me equivoco al referirme a ella como cine, porque como ya expliqué en entradas de este mismo blog con respecto a otras series, las buenas son cine más largo que por fortuna ha roto la barrera de las dos horas trasladándose a la gran pantalla casera y dando lugar a que grandes obras de la literatura contemporánea puedan ser adaptadas y filmadas sin tener que dejarlas en un mero esquema de tanto eliminarle capítulos y pasajes para que quepan en la ceñida faja de las consabidas dos horas, todavía me apena la síntesis que hicieron con “El nombre de la rosa”, aunque Sean Connery supliera lo que faltaba con su presencia.

Me gustaría destacar el trabajo de cada actor uno por uno, pero nos llevaría mucho espacio y todos realizan un trabajo magnífico, tanto que no podría llamarlos secundarios a no ser por la duración de las escenas, por eso me limitaré a escoger algunas, como por ejemplo la de Teresa, madre de Rubén interpretada por Monserrat Carulla, en la que vemos a Gloria su cuidadora, interpretada por Pepa López cuando la está ayudando a subir por la escalera y la anciana no para de hacer alarde de soberbia hasta que Gloria la deja sentada en un escalón durante unos segundos, después vuelve. Esos segundos de impotencia son los más aprovechados por una actriz que yo he visto en cine, en esos pocos instantes trascurre el genio y la figura de toda una vida, el poderío tirano de una matriarca orgullosa, la dureza de temperamento y finalmente la asunción de la humildad, y todo ese recorrido se produce en silencio y en el pequeño rostro de esa actriz enorme, y por alguna magia oculta de compenetración el espectador ve exactamente los mismos rasgos de carácter en el hijo, Rubén Bertomeu y en la nieta Silvia Bertomeu. La biznieta, Miriam, interpretada por Aura Garrido -ya en “La pecera de Eva” podíamos contemplar su extraordinaria madera- es el resultado de los tres y de un padre débil. Miriam representa la fragilidad y el sufrimiento del vástago malcriado con dinero y en soledad mientras asiste a la suma de aislamientos que conviven bajo el mismo techo familiar. Hay otra escena magnífica en la que Bertomeu está junto a Traian el mafioso ruso interpretado por Vlad Ivanov, -todo un descubrimiento-, y dentro de su dureza el espectador ve cómo busca el aprecio de Rubén sin encontrarlo, cómo se quiere medir con un igual sin conseguirlo y cómo siente un profundo y humillante dolor por ser tratado como un esbirro y no como un capo, situación que no va a cambiar, también es una escena corta muy potente y dificilísima en la que el actor logra transparentar el interior de su personaje al mismo tiempo que lo oculta. De verdad que me da rabia no destacarlos uno por uno, pero cuando la veáis, si aún no habéis podido hacerlo, comprenderéis lo que digo, el abogado, los sicarios, los políticos, el amante… todos están estupendos y ensamblados en equipo. Y naturalmente me gustaría destacar la del principio en la que vemos a Bertomeu frente al mar con esa luz alicantina que tanto conozco y tanto amo en la que le escuchamos decir: “Los ricos nunca pueden ser demasiados. Si muchos tienen mucho dinero el dinero pierde valor y ya no es útil, es así de sencillo”. Hay muchas más como la que protagoniza Sonia Almarcha en el hospital cuando habla con Silvia –Almarcha otra actriz imponente, ya nos demostró su talento en “La soledad”, y cada vez que aparece en una serie se hace la luz-. Otra escena a destacar es la de Silvia cuando vuelve a ver la fotografía de Nueva York y recuerda cómo en su primera exposición, cuando era joven y rebelde, su padre le subrayó irónicamente que la ciudad de los rascacielos se hizo con el cemento y el hormigón que ella tanto denostaba, y con esos dos o tres gestos Silvia nos muestra que admite, pasados los años, cuánto tiene ella de su padre y por tanto cuánto cemento y hormigón corren también por su sangre. Alicia Borrachero transmite con contundencia su historia de fascinación, de cuelgue, de amor-odio por su progenitor posesivo, hasta el punto de que transforma el rostro por completo confiriendo a sus dulces rasgos la textura pétrea del mármol para convertirse por completo en la Silvia Bertomeu que jamás sonríe. Juana Acosta la novia de Rubén B. lo borda, es el personaje que más te conmueve a pesar de que no le disculpes ni una sola de sus faltas, pero su desvalimiento, los desprecios que recibe intentando ocupar su sitio, su lealtad casi abyecta se redimen en la escena con la “criada” en la que dice “el reloj se queda y tú te vas”, esa parte nos produce un sentimiento encontrado porque despedir a la “criada” por muy estirada que ésta sea no deja de ser otro alarde injusto de abuso de poderío ya que con la hija de su novio no puede cuando en realidad es a quien querría expulsar de su vida u obligarla a que la acepte, pero no podemos evitar identificarnos con ella porque todo el mundo ha sido despreciado alguna vez. En fin, como veis la serie tiene un montón de subrayados. Admiro profundamente a los actores y a su capacidad de entrega para vaciarse como un recipiente y prestar mente, alma y cuerpo para ser poseídos por otros.

En cuanto al contenido de la serie no voy a abundar en lo que expertos ya han analizado mejor que yo, el tema de la corrupción inmobiliaria goza de estudios periodísticos profundos, me conformaré con aportar una visión que probablemente pueda ser juzgada como ingenua, pero a veces la ingenuidad es prima hermana del sentido común: viendo a todos los personajes tan infelices y tan metidos en su vicioso círculo concluyes que la avaricia es una adicción tan poderosa como la que producen otras sustancias y puede que como tal haya que tratarla. Cuando la ambición legítima pasa a ser codicia es que ya has saltado la raya, has dejado de dosificar, no sabes frenar, necesitas más cada vez y sin embargo obtienes un placer menor, te sientes atrapado, te mueves en el filo cortante de la adrenalina desbordada, ya no sabes saborear el peligro, pasas directamente a estar viviendo en el peligro, y te mueves en la rueda de un hámster entre borracheras y resacas sin alcoholes ni químicas; no encuentras la salida… Es un comportamiento de libro. Con ello no quiero convertir la maldad en enfermedad -la maldad existe- tampoco es mi intención decir que las consecuencias de dicho mal no haya que pagarlas ante la sociedad y ante uno mismo, de ellas no te exime la ignorancia de haber participado en el delito, pero no estaría demás prevenir y también tratar, aunque fuera dentro de la cárcel esos comportamientos como una rama más de las adicciones. Creo que la frase de Rubén Bertomeu que se eligió para promocionar la serie me da la razón en lo anteriormente dicho y se explica por sí sola: “Cuando eres poderoso dejas de ser todo lo demás”, si cambiamos poderoso por toxicómano sirve igual.

Si por Toni Soprano el espectador siente empatía en algunos momentos, por Rubén y por muchos de los que le rodean también, y está bien que nos identifiquemos aunque el sentimiento ambivalente nos sorprenda, porque te hace ver que estás hecho de la misma pasta y que podrías delinquir igual que ellos, que el mundo no es maniqueo ni está dividido en buenos y malos, lo que nos diferencia a unos de otros son las decisiones que tomamos y que Bertomeu sea un espejo en el que no nos guste mirarnos nos conviene para que sepamos ver hasta donde podríamos llegar si eligiéramos su camino. Y es que ¡ya basta de admirar a esta gente equivocada, a esta clase de especímenes prepotentes valorando sólo lo que tienen sin preguntarnos cómo lo consiguen!, ¡ya es hora de que ese arquetipo empiece a ruborizarnos!, hay que experimentar vergüenza ajena no por los desfavorecidos sino por estos desalmados vestidos de Armani y hay que volver a darle su verdadero significado a la palabra prestigio que nada tiene que ver con la acumulación de riquezas. Por ello repito que una vez que estableces la empatía de la que hablaba con los protagonistas de la serie y participas de sus códigos de honor erróneos puedes comprender, y comprender siempre te lleva a buscar soluciones a los problemas, así que la aproximación a ese abismo no es mala y el director te empina y te asoma hasta que sientes el vértigo.

¿Acaso son mejores que Rubén Bertomeu los chupópteros que le rodean empezando por su propia familia?, ¿los que no preguntan de dónde sale su “bienestar”?, ¿los que aceptan que haya una cuenta en Gibraltar sin pedir explicaciones? A veces pienso que todos pecamos de omisión y me siento muy cobarde en mi burbuja, y la desconfianza en la política, en las instituciones, en la justicia, en los medios de información y sobre todo en mí misma, me inmoviliza y me siento manchada por permitirlo y sin derecho a cambiar las cosas y eso que no he hecho nunca nada de lo que en la serie aparece, pero sí conozco a gente así y no se lo afeo ni se lo reprocho.

En cuanto a José Sancho, me voy a meter donde nadie me llama, pero si estuviera en mi mano hablar con él le sugeriría un cambio de actitud, porque la que tiene algunas veces en mi opinión le perjudica, él es un gran actor, y en su mundo debería reordenar las prioridades, el público va en primer lugar y ése siempre ha sido el respetable, y ante él brilla, lo demás es trastienda, que unos le contraten y otros no, son temas crematísticos que al espectador no le importan y sin embargo le hacen sentirse excluido de la conversación. Creo que Pepe Sancho debería sentirse más seguro de sí mismo y no buscar la aprobación de quien no quiere o no puede dársela, lo único que consigue al mostrar en la entrega de un premio sus resquemores, es parecer desagradecido, muchos actores querrían llorar por sus ojos, llegar donde él ha llegado y no se quejan, no es bueno para el oficio echarse encima fama de gruñón. Creo que José Sancho tiene un equipaje tan importante y tan mantenido que se ha ganado con creces el título de gran maestro haciendo los papeles más difíciles, y debería mostrarse más asertivo. Es un actor con un abanico de matices infinito, con una mirada que se come la pantalla y con una voz que puede llegar hasta las zonas más recónditas del alma del espectador. Soy consciente de que durante un tiempo su vida privada fue pasto de los devastadores, pero supo renacer como el Fénix y ahora goza de una felicidad que traspasa las rendijas de su respetada privacidad. También durante otro tiempo estuvo de contertulio en sendos programas de la tarde manifestando a troche y moche creencias y opiniones personales, naturalmente tiene derecho a hacerlo, pero en su caso tal vez con la urna bastase, yo le aprecio por su trabajo aunque con la forma de pensar que manifestaba entonces discrepase, pero no confundo a la obra con su autor, o al actor con su personaje, sin embargo me consta que otros espectadores sí. He recalcado que tiene un montón de registros y ya es hora de que le den papeles más entrañables que también se los merece en los que pueda amar, reírse a brazo partido y enternecerse. Ha dado muchísimo a las tablas españolas, al cine, a la televisión y al doblaje, es un hombre culto y se ha entregado por completo en cada trabajo. Creo que los actores si escuchasen más al público y menos a los colegas serían más felices. Un abrazo señor Sancho y muchas gracias por tantos años de buen hacer.

Pili Zori

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