"La niebla y la doncella", de LORENZO SILVA

Aviso: voy a desvelar detalles importantes de la trama y su desenlace, quienes siguen este blog ya saben que el encuentro se produce tras haber leído la novela, si aún no lo has hecho puedes volver aquí después de haber salido por la contraportada cuando se haya evaporado la niebla de los hermosos parajes de la Gomera y del complejo y sutil universo de Lorenzo Silva, el gran renovador de la “serie” negra.
Pero antes y aunque no haga falta la aclaración recordaré que la literatura de crimen y bajos fondos comenzó a publicarse en la revista norteamericana Black Mask y en la colección Série noire de la editorial francesa Gallimard y de ahí le viene el nombre.
Enseguida os explico por qué considero un renovador a Silva que sin embargo no se aparta ni un ápice del espíritu clásico de la serie negra. En la buena novela de este “género” resolver el caso no es lo más importante, aunque al final siempre se resuelva. Tampoco prima encontrar al malo porque en este tipo de literatura abundan las luces y las sombras en ambos bandos y las fronteras entre lo lícito y lo ilícito, lo legítimo y lo ilegítimo, lo moral o lo inmoral se diluyen. Pero lo que sí constituye una constante es la búsqueda de la verdad.
Antes de continuar con los logros del autor me gustaría hacer un inciso. En otras entradas de este mismo blog ya he explicado que no me agrada la clasificación por “géneros”, por eso he entrecomillado la palabra. Para mí sólo existe la buena literatura aunque comprendo que de algún modo el editor, el bibliotecario o el librero tienen que colocarla y apellidarla en sus estanterías para que el lector encuentre con facilidad lo que necesita en las secciones que anuncian: “Novela histórica”, “romántica”, “policíaca o negra”… en caso de que busque por tema y no por autor. Lo paradójico es que cuando una novela es arte en ella se encuentra, sin parcelar y todo junto, lo que acabo de especificar: amor, pasión, aventura, ciencia, crimen… al fin y al cabo hay muchas clases de crímenes -algunos hasta sin cuerpo del delito- y múltiples formas de matar y de morir sin llegar al asesinato físico. Así que o todas las novelas son históricas, puesto que se desarrollan en un tiempo concreto que mañana será historia, o ninguna lo es; o todas son de amor o ninguna lo es y así sucesivamente.
Decía que Lorenzo Silva es innovador entre otras razones porque escoge nuestro propio espejo para reflejar la realidad social española de hoy, y en nuestro país, quienes persiguen los delitos y hacen las investigaciones son los miembros de la guardia civil. Detectives hay, pero andan enredados en otros asuntos que pagan los particulares. El autor es hijo de su generación, -por suerte para él no recordará la dictadura, en 1975 cumplió nueve años- y la guardia civil, al igual que todo el país, ha ido evolucionando desde entonces pasando por la transición hasta llegar a la democracia. Creo que a Lorenzo Silva le importa mucho matizar sobre ese espacio generacional que a él le toca y dejar claro que han cambiado muchas cosas y que es hora de mirarnos a la cara sin prejuicios: que en otro tiempo y dentro del cuerpo de la Benemérita hubo torturadores, es un hecho y una verdad innegables, y miembros corruptos que abusaron de su poder, lo pusieron al servicio de la tiranía y se olvidaron de defender a la sociedad indivisible convirtiéndose en perseguidores de la mitad de sus compatriotas. Pero también habría guardias civiles que no podrían rechistar o que andaban buscando el modo de poder hacerlo teniendo en cuenta que arriesgaban más, para muestra el 23 F y sus facciones.
Me atrevo a asegurar que Lorenzo Silva con sus novelas hace una delicadísima labor de criba para poder marcar la línea que delimite las responsabilidades individuales dentro de ese Cuerpo y también las colectivas, pero al tiempo que nos presenta a través de sus personajes a la guardia civil de hoy por dentro, también ayuda a los lectores a saber mirar a sus miembros sin abstracciones, poniéndoles rostro, sentimientos, fuerzas, flaquezas… humanidad en definitiva. El autor escoge así el difícil papel de mediador que tanta falta nos hace y creo que siempre elige en su literatura y en su vida balanzas de ecuanimidad complicadas, “La flaqueza del Bolchevique” se podría haber escurrido por el tobogán de Nabokov y su “Lolita”, sin embargo consiguió una de las relaciones de joven con mayor más hermosas que se hayan escrito o visto en cine –él mismo adaptó el guión- por ello en esta ocasión al sargento Ruben Vila y a la cabo Virginia Chamorro les entrega la misión de retirar la niebla para que salga a la luz del sol la corrupción interna de compañeros a los que comprenden y aprecian pero no pueden dejar de condenar, y lo hace tras haber embarcado al lector en los mismos afectos, finalmente dicho lector aunque comprende y se muestra compasivo también aprende a no justificar ni defender lo indefendible.
Casi desde el principio deduje que Ruth Anglada era sospechosa, y no lo digo por presunción ni por desbaratar el elemento sorpresa ya que no es previsible y está perfectamente colocado en su sitio -me consta que a otros lectores les dejó con la boca abierta descubrirlo- sino por subrayar que esa sospecha fue para mí el máximo aliciente. Que el autor me fuera insinuando los indicios a través del comportamiento de la cabo Anglada me pareció magistral, los rastros y claves que deja están ocurriendo de forma latente mientras lees, como la lava que fluye bajo esas tierras en las que la novela se sitúa: a Ruth le gusta la velocidad de forma endiablada, un escritor nunca da puntada sin hilo, sobre todo si es de novela negra o policíaca, otra cosa es que el hilván sea largo y tarde un buen rato en aparecer la puntada, pero el hilo se extiende por debajo, alguien que va sin freno ya nos indica muchos rasgos de su interior, no sólo temerarios también trágicos y tristes, más adelante escucharemos de sus propios labios -cuando Vila le pregunta por sus objetivos- que no sabe a dónde quiere ir, que llegará hasta donde haya que llegar –perdonad que no cite textualmente.
Las primeras conversaciones que Vila mantiene durante la cena con el equipo de la Gomera, especialmente con Nava, son fundamentales, Vila lo describe con cuatro pinceladas certeras, nos dice que ronda los cuarenta, que posee un buen físico, un buen reloj de acero y unas gafas dignas del guaperas del anuncio de Martini; que vive con su segunda pareja, diez años menor que él, y un bebé. Con esos datos nos está indicando una serie de necesidades o deseos materiales frustrados, no resulta fácil con un sueldo pequeño mantener a dos familias. El tanteo al que es sometido el sargento de Madrid para ver por dónde respira también nos deja a la vista esa punta de iceberg. De paso y con sabia maestría el autor consigue de golpe las dos lecturas para que quien esté leyendo las quejas conozca a la vez las presiones y tentaciones a las que un guardia civil se puede ver sometido, los pocos estímulos que recibe por su trabajo y todos los marrones que se come por las arbitrariedades y frenos de los políticos. Pero en ese rifirrafe que la conversación proporciona, en esa especie de partido de tenis también el lector atisba o intuye dos posturas muy distintas. Lorenzo Silva acaba de presentarnos a dos antagónicos que sin embargo no parece que lo sean, lo que les diferencia es algo aparentemente tenue: una decisión, la de corromperse o no. Ser incorruptible no es un rasgo de carácter sino de principios.
En este punto de la narración tal vez el lector crea que aún no se ha enterado de por dónde pueden ir los tiros, o la navaja o cuchillo en este caso, pero al igual que el protagonista, lleva el radar encendido y acaba de archivar los datos aunque todavía no los haya procesado. Durante esa cena el alcohol ha corrido con premeditado exceso y a Rubén Vila no se le escapa que ni su colega Nava ni él están tan bebidos como alegan. Esa misma noche Anglada se insinúa al sargento Vila de manera demasiado directa e incomprensible para el lector que ya comienza a advertir algo raro en esa conducta impaciente que sólo puede deberse a una tosca estratagema de distracción que extienda una cortina de humo que permita a la cabo ganar tiempo estando en primera fila para recibir los datos: esa niebla metafórica y siempre presente que tanto embellece la trama, la prosa y las imágenes. Más tarde al lector le cuadrará todo, que Ruth se haya levantado dos horas antes que él y le conteste por el móvil desde la playa… su avidez por controlar los detalles descubiertos si ha estado ausente… y comprenderá por qué los interrogatorios a confidentes y presuntos implicados parecían secundarios salvo por algunas notas como la de chica rubia que Desirée vio acompañando a Iván en la moto por última vez.
Cuando ya sabes que fue Ruth quien asesinó a Iván y que lo hizo degollándole, -forma de matar que requiere fuerza física, frialdad y certeza-, la escena de cama con Rubén Vila y la conversación posterior cobran una fuerza inusitada.
Es posible que la mía sea una impresión subjetiva, pero es lo que dicha escena me transmitió: en esa relación sí ha habido entrega, y aunque ella ya sepa que está completamente perdida y cuál va a ser su fin, al menos le gustaría llevarse consigo esa brizna de verdad. Ella no es tonta y sabe interpretar el parecido de Chamorro con Verónica Lake, y descubrírselo con elegancia a Rubén diciendo sin decir. En mi opinión Rubén Vila no está a la altura porque nunca se le dice a una mujer que ha sido un buen revolcón, aunque lo haya sido, sobraba la aclaración y la advertencia, y por esa razón me gustaría que la doncella fuese Ruth a pesar de su paradójico lado oscuro porque creo que por dentro lo es e intuyo que puso a los pies de Nava el sacrificio del cordero como muestra de su lealtad, el autor nos deja ver que en Galicia lo pasó mal con un “superior”. También me sobran los cortes innecesarios que el sargento Vila les mete a cada paso tanto a Ruth como a Virginia para refrendar su autoridad, supongo que es un recurso del escritor para que a quien lee no se le olvide que es un trabajo militar y como tal requiere que se respete el sistema de jerarquías aunque haya confianza, pero precisamente porque está establecida la confianza entre ellos y también quien es el jefe me resulta forzada tanta necesidad de parar los pies. Pero no importa, tal vez Rubén sea de carácter inseguro aunque su método de trabajo resulte muy eficaz y Lorenzo Silva haya querido dibujarle con sus más y con sus menos que no siempre van a ser entrañables y tiernos y desee recalcar que para ser un buen profesional no hace falta ser un dechado de virtudes. Para crear la tensión sexual y ocultar que está secretamente enamorado de Virginia, tiene que encubrirlo con lo laboral y esos ingredientes de poderes y sumisiones, de protección y concesiones son muy humanos y también muy masculinos, por eso ha de explicarse a sí mismo que en realidad no ha faltado a esa fidelidad que se ha impuesto, que a Ruth se la ha tirado pero que a Chamorro la ama y por eso a una se la lleva a la cama y a la otra a ver las estrellas, y con el revestimiento científico se envuelve lo romántico y la ilusión de haberle concedido un capricho. Regalar forma parte del cortejo y andar entre dos mujeres resulta muy halagador, intentar provocar celos tienta pero es injusto para quien es utilizada sin saberlo. Aunque aquí haya quid pro quo por distinta razón.
El personaje de Ruth tiene toda la carga y la fascinación que emana de las mujeres fatales y ese poso de tristeza que aparece en sus ojos durante los elocuentes silencios que el autor maneja tan bien la redime.
Creo que construir personajes con evolución en el tiempo es otro logro enorme, tengo entendido que Lorenzo Silva cuando los retoma hace que hayan transcurrido los mismos años que ha tardado en volver a verlos, e imagina todo lo que les ha sucedido durante ese tiempo, y eso aparece entre las líneas. De hecho Virginia Chamorro comienza siendo guardia y termina en el último libro de la serie con los roles invertidos, ahora ella es la sargento a cuyas órdenes está un joven guardia.


Es evidente que hay personas si no superdotadas, -y es más que probable que Lorenzo Silva lo sea-, más dotadas que otras para el desarrollo del talento y del trabajo. Con la edad que tiene y más de treinta libros escritos a su espalda resulta sencillo echar la cuenta de que sale a más de uno y más de dos proyectos por año. Si a eso le añades que es un hombre generoso y altruista a la hora de encontrarse con sus lectores en cualquier lugar del mapa, sin importarle ponerse en carretera, (a Guadalajara ha venido varias veces, invitado por la Biblioteca Pública y por la Fundación Siglo Futuro), pues no te explicas qué hace para sacarle tanto rendimiento al tiempo y si a todo lo anterior hay que añadir que es un comunicador extraordinario, porque no hay por qué dar por hecho como condición sine qua non que alguien que escribe bien tenga necesariamente que hablar bien, son registros y lenguajes distintos y no siempre se valora la dualidad y él la tiene, además de una fluidez pasmosa, y para colmo atiende su blog asiduamente y está al tanto de todos los avances de internet. pues qué queréis que os diga: me rindo de rabiosa envidia y me flagelo por mi ostensible vagancia.
Dicho esto, como su libro está vivo y se sale de las páginas, era normal que los recientes acontecimientos de Valencia dieran lugar a acalorados debates de los que tampoco se libró el club, aunque no llegó la sangre al río, el sentimiento de grupo y el afecto puede más.
Pero he de hacerle una pequeña objeción, señor Silva, con todo mi pesar.
Encontrar el sitio que a cada uno nos corresponde y saber estar en él no es fácil y creo que en estos días ha habido mucha desorientación, desde la de llamar “enemigo” al manifestante hasta las intoxicaciones de los medios que parecían, desde sus atalayas, incendiarios de esos que a usted tan poco le gustan, y admirándole como le admiro y después de haber leído –creo que son palabras suyas- el magnífico interrogante de si “las fuerzas del orden están para defender a la sociedad o a la propiedad privada” lamento discrepar sin embargo con el comentario que hizo en una de las últimas entradas de su blog “Los trabajos y los días.”
En él dijo: “Tampoco es de recibo que los adolescentes españoles se hayan acostumbrado a utilizar ‘hijoputa’ o ‘asesino’ como forma de saludo a los antidisturbios” hasta ahí completamente de acuerdo con usted. Continúo con sus palabras “sobre todo porque aquí hay un estado de derecho ante el que responden esos policías que callan y que cuando se calientan de tanto oír mentar a sus madres golpean y a veces yerran”. Aquí ya no comparto con usted, señor Silva. Los psiquiatras escuchan barbaridades y no les clavan un bisturí en el cuello a sus pacientes desarmados, las enfermeras de los geriátricos se llevan tortazos y hasta patadas y aunque estemos en un estado de derecho no se las devuelven, los futbolistas no se lían a balonazos con los espectadores y perdone la comparación. Claro que tenemos que saber lo que decimos y a quien se lo decimos, puedo jurarle que jamás me he dirigido en una concentración en esos términos a nadie, ni reventé ni boicoteé asambleas sindicales –cuando trabajaba-, ni utilicé malas artes en huelgas… me limito a expresar mi verdad o lo que creo o he creído que lo era sin dejar de escuchar jamás al de enfrente, pero esa actitud no la tenía sólo yo, sino la gran mayoría, los energúmenos hacen más ruido pero no son más. Y si alguna vez me he mostrado intolerante en las palabras o en el tono le aseguro que lo he lamentado después amargamente. Tampoco todos los adolescentes que se han manifestado secundan esa clase de insultos, pero a nuestros jóvenes se les está robando el porvenir y eso es mucho más gordo, preferirían que dichos antidisturbios, -jóvenes como ellos- fueran enviados a investigar y perseguir a los ladrones que se han llevado el dinero de los trabajadores a paraísos fiscales y no lo devuelven, a los responsables de que nuestro precioso país se esté quedando como un solar sin recursos… para qué seguir, pocos agravios verbales son comparables a no tener para comer, o para pagar la letra del piso, la papilla o los pañales…
Cobrar cuatrocientos o seiscientos euros no tiene nombre y vea que evito mencionar licenciaturas porque todos los trabajos son dignos y requieren aprendizaje, pero que un país te prepare para luego no pagarte ni rentabilizar contigo lo que has aprendido… Por lo visto es mejor dar rienda suelta a empresarios voraces y aclaro que tampoco en esto generalizo, pero el empresario honrado, viendo lo que ve, termina sintiéndose imbécil. Se nos van a ir fuera todos los hijos que ya han renunciado a darnos nietos y nos vamos a quedar aquí cuatro haciéndonos viejos. Qué gran orgullo para un país que sus golosinas se las coman otros, tiene narices.
Claro que tenemos que saber que las fuerzas de seguridad de nuestro país deben ser cuerpos de élite, trabajos vocacionales compuestos por personas cabales que se hayan sometido a mil pruebas físicas y psicológicas que hayan dado como resultado mentes extraordinariamente amuebladas, personas a quienes debemos manifestarles nuestro apoyo por defendernos y nuestro afecto, pero cuando ves a alguno -como ve subrayo las acciones individuales- ensañándose a palo limpio contra personas desarmadas no puedes dejar de preguntarte ¿cómo es que ese “disturbador subversivo maligno y descerebrado” pertenece a las fuerzas del orden?, porque lo que no quiero pensar bajo ningún concepto es que la orden recibida sea la de “Id a machacar”.
Como sé que es usted un gran cinéfilo le recuerdo aquella escena del Acorazado Potemkin en la que los soldados están apuntando al pueblo y finalmente retiran las armas para volverse contra quienes les han mandado reprimir. A veces hay que plantearse la desobediencia si quien te manda no es digno.
Por desgracia hay demasiada gente que va al trabajo en taxi y que nunca se adentra en la boca del metro, demasiada gente que en su fuero interno cree que la frase “Porque me lo puedo permitir” le diferencia y destaca sin pararse a pensar que la calidad de la educación pública o privada no es una cuestión económica, demasiada gente que cree que sobresalir tiene que ver con el dinero.
Los muchachos han salido a la calle sabiendo que podían correr el riesgo de recibir algún golpe y aún así lo han hecho, si consiguen ser escuchados y que se produzca algún cambio por pequeño que este sea todos nos beneficiaremos de ello, sólo por eso tienen mi respeto.
Un abrazo Señor Silva, también usted y su obra gozan de todo mi respeto, espero no haberle molestado con mi desahogo que me consta que también comparte.
Hasta el próximo encuentro en el que habremos leído “Matar un ruiseñor” de la escritora Harper Lee.
Pili Zori

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