ECHEMOS MANO DE LA PSICOLOGÍA

No quiero manosear más el dolor de las familias de los asesinados en la matanza de Barcelona -una de las ciudades más cosmopolitas del mundo- su silencio por las pérdidas infunde respeto y nos da la inconmensurable dimensión de lo que sienten; ni siquiera me atrevo a imaginar cómo sería mi muerte en vida si a uno de los míos me lo mataran. Pero sí tengo la certeza de mis obligaciones mientras ellos se sumen en su luto, y veo y leo en las redes que con mayor o menor acierto o torpeza una gran mayoría de nosotros quiere arreglar la aberración para que no vuelva a producirse; contemplo como intentamos llegar al origen para comprender y poner los remedios, y me hace sentir bien, útil aunque sea de forma infinitesimal.
De momento echar el freno a los sentimientos malignos que brotan por la rabia es muy importante.
A menudo las personas le damos legitimidad a lo que sentimos precisamente por eso: porque nos decimos interiormente que si lo sentimos por algo será, pero se nos olvida que no hay que confundir sentimientos con bajos instintos, y que frases como “Yo te digo a la cara lo que pienso” no son exactamente válidas porque quizá lo que piensas y sientes no es sano y has de revisar los componentes de tu sinceridad. Sentir no es soltar ventosidades, la boca no es una metralleta para disparar en un momento palabras que dañan durante toda una vida. De nuevo repito que no me excluyo y que en más de una ocasión he pensado, he sentido y he soltado alguna perla absurda, ignorante y dañina con respecto a algún "extranjero" de la que no me siento orgullosa. Alcanzar la sabiduría y la bondad no son objetivos fáciles, pero sí metas a las que hay que intentar llegar aunque tengas que volver a la casilla de salida más de cien veces y terminen tus días sin que las hayas alcanzado.

A menudo me tildan de ingenua, de utópica, y sonrío con ternura, porque quien lo hace no percibe que hoy experimenta y disfruta situaciones y estados que en otro tiempo, no muy lejano, también fueron considerados utopías. La frase “Sé realista, pide lo imposible” no es artística, sólo es obligatoria; puede que durante el tiempo que cada uno de nosotros estemos en la existencia no se consigan los objetivos, pero al menos nos iremos con la tranquilidad de haber contribuido a que más adelante se logren, al fin y al cabo no creo que tengamos nada mejor que hacer.
Estoy convencida de que las personas que han muerto eran pacifistas, estaban contra el racismo y la xenofobia y no despreciaban a otros seres humanos porque se sentían pertenecientes al planeta en el que habían nacido y hermanados con todos sus habitantes, -como dice Amín Maalouf, no nacemos en un país sino en un planeta- por esa razón muchos de ellos viajaron hasta aquí para conocernos y que les conociéramos, y morir a manos de quienes has defendido parece una paradoja, pero no lo es porque ellos hicieron lo que es debido tras su paso por la vida y lo mejor que sabían hacer.
Entiendo que esperar los resultados de la educación en las escuelas, institutos, universidades… impacienta porque parecen programarse a largo plazo, pero sé, al igual que Einstein, que el tiempo es relativo y que la unión hace la fuerza, aunque suene a frase manida; en muy pocos años hemos comprendido necesidades de amor como el divorcio, hemos recuperado o hecho de nuevo el hueco que se les arrebató a homosexuales y transexuales, hemos equiparado a mujeres y hombres -aunque sigamos en ello, mejorando, puliendo- hemos cambiado lenguajes para hacerlos integradores, ya nadie es “subnormal”, “inválido” o “un renglón torcido”. Pero se me ocurre que de entre todas las herramientas eficaces que hemos usado para conseguirlo ha faltado una: La psicología.
Los psicólogos no sólo enseñan a arreglar problemas y conflictos en la intimidad de la consulta, estos profesionales podrían orientar en los medios de comunicación, en los colegios, institutos, universidades, centros laborales… podrían mostrarnos las distintas formas de gestionar la ira, la frustración, el resentimiento, el deseo de venganza, el ojo por ojo... podrían indicarnos qué hacer cuando te tratan con desprecio o desigualdad, te arrinconan o te aíslan; estoy segura de que las cadenas televisivas o radiofónicas obtendrían enorme audiencia, los periódicos y revistas mayor tirada gracias a ellos, y de ese modo dichos medios recuperarían su verdadera labor de servicio público.
A menudo repito la frase que Louis Pauwells y Jacques Bergier pronunciaron dentro de las páginas de su libro científico “El retorno de los brujos”, porque hasta el momento no he encontrado otra que me identifique mejor:
“Cuanto más comprendo más amo porque todo lo comprendido es bueno”.
Y es que no hay nada que nos una más, que comprender y sentirnos comprendidos.

Un abrazo. Pili Zori

En la puerta del supermercado

En la puerta del supermercado en el que compro se coloca un joven africano para –no me gusta la palabra, pero es lo que hace-: mendigar; mejor lo cambio: pedir para su sustento. Tiene las manos ásperas como de trabajador de campo y los ojos y la sonrisa luminosos, ignoro quién le ha colocado ahí para sustituir a Dorothy, otra preciosa nigeriana con nombre de personaje de película mágica, -"El mago de  Oz" aunque en estado de Of, no de Oz, ya ves qué paradoja, (faltaría una efe, off, la pongo para jugar con el sentido de ambas palabras, la magia por desgracia está apagada, para ella y para todos. Nos hemos vuelto de hojalata y hemos de seguir buscando el corazón).
Dorothy lleva rastas, de esas bonitas que parecen de lana, y en su piel joven dos surcos que le nacen desde cada uno de sus ojos felinos, como si un inexistente maquillaje hubiese sido borrado por un llanto constante, no lo he imaginado, me fijé muy bien, supongo que es una curiosidad dermatológica, pero también dicen que la piel chiva o delata las penas que transcurren en nuestro interior. Dorothy tiene dos hijas, lo supe después de un ramillete de frases lanzadas al viento en invierno. “Pasa dentro, muchacha, que te vas a helar”, lo supe después de los saludos y las despedidas tras tocarle los dedos al cerrárselos con pudor para que durara poco el momento de depositar la moneda o monedillas en el cuenco de su mano donde se dibuja el mapa de su vida, más tarde lo cambiamos por alguna bandeja de pollo, o algún que otro sobre al vacío con pan; me gusta dar de comer, pero me contuve con los tuppers para no parecer la loca del nido vacío. Lo supe al ver cómo se impacientaba en el semáforo tras acabar su jornada para luego correr hacia un "hogar" invisible.
No sé qué habrá sido de ella, también Dorothy había sustituido a Elvis, Elvis ayudaba a colocar la compra en el carrito, o en las bolsas, avisaba si te dejabas algo en la pequeña rampa dividida por una tabla móvil que las cajeras -con acento de allende los mares- mueven como si de las manillas de un reloj se tratara -a y diez, a menos diez- para que no haya paradas en las compras de dos clientes, mientras uno guarda en su bolsa y el otro coloca en la cinta, y aunque alguna anciana asustadiza le lanzase hacia atrás con su negativa para ser ayudada y su desprecio, Elvis seguía sonriendo siempre, con una sociabilidad incombustible pero tristemente desperdiciada.
Me habría gustado conocer sus historias, las de los tres, cómo llegaron aquí, qué mafia los coloca temporalmente en las esquinas como si fuera una ETT, si padecen esclavitud de trata, abierta o encubierta… porque ahí están a la vista de todos… pero no me atreví a entablar conversación más allá de la ráfaga de saludos de rigor y frases hechas, por si quien tenía control sobre ellos nos veía y se enfadaba; o eso me dije con hipocresía desde mi cómoda y sencilla vida de confortables muebles, frigorífico lleno, y nórdicos para el invierno que nunca tendré que dejar atrás abandonada para viajar en patera y cruzar el Mediterráneo después de pagar el abusivo precio que tendría un billete de avión a la China, o a las Malvinas tan sólo por atravesar el estrecho.
No, no estoy contando esto para alardear de nada, vergüenza me daría, tampoco soy desinteresada, ni siquiera siento lo mismo por los demás, los que se colocan en otros centros comerciales, es una mirada territorial la mía, mi posesivo para el supermercado casi de barrio que más frecuento; las cajeras y reponedoras también desaparecen pasado algún tiempo, tampoco sé la duración de sus contratos, nunca mejor aplicada la palabra indefinidos, definir el trabajo de hoy cuesta "trabajo", aunque a veces me encuentro con alguna de dichas muchachas en otra sucursal y a ambas nos da alegría; pasado el mediodía intuyo que están sin jefes o encargados, porque durante un generoso intervalo se quedan sin clientes y entonces se escucha su música, un poquillo alta, temas que cantan juntas recuperando así sus países, sus estados, y observarlas es mi mejor modo de concretar y comprender la ONU, un modo pequeño, doméstico, de plano corto que sin embargo se abre hasta lo universal, ¿y qué diantre es lo universal? Siempre se ha dicho que sólo puede entenderse desde lo local, así que eso es lo que intento: comprender los entresijos de mi planeta desde el pequeño rincón en el que vivo.. Y recuerdo aquel anuncio inquietante de perfume que decía: “Hay otros mundos pero están en éste.” Lo cierto es que entiendo muy poco ese conjunto de mundos que habitan en éste sin tocarse, sin verse, aunque intuyo que no somos tan distintos.
No comprendo por qué en nuestro país ya sólo se contrata a través de ETT; para escurrir el bulto de la responsabilidad y de la conciencia supongo. Se paga la bula y que el marrón de la injusticia se lo coman los otros, el “esquirolaje” institucionalizado en forma de empresa, no necesito explicar que no me refiero a la mano de obra, sino a los buscadores de jornaleros, de los chicos y chicas para todo: teclado, oficina, teléfono, almacén, carga y descarga… que para eso somos un país de trae y lleva sin industria.
No comprendo por qué los educadores y psicólogos infantiles se matan a inculcar que las acciones tienen consecuencias, cuando demasiados políticos -que se supone que deberían tener el mayor rango de responsabilidad e impecabilidad- no las asumen y se defienden como gato panza arriba para librarse de ellas.
No comprendo que se siga a alguien con fe ciega, que se repita como un eco lo escuchado en la radio, lo visto en el televisor, lo leído en la prensa sin ponerlo en cuestión, cada uno con su bando, como si no fuéramos seres pensantes sino sectarios, partidarios, seguidores… como si la deontología hubiese desaparecido de colegios, institutos, universidades, empresas profesiones....
Siento vergüenza al escuchar que se habla -con altanería, afán de superioridad y sin escrúpulos- sobre los pobres de un país que está al otro lado del Atlántico, como si aquí no los hubiera; no necesito salir de mi calle para ver cómo hombres aseados cuelgan medio cuerpo en los contenedores. Pero sí sé sin embargo que las preguntas de rigor siguen siendo ¿A quién le conviene?, ¿a quién beneficia?, ¿a quién le interesa?
Mi olfato histórico me dice que hay un tufillo de entreguerras, pero no lo pronuncio porque soy supersticiosa y tengo miedo, no por mí que para los dos telediarios que le quedan a mi generación doy gracias a la vida… sino porque como decía Arthur Miller: “Todos eran mis hijos”.
Cuando se vota a alguien para que se tome la revancha, o se vengue por ti, por delegación cobarde, mal asunto para el futuro, y en Estados Unidos han colocado a un insensato y ahora ¿quién va a quitarlo de ahí?
¿A quién le conviene?, ¿a quién beneficia?, ¿a quién le interesa?
Yo pensaba que todos los políticos estaban obligados a ser cultos y preparados para entender cualquiera de las actividades que representaran, que sabrían preguntar al menos y de principio a fin ¿qué pasa antes de que un ser humano se suba a una patera?, ¿qué hay que hacer después con él, en el país de "acogida"si ha conseguido salvarse en el trayecto?, ¿qué ocurre en una casa cuando en ella entra el paro?, ¿qué se siente al volcarse sobre la boca de un contenedor llevando corbata…?
¡Oh! ¡Europa, Europa! ¿Quién te pide cuentas a ti, raposa infiel, por no cumplir con tu responsabilidad, con tu deber, con tu trabajo?
Pero lo que más me indigna es por qué a demasiados políticos no se les cae la cara por su desvergüenza si se acuerdan de sus padres. ¿Quién les ha consentido para que hoy sean avarientos, mentirosos, endogámicos, soberbios, vanidosos, ladrones, encubridores, cobardes, y egoístas embrutecidos y sin piedad? Qué decepción. Vaya legado.
No suelo meterme en camisas de once varas porque en mi caso la política es más un sentimiento que un argumento y dejo que hablen los que se supone que están especializados, pero ya estoy más que harta de ignominias. Sí, ignominia quiere decir acción deshonrosa, lo que mi madre quería expresar cuando exclamaba ¡Esto no tiene nombre!
Sólo pido que al menos se haga la labor de campo, que es bien sencilla, para realizarla no hace falta ir a Harvard: tan sólo se trata de preguntar -bajando las escaleras del castillo, y al pie del camino- a todo el que pase: ¿y esto por qué piensa usted que ocurre?, ¿a qué cree se debe?, ¿qué opina sobre cómo podríamos arreglarlo? Y entonces, al menos, parte del sueldo estaría ganado, y medio trabajo se lo darían hecho. Eso sí, vigilando incluso a quién vigila, comprobando, cotejando...

Somos un país de susceptibles e inseguros, nos importa más la obediencia y la sumisión que el trabajo en igualdad bien hecho, todas las partes del equipo son necesarias, horizontales, el mundo no es vertical ni escalafonado por mucho que nos empeñemos; nos altera que nos lleven la contraria, y que conste que no me excluyo, por ello no aprendemos y tampoco prosperamos, y no os imagináis cuánto me duele decirlo.

Perdonad si mi escrito os parece un revoltijo, prometo que está bien pespunteado con las puntadas de la repercusión, porque todos nuestros actos afectan y van y vienen de vuelta como un woomerang, y ninguno de sus párrafos es casual, porque sí que hay ganancia de pescadores en el río revuelto, y a mi modo eso es lo que quería, relacionar, reflejar.

P.D. horas después de que yo escribiera este artículo, se producía el atentado en las ramblas de Barcelona. Cuánto dolor.