"BIG LITTLE LIES", serie de TV

¡Stop! Como siempre aviso: revelaré claves, desvelaré sus enigmas… Detesto la palabra spoiler.
Mi blog fue concebido para compartir después de haber visto o leído los libros, películas o series de los que hablo, de modo que si lo deseáis podéis volver a este rinconcillo tras haber visto Big Little Lies, y así no corréis el riesgo de que os destroce el suspense y la tensión ya que es un thriller.
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Me bebí los siete capítulos seguidos, me dieron las seis de la mañana. Supongo que sirve como cumplido, la calificación es de matrícula de honor.
Es magnífica, puro cine. Como cine fue concebida y como tal fue filmada.

Creador: David E. Kelley
Guionista: David E. Kelley
Novela: Liane Moriarty
Música: Susan Jacobs
Fotografía: Yves Bélanger.
Reparto: Reese Witherspoon, Nicole Kidman, Shailene Woodley, Alexander Skarsgård, Laura Dern, Zöe Kravitz, Adam Scott, James Tupper, Iain Armitage, Hong Chau.

La película –así prefiero llamarla- comienza con un interrogatorio policial, por el que van pasando vecinos y todos los miembros de una lujosa y pequeña comunidad de Monterrey en el norte de California cuyas mansiones miran hacia el océano. Se investiga una muerte, pero el espectador no sabe aún quien ha sido la víctima. Con las respuestas de los interpelados ya vemos cómo la malicia de los rumores es en sí misma una poderosa protagonista, el arma de presión social a la que todos rinden pleitesía, esa necesidad de pertenencia, el terrible temor al “Qué dirán” –que al parecer sólo padecemos las mujeres-, a no estar a la altura, ¿de quién? ¿Quién establece el comportamiento admisible?, ¿qué deidad abstracta o concreta lo impone?, se pregunta el espectador. El análisis ya ha comenzado; a partir de dichos interrogantes el público sabe que debatirá lo que está viendo y que también se debatirá interiormente, su participación no va a ser pasiva.
El “¿crimen?” sucede en la fiesta de disfraces que realiza el colegio de primaria para recaudar fondos, y en flashbacks -perfectamente colocados como pequeños círculos- iremos desgranando y engarzando los secretos y la intimidad, no sólo de las cinco mujeres protagonistas, además ahondaremos en los verdaderos motivos emocionales que se ocultan bajo las apariencias, en los egos masculinos heridos, en los complejos de inferioridad, en los deseos de aprobación que -como ya he dicho- necesitan mujeres como Renata, triunfadora ejecutiva de rompe y rasga en el terreno laboral, que sin embargo se siente excluida del afecto de las otras madres. La serie nos habla de soledades e incomprensiones, de peleas verbales de gallos en las que quizá la esposa sólo importa como trofeo, y cómo no, de soterrado machismo anidado incluso en los que parecen tan majos y enamorados hasta que las cosas no salen como ellos quieren. 
No deseo dar una impresión maniquea de la serie, precisamente su gran valor reside en la humanidad que se desprende de todos los personajes, pero en esta ocasión la voz es para ellas, se les da la palabra para que oigamos lo que nunca se escucha, sin escatimar los errores que también cometen; Big little lies refleja además otras inquietudes que tienen que ver con las frustraciones de lo que no se pudo realizar, con las renuncias, con lo que da y también quita la maternidad, con lo que desaparece cuando los hijos crecen, con la falta de estudios, o con la sobra… Los capítulos hablan de mirarse a través de los ojos de los otros y no de los tuyos, de vivir en el deseo de los demás y no en el propio, hablan de lo que se espera de ti, y no de lo que tú esperas o esperabas para ti.
He de confesar que cuando conocí el tema eje en torno al que gira el film me eché ligeramente hacia atrás, pero después me alegré de haberla visto: acoso escolar, malos tratos, abusos de poder, infierno doméstico en un ambiente impensable, culto, familiar… ese subrayado es importante ya que a veces llamamos desestructurada y marginal a la pobreza y metemos ahí todo lo que parece que no va, que no pega con la riqueza admitiendo, como excepción, que si sucede en esferas más altas es porque hay alcohol o drogas por medio, y no, los componentes son otros que nada tienen que ver con el status, y ya era hora de que se mirasen de frente para al menos intentar solventarlos desde la raíz, comprenderlos para poder extirparlos, no sólo condenarlos, el juicio lo único que hace es estigmatizar, avergonzar, de ahí la negación, el sentimiento de fracaso, la miopía voluntaria para no distinguir las señales, para encubrir, para creer que se está en tablas compartiendo la culpa, (lo explico porque una de las protagonistas se defiende físicamente y no por ello deja de ser maltratada, el matiz es aclarador), para la complicidad tóxica.
Por suerte en la serie aparecen dos psicólogas fundamentales -una para niños y otra para adultos- que dan pautas a seguir, que quitan vendas, que proporcionan soluciones.
La película recalca que la agresividad no es genética, como mucho aprendida, la señal de alarma salta con los hijos y la reacción de las madres me dejó maravillada, porque hay que cuidar y enseñar tanto al acosado como al acosador puesto que son niños. “Tienes que contarme lo que has estado haciendo”, dice una de las protagonistas mientras abraza a su hijo que rompe a llorar liberado, “todos hacemos cosas malas”, continúa, y esa es otra de las claves para hallar la solución, porque no se trata sólo de censurar, regañar y condenar sino de remediar desde la dolorosa sinceridad del problema.
No deseaba que me pusieran delante de las narices una agresividad que no tuviera arreglo, pero como ya he dicho en renglones anteriores y habréis intuido, enseguida comprobé que nada más lejos de ese temor: la delicadeza de Jean Marc Valleé al alejar la cámara haciendo que los episodios de mayor dureza se vieran en pequeños flashes en forma de recuerdos o de imágenes secretas e interiores adquiere la máxima eficacia, el espectador no tiene que retirar los ojos y por tanto comprende, aprende.
Hasta esta obra sólo consideraba superlativo y valiente el trabajo de Iziar Bollaín en “Te doy mis ojos” pero ahora sitúo “Big Little Lies” en el mismo rango de excelencia, ambas comparten las mejores intenciones.
Hay una pregunta importante que hace una policía cuando percibe que las protagonistas se han puesto de acuerdo para declarar: “¿Por qué mienten?” –disculpad que no cite con exactitud, no tomé nota y hablo de memoria- “Si ninguna de ellas sería condenada, y tan sólo le caerían unos meses de trabajo comunitario”. ¿Por qué?, ese es el quid, que reclama una reflexión social profunda. ¿Qué tienen que ganar o perder las mujeres si hablan?
La escena final es bellísima, todas ellas unidas, en la playa jugando con sus hijos, demostrando el inmenso poder que tendrían si lo usasen para el mal, pero prefieren estar juntas sin tener nada que ocultar.
Y el océano, el protagonista principal que las ha acompañado y envuelto para ser el espejo de su ánimo, al que durante los siete capítulos cada una de ellas ha mirado y escuchado desde distintas alturas, ahora, todas lo contemplan al mismo nivel.
La serie es preciosa, inteligente, y bucea a mucha profundidad, pero no le faltan los toques de humor. La implicación de todo el equipo ha sido enorme, incluso a nivel económico -ya que las propias actrices han participado en la producción- y trasciende la pantalla, el papel de Alexander Skarsgård arriesgadísimo, como en su día lo fue el de Luis Tosar, puesto que ambos podrían haber quedado estigmatizados por sus personajes. A Zöe Kravitz le dieron la misión de desenlazar y entonces comprendimos por qué en capítulos anteriores había pronunciado una frase que casi pasó inadvertida: “Todos tenemos pasado”.
Fuera de la ficción y dentro de ella se produjo el mismo canto a la amistad que siempre requiere esfuerzo y desnudez.
Deseo que coseche todos los reconocimientos que se merece.
Un abrazo y hasta el próximo encuentro.

Pili Zori

"LA CORDILLERA", película de Santiago Mitre

“La cordillera” me produjo sensaciones ambivalentes. Por un lado me pareció la magnífica síntesis de una narración que sin embargo –a mi juicio, subjetivo naturalmente- requiere mayor desarrollo, me resultó esquemática y pensé que por ello el film habría necesitado romper la frontera de la hora y cincuenta y cuatro minutos que dura, porque desde el primer fotograma se aprecia que la composición, el ritmo y el tono precisan más espacio, mayor metraje; actualmente el talento cinematográfico se está yendo al formato de serie, y en él “La cordillera” podría tomar el tamaño que necesitase, de “novela” por ejemplo, (si se me permite el traslado de un arte a otro para que se entienda mejor lo que intento expresar, al fin y al cabo la cinematografía los aglutina a todos, literatura, pintura, música, teatro…) Tuve la sensación de que asistía a un primer capítulo piloto que trataba del comienzo de la corrupción de un político aparentemente sencillo, cercano, poco carismático hasta ese momento -al menos en contraste con el mandatario de Brasil.
Hernán Blanco (Ricardo Darín, magistral, como de costumbre) hasta ese encuentro pasaba inadvertido; era el dignatario que, por recién llegado, otros presidentes con mayor experiencia consideraban maleable; el hombre común que desde una zona humilde de Argentina alcanzó la máxima responsabilidad de dicho país.
Pero –y ya entramos en el presente de la película- ¿Hernán es en realidad un hombre corriente?, u ¿oscuro en contraste con su apellido Blanco?
El color blanco juega un gran papel: con las distintas lecturas que sugiere el frío gélido de la “cumbre”, de la nevada cordillera de Los Andes cuyos picos los personajes miran de igual a igual, porque están a la misma altura.
Desde su butaca el espectador se pregunta: ¿el autor nos habla de la sutil pero planificada entrada en el mal?, ¿nos dice que el centro de operaciones de los jefes del infierno es la política?, ¿nos muestra las diferentes formas de vender el alma? Y en ese caso, ¿quién es más culpable?, ¿quién la compra?, ¿quién la vende? Si es que el presidente Blanco alguna vez tuvo alma, o ¿acaso Hernán Blanco aparentemente inofensivo siempre fue el mal en sí mismo?
Un juego onírico y telúrico de símbolos jugará en esa frontera de duda y sospecha que el público tendrá que discernir.
Vemos los interiores de las estancias, casi siempre en penumbra, claustrofóbicos y cerrados como los interiores anímicos, en contraste con la blancura exterior.
Desde el principio de la película el espectador sabe que  una amenaza latente, que se concreta en el yerno del presidente argentino, sobrevuela por encima de todo su gabinete: el ex-marido de su hija le puede acusar de corrupción poniendo en peligro su actual rango. El presidente Blanco reclama a María (Dolores Fonzi, como siempre una intérprete espectacular trabaje a las órdenes de quien trabaje fuera o dentro de su país) –heredera sin buscarlo de las consecuencias que conlleva ser hija de…- ella atraviesa un momento psíquico delicado, con antecedentes de otras crisis psicóticas, y su padre hace que la traigan a su lado ¿para protegerla?, ¿para protegerse?, ¿para controlar ese fleco suelto y tirar de la rienda? El público decidirá. A partir de dicho momento, comienzan las conjeturas y el espectador no está seguro de si la chica sufre un atentado en la habitación del hotel, o por el contrario es ella misma quien lo inflige, sólo ve como estalla la ventana, Santiago Mitre -el director y  Mariano Llinás, su coguionista- se mueven bien en esa ambigüedad-. Tras el estruendo de los cristales rotos María Blanco entra en un estado de shock que la enmudece, sólo la hipnosis la sacará del silencio, y con ese recurso el público desde el patio de butacas podrá ensamblar la oscuridad con la luz y unir vida privada con pública. La hija del presidente narra un episodio visto en su niñez que tiene relación con un caballo y un hecho delictivo del padre. Lo sorprendente es que Blanco niega el suceso y que ella haya podido presenciar algo así porque no había nacido. El escalofrío está servido. De nuevo el director nos deja con la incógnita para entrar quizá en los territorios morales, rayanos incluso en la espiritualidad, la religión...
¿Acaso los oscuros secretos del pasado nos delatan aún siendo desconocidos por todos los demás?, ¿es la hija el espejo de la conciencia del padre?, ¿hay verdades que se saben sin que hayan sido pronunciadas, presenciadas? El espectador decide.
Las figuras ¿surrealistas? como los caballos que aparecen no sólo en la mente de María, sino también en la propia cumbre, y las imágenes de las carreteras en forma de ocho que tal vez nos indiquen los recovecos del poder, supongo que serán elementos metafóricos del propio autor, de su universo particular sin las connotaciones simbólicas del imaginario colectivo que todos podemos comprender, no sé si los caballos representan la libertad, la delación o la conciencia, porque la mirada entre ambos -animal y hombre- es frontal y retadora, en mi opinión las alegorías no quedan claras, y lamenté que me hicieran perder la conexión sacándome fuera de la historia, las vi como piezas valiosas pero descosidas de la trama principal, sueltas.
El largometraje está muy cuidado, según tengo entendido utilizaron el avión real del Presidente de Argentina, y rodaron de noche en los espacios verdaderos de La Casa Rosada; el vestuario fue costoso puesto que los políticos visten trajes a medida, usan coches de alta gama y se hospedan en hoteles exclusivos y era necesario respirar todo lo que forma parte de su ambiente.
Me resultó interesante comprender las diferencias entre los países latinoamericanos; a menudo desde la distancia englobamos y atribuimos características comunes para todos y como es lógico ellos entre sí, al igual que los europeos entre nosotros, se parecen y nos parecemos tan poco como un huevo a una castaña.
Intuyo que el autor tiene como leit motiv el estudio del poder enfocándolo desde un ajuste de cuentas generacional y de forma freudiana: la rebelión contra el padre; ya lo hizo en su película Paulina (La patota), y por debajo de esa dura reclamación que siempre pone en un brete al progenitor con oficio político, asoma la queja de hijo desatendido que exige ser elegido, “o tu trabajo o yo” Juzga duramente al intachable en lo público porque le conoce en lo privado, y coloca en una encrucijada al padre  sabiendo que al obligarle a que escoja uno de los dos se destruye, en ambos largometrajes la hija se auto-inmola para llamar la atención del padre, sin darse cuenta de que victimizándose también obtiene poder y lo usa para el chantaje emocional. Naturalmente esta especulación mía que he creído ver entre las líneas de estas dos piezas y que no tengo derecho a hacer no invalida el profundo análisis que el director realiza en el mismísimo núcleo de la política o poniendo a prueba la ética y los entrecomillados pilares en los que se sustentan los oficios de los que dependen la justicia y el bienestar social. Me temo que los ama y desprecia al mismo tiempo y con la misma intensidad porque su discurso es pesimista. Creo que el autor está explorando, por ello fragmenta sin cerrar distintos enfoques de un mismo tema. La película muy a mi pesar me pareció una pieza incompleta.
Hasta el próximo encuentro.

Pili Zori.

CATALUNYA

Somos intensos y efervescentes los españoles, reaccionamos y después reflexionamos, y muy capaces de condensar en una semana lo que requeriría un proceso de varios meses.
He estado silenciosa oyendo a todos, bajo los gritos, y también a través de los susurros, y por qué no decirlo, a pesar de los ladridos. No soy de las personas que preguntan “¿quién lo dice?”, primero escucho, después si quien habla coincide con mi criterio, con mi ideología –si es que este último término sigue significando lo que entiendo por él- me alegro, y si no, pues busco el modo de comprender -con aproximación o sin ella- sus razones. Ojalá los demás hicieran lo mismo conmigo, pero mirar bajo la etiqueta para ver el contenido da trabajo en este tiempo de prisas, y todo el mundo prefiere ser fan antes que analítico. Naturalmente comprender no es justificar, pero el esfuerzo contra la cerrazón y la condena a priori de quienes piensan de forma distinta a una es bastante más fructífero. De modo que en este tiempo de silencio mío, he ido desmenuzando y aquí os dejo el proceso, sin duda inacabado.
No soy partidaria de independentismos ni de nacionalismos, creo que las personas debemos aportar algo más que haber nacido en una tierra determinada para mostrar nuestra identidad, es muy pobre y triste no poder ofrecer más que eso: “quien no es nadie al menos presume de ser de algún sitio y de pertenecer a su terruño.” Recuerdo aquella canción que en una de sus estrofas decía: "Entre tu pueblo y mi pueblo hay un punto y una raya, con tantas rayas y puntos el mapa es un telegrama" Como he dicho otras veces, somos género humano y hemos nacido y caído en este planeta que dentro del universo es un grano de arroz. Así que sólo respeto la bandera blanca de la paz, la única que no es excluyente y lamento mucho que a alguna tertuliana televisiva esta frase le parezca un lugar común y simplón del estilo de las que dicen las miss universo de turno, a mí me nace de verdad ese sentimiento, no es una expresión manida; mi padre pasó cuatro años en el campo de concentración de Larache por defender la bandera republicana, que también era la constitucional, la legal, pero no quiero aprovecharme de él, para refrendarme. Lo cierto es que me ondeaba el estandarte blanco en la cabeza cuando hace unos días leí un artículo de la cineasta Isabel Coixet en el que ella hacía mención a dicha bandera blanca tras haber sido insultada; de ¡fascista! se atrevieron a calificarla, ya ves lo gritona que es la ignorancia, a buen sitio fueron a poner la era; a continuación se sumó Rosa Montero a su tristeza y fue bonito sentirme en conexión con las dos mientras la estrofa de Miguel Ríos envolvía nuestro cuarteto: “No estás sola, alguien clama en la ciudad…”
Como he dicho otras veces, para comprender las cuestiones políticas suelo preguntarme ¿a quién beneficia? Y me respondí que a ambos gobiernos les convenía la cortina de humo para tapar sus vergüenzas corruptas, apelar al sentimiento patriótico siempre funciona y arropar lo heterogéneo y cobijarlo con la caricia suave de la bandera produce un sentimiento de unidad incomparable. 
Mientras todo este movimiento y clamor sucedía en Catalunya escuchaba aquí y allá voces queridas de familia y de amigos que exclamaban: "Ya se podían haber producido esta unión y estas manifestaciones con la misma fuerza frente a los recortes, los sueldos precarios, el paro…” o “El malestar social ha terminado explotando como un globo allí, en alguna parte tenía que producirse el reventón”. 
Más tarde me tranquilicé pensando que la gente no es tonta ni tan manipulable como algunos poderosos creen y que tras la exaltación emotiva sabría colocar sus deseos, pensamientos, ideologías e intereses legítimos en su lugar.
Me pregunté por el origen, siempre he creído que los sentimientos de las personas de a pie nos conducen a las urnas, y a tomar nuestras decisiones vitales, por ello me consta que el menosprecio genera un resquemor duradero; los catalanes habían reformado y construido de nuevo su Estatut y el Tribunal Constitucional les desbarató un montón de artículos. Aclaro que no estoy entrando en legalidades ni ateniéndome a la letra sino a su espíritu. Tampoco voy a establecer la diferencia entre nación cultural y nación política. Pienso que debido a aquel hecho -que tomaron como una falta de sensibilidad- el catalanismo de todos se confundió con el independentismo de unos pocos que supieron canalizarlo, y de aquellos barros surgieron estos lodos.
Durante todo este proceso intensivo se me pasaron muchas conjeturas por la mente -algunas de ellas maldades dada la atmósfera-: tales como que este lío era una excusa para encubrir que lo que en realidad buscaban era reclamar privilegios y dinero, que quizá escondía el sentimiento insolidario de “primero yo, luego yo y después yo", y el tópico de "La pela es la pela", pero que no lo iban a declarar abiertamente. Catalunya siempre ha sido la llave para completar votos y por llamar a su puerta ha recibido compensaciones a cambio, y me decía que lo honesto cuando tienes más, es contribuir de forma proporcional con las comunidades que tienen menos a través de los impuestos, ya que nadie es superior a nadie ni la prosperidad es mérito exclusivo, porque tanto el norte como el este de nuestro país tuvieron enorme apoyo industrial, que por supuesto supieron desarrollar, esa eficacia nadie la discute, pero nosotros sin ir más lejos, trabajadores honrados y eficientes como cualquier catalán, por no tener no tenemos ni agua debido a que la poca que nos queda la trasvasan, y resulta paradójico que muchos de nuestros pueblos la tengan que comprar envasada para apaciguar la sed. Por tener, eso sí, poseemos centrales nucleares que a su alrededor no generan puestos de trabajo y por tanto desertizan, pero sí muchos cánceres raros.
En cuanto a que los catalanes votasen en su ilegal referéndum la verdad es que tampoco puse el grito en el cielo por ello, no es la primera vez que el pueblo se salta leyes que considera injustas para poder transformarlas, no se trata de que nos parezca bien o mal a conveniencia, aunque a mí los referéndum tampoco es que me hagan mucha gracia porque reducir todo a los antagónicos "Sí" o "No" cuando la vida y la convivencia están llenas de matices me parece que es reducir parcelas importantes a los test psicotécnicos que también odio. De manera que creí ver en esta "improvisada" consulta un alarde testimonial, aunque luego no resultase vinculante y que lo que deseaban era expresarse, y en ningún momento me lo tomé como una afrenta personal. Y aunque nada tiene que ver el ejemplo porque el resto de España no es ni padre ni madre de Catalunya, me dije que los hijos también se independizan, y que llegado el caso como un mal menor pues que hay países pequeños que funcionan bien, ya sé que es un disparate que no tienen el apoyo internacional y que hoy por hoy sus habitantes caerían en el aislamiento y la ruina, pero se sobreentiende que me movía la buena intención, siempre lo intento. Hasta ahí perfecto.
 Lo malo fue contemplar entre lágrimas las cargas policiales, no entendía a qué venía esa exhibición de poder, y que conste que mi llanto también englobaba a los agentes de las fuerzas del orden que recibieron lanzamientos de sillas y de barreras metálicas; en esta manía mía de no generalizar, debajo de cualquier uniforme veo personas, con niños y carritos de la compra, con casas pequeñas, sueldos bajos y legítimo deseo de reconocimiento a su trabajo… y sé que algunos descerebrados se sobrepasan en sus funciones sacudiendo yesca a diestro y siniestro y olvidando que arremeten contra gente desarmada y que ellos van protegidos y armados hasta los ojos, al igual que soy consciente de que entre los manifestantes también se encuentran algunos de sus homónimos cerriles. Pero peor todavía es ver cómo ciertos políticos, sin problemas para cambiar su domicilio y su peculio a otra ciudad se esconden tras unos u otros, y ahí se las entiendan los demás -que no pueden ni quieren trasladarse- con los demonios que han dejado sueltos estos “próceres” insensatos que le han levantado la tapa a la caja de los truenos.
Es triste mandar a gente cualificada a dar palos a los ciudadanos cuando su preparación resuelve atentados y casos de enorme complejidad y riesgo, aunque todo hay que decirlo: también entre sus mandos queda todavía mucho casposo nostálgico sin reciclar.
Pero fue viendo la entrevista que Jordi Évole le hizo a Puigdemont cuando me caí del guindo y me asusté: mirando al político a los ojos -gracias al generoso primer plano- vi claramente que ese hombre en su interior jamás iba a dar su brazo a torcer, ni a conceder ningún arreglo a no ser que las circunstancias le obligasen, y en ese caso seguiría posponiendo su objetivo pero lo mantendría intacto. No vi en su mirada, deseo de privilegios o de dinero, tan sólo contemplé la determinación de su anhelo de independencia con el apoyo del pueblo o sin él y a cualquier precio, y no pude sentir empatía porque para ese sentimiento no tengo neuronas espejo ya que jamás lo he experimentado, me resulta completamente desconocido, y me dio vértigo.
De vez en cuando mi imaginación se me "cortocircuita" y en una de esas ocasiones en las que me entra la “neura” de la teoría de la conspiración, se me ocurrió que todo podía estar orquestado, apalabrado de antemano con meticulosos y bien medidos golpes de efecto; lo sentí cuando vi a Soraya Sáenz de Santamaría hablar con un aplomo que no era impostado y que no se tiene si no estás advertido, y al escuchar sus palabras con olor a consigna acordada, puesto que si ahora mismo hubiese elecciones ambos “bandos” crecerían obteniendo más votos y por tanto ganarían, llegué a pensar que habían intuido de antemano cómo iban a reaccionar intelectuales y artistas, cuyas opiniones los dirigentes políticos se las suelen pasar por el arco del triunfo con la prepotencia que desgraciadamente caracteriza a los gobernantes embriagados de poder, no estaría mal que colocasen un alcoholímetro en el parlamento y en sus sedes, al  igual que un medidor para controlar los picos de soberbia, potente, eso sí para que no estalle, porque sobrados hay muchos; pero volví a soldar mis cables dando votos de confianza por doquier a toda la humanidad. Lo necesito, soy así, qué se le va a hacer.
Aunque ahora comienza a hablar el dinero, y ése, como dicen, no tiene compañero.
Para finalizar, aunque el lío sigue, me pregunto qué parte considero que es la buena, qué elemento positivo se puede extraer de todo este ciclón, si es que algo es salvable, y me respondo que nos hemos mirado sin máscaras, y nos hemos escuchado incluso entre bramidos, y que hemos tenido que desechar las apariencias de “A ver con quienes te alineas, no vayas a parecer un rojo infame, o un facha recalcitrante”, porque esto tan gordo no trataba ni trata de "seguidismos". 
Ahora, como decía al principio, toca reflexionar, al igual que los críos cuando después de una pelea hacen las paces. Es triste pero a veces los españoles necesitamos la bronca para poder exteriorizar lo que anda enconado por debajo de nuestra piel, y ya que hemos hecho la catarsis confío en que empiece a despejarse el aire que tantos años lleva enrarecido. Y que el sentimiento de decepción entre nosotros mismos, los de la calle, se diluya, se nos pase.
Perdonad la extensión, pero podéis leer el artículo por entregas, como hacíamos los que ya somos del jurásico con las cartas de papel: las íbamos leyendo a trozos y a ratitos.
Un abrazo

Pili Zori.